- Detalles
-
Categoría: Opinión
-
Publicado: Lunes, 27 Abril 2020 14:07
-
Visto: 21475
SIN PODER ABRAZAROS: UNA ORACIÓN
Son tiempos de incertidumbre, de fragilidad para los que el ser humano no parece preparado. Casi todo se explica desde el miedo o el fracaso. Vamos aprendiendo sobre la marcha. Nadie sabe en realidad, qué nos espera. Psicólogos y psiquiatras han advertido de que en casos terribles de catástrofes o en trance de calamidades universales, cuando desaparecen los seres queridos sin dejar rastro de su muerte, pueden producirse, especialmente en sus familiares más directos, neurosis obsesivo convulsivas, derivadas del choque tremendo producido por ausencias imprevistas y definitivas. Todos queremos, en fin, para los que amamos, una despedida -la imposible despedida, al menos, de estar a su lado y sentir cerca de nosotros el misterio de la muerte-; todos necesitamos un momento de compañía desoladora de los muertos.
Llevamos, y seguiremos llevando en el fondo de nuestras almas, las desgarradoras imágenes -ese escenario parecía hoy imposible- causadas por el coronavirus, muchas de las cuales -las primeras y más sobrecogedoras- las hemos ido percibiendo en dolorosa e importante instantaneidad. Han sido momentos tremendos, extraordinarios, en los que hemos asistido al desplome brutal de la realidad, a la transgresión de las normas, a la impotencia por hacerle frente, a la subversión impositiva del orden: la interrupción del ritmo, del trabajo y de la vida.
- Detalles
-
Categoría: Opinión
-
Publicado: Jueves, 09 Abril 2020 21:37
-
Visto: 11742
Covid-19: NADA VOLVERÁ A SER IGUAL
Estamos en guerra. La tercera guerra mundial. Quizás la más cruel, traicionera, violenta y expansiva de las que ha habido hasta ahora. Resulta realmente dramático tener que repetirlo, porque han tardado en darse cuenta; España -el mundo, los cinco continentes-, !!está en guerra!! El problema añadido estriba en que en esta ocasión, no se sabe por qué, quien, ni como, el enemigo demoledor y mortífero es un virus para el que no tenemos respuesta; una especie de “mosquito“ aparentemente insignificante que, harto de humillaciones: los matamos a guantazos haciéndonos los distraídos, ha decidido demostrar que no hay enemigo pequeño. Sorprendentemente, olvidando sus diferencias, el mundo se ha unido para luchar juntos, pero no revueltos, incluso los que antes se consideraban enemigos, ahora todos en el mismo bando, con espíritu de supervivencia, pero como no se sabe a donde o a quién disparar, es como matar moscas a cañonazos. Mucha bomba atómica, armamento nuclear, armas de destrucción masiva, y sabe Dios que artilugios mortíferos y destructivos, que no sirven más que para destruir el mundo y a quien las utiliza, se cambiarían hoy gozosamente por unos cuantos miles de respiradores, mascarillas y uniformes aislantes para que el personal sanitario pueda realizar su trabajo. Porque, en definitiva, todo es tan nuevo como el coronavirus que la identifica. Antes las guerras eran una cosa muy sorprendente: tu me machacas a mí, porque sí, porque hoy te has levantado poderoso, pero mañana viene mi “primo de zumosol“ que se siente solidario y te machacamos a ti y a unos cuantos millones de inocentes que pasaban por allí. Y vuelta a empezar.