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CATALUÑA: UN ANTES Y UN DESPUÉS

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CATALUÑA: UN ANTES Y UN DESPUÉS.  

ANTE EL DESAFÍO INDEPENDENTISTA EL GOBIERNO APLICA EL 155 CON DUREZA Y CONTUNDENCIA. LLEGA TARDE, EN UNA SITUACIÓN QUE NADIE CONTROLA POR LO QUE LAS CONSECUENCIAS SON IMPREVISIBLES. 

 

¿nde estaríamos ahora si ese millón de personas no hubieran salido a la calle en la jornada gloriosa del 8 de octubre? Orgullosos de España y de su bandera, la mayoría silenciosa de Cataluña ha despertado de su letargo para demostrar al independentismo que son más y mejores: catalanes y españoles, solidarios, respetuosos, diversos y tolerantes. 

Gracias a esta manifestación sin precedentes que pidió en las calles de Barcelona recuperar el sentido común, es posible –sería deseable-  que de ahora en adelante cada uno tenga su propio espacio sin miedo, sin acoso, sin sumisión, sin complejos. El patriotismo  es un sentimiento natural que se excita ante el peligro. Y millones de españoles, ante el riesgo objetivo de ruptura, han reaccionado con lealtad institucional cubriendo de banderas y símbolos el territorio nacional. España está a flor de piel por una cuestión elemental de supervivencia. Por fin la bandera, el himno nacional y la constitución son percibidos por la inmensa mayoría de los ciudadanos como símbolos de la España actual y democrática.   

Y que no se arrogue virtudes el Gobierno ni los políticos de turno que han dejado bien patente su incapacidad. El mérito indudable ha sido de los españoles, en general, que han sabido reaccionar con patriotismo, sabiduría e inteligencia. A la violencia callejera de los extremistas, la sensatez se ha impuesto en número y racionalidad. Vosotros quemáis nuestra bandera, nosotros porteamos con orgullo la vuestra para que juntas compartan patria y nacionalidad. 

El problema está en saber si todavía podemos llegar a tiempo. La rebelión había  obligado al desplazamiento de 10.000 agentes, policía y guardia civil, de comportamiento heroico,  condicionados por otros  17.000 hombres armados que, por falta de previsión, estaban al mando de alguien al que se le suponía la rebelión y el delito. Urge desmantelar este ejército privado  de los golpistas y, tras depurar responsabilidades, ponerlos al mando de un militar constitucionalista si queremos evitar que un enfrentamiento civil nos recuerde tiempos pasados.  

El Estado, principalmente el Gobierno,  está pagando las consecuencias de su falta de iniciativa, de su incomprensible pasividad.  Si hemos llegado hasta aquí, conviene dejarlo bien claro, ha sido por la falta de previsión del presidente y sus asesores que no han sabido hacer frente a una dirección política enloquecida que ha forzado la ficción de un golpe de Estado del que nadie va a salir indemne, generando un conflicto homicida que por ahora parece no tener freno. La mezquindad, el miedo y la ineficacia ante el 1-0 han convertido  este país en una especie de mundo al revés en el que nada es lo que parece. Los juegos de palabras para dar por declarada la independencia y a renglón seguido suspender sus efectos de modo explícito, son un ejercicio de cinismo que en nada hace variar el órdago separatista. Media Cataluña vive cercada por la incomprensión y falacia de los agitadores callejeros convertidos en víctimas de policías y guardias civiles que cumplían de forma impecable la misión encomendada por los jueces y fiscales. Y con el incomprensible traición de los Mossos d’Escuadra, o de sus mandos convertidos en cómplices oportunistas. Sin olvidar al jefe de la oposición, un personaje de apellido Sánchez empecinado en un diálogo de sordos para contentar a los independentistas que lo único que ha conseguido es dividir a su partido y alejarse, cada vez más, del resto de los españoles. Lo hemos visto estos días, el pueblo español es superior a sus líderes y ha salido dispuesto a llenar el vacío dejado por los dirigentes de uno y otro bando. Con la aparición  notable  del Rey Felipe VI y su discurso histórico, obligando al Gobierno y oposición a tomar decisiones para restaurar el orden democrático. Ya se ha perpetrado el golpe, se ha consumado el delito, sobran razones para privar a los sediciosos del poder y restaurar el orden que establece la ley y la igualdad entre todos los españoles. Y, menos mal, por fin eso es lo que ha hecho el Gobierno aplicando el artículo 155 de nuestra Constitución con impecable respeto a sus normas. Tiempo habrá para el dialogo, en términos de igualdad y siempre dentro del marco  de la Constitución. Lo demás no es negociable. 

 Puigdemont ha llevado a Cataluña a una situación de derribo en la que el desprecio a la ley se ha convertido en el único eje de su gestión. El Gobierno, por fin, ha decidido asumir de  forma  clara y contundente que ya no hay tiempo para tanta “gaita” del “sí pero no” y aplicar, con toda la fuerza de la ley y el derecho, no solo el 155, el “estado de excepción” si es preciso y cuantas acciones permita la  Constitución y la Justicia, desde la perspectiva penal –detención incluida- como las de la seguridad del Estado.  Y más, teniendo un clima de opinión pública tan favorable que le traslada con tanta claridad la voluntad de su pueblo. No hay tiempo para tantas contemplaciones, urge recuperar la dignidad y el honor, tan deteriorados ya, y cortar de un “tajo” tanta tomadura de pelo, esta caricatura ridícula –si no fuera tan grave- propia  de “república bananeraque nos ha convertido en el  “hazmereir” del mundo por falta de una información eficaz y tolerancia irresponsable. Hemos visto la tendenciosidad con la que muchos medios extranjeros (y algunos españoles) han abordado la crisis catalana, la falta de rigor a la hora de disparar titulares con parcialidad contaminante, contagiados por las mentiras repetidas a grito pelado por los secesionistas. El Gobierno está pagando igualmente las consecuencias de no haber dotado a sus actuaciones de un plan estratégico de comunicación que tuviera como destinatario la prensa extranjera. 

Mientras tanto, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, que se postula para la presidencia de España, comete la felonía de dar la espalda a la gran concentración  en defensa de su País. Cubre el expediente, pero somete a chantaje el apoyo al Gobierno, con la reforma de la Constitución,  y no pierde ocasión al ponerse de parte de los independistas –o sembrando dudas-  cuando la justicia aplica le ley. A pesar de las apariencias que yo soy el primero en celebrar, incluido el apoyo de Ciudadanos. 

La apresurada fuga de grandes empresas de Cataluña (la cifra supera ya las 1.200 -150 diarias-) que buscan refugio en otras regiones de España, colaboraran a la recesión de esta pretendida república independiente: Cataluña se ha convertido en un erial. El miedo o  la resignación ceden cuando la opresión hace saltar las barreras. Y la pregunta que cabría formularse está en cuánto dinero de nuestros impuestos reciben los líderes independentistas para poder costear este golpe de Estado. Los economistas calculan un gasto consecuente que supera los 14.000 millones, y todo el mundo sabe que estos cálculos a priori siempre se duplican.  El problema está en que las consecuencias de sus errores las pagamos los curritos de siempre, y es evidente el deterioro constante y progresivo que está ocasionando tanto disparate el retroceso que va a suponer para la economía de la nación que, no quepa la menor duda, repito,  pagaremos los de siempre. Ellos no tienen nada más que meter la mano en la caja, aplicar no sé qué normativa o inventar  una ley. Verán como para eso sí se ponen de acuerdo.  

También el restablecimiento de cierto equilibrio entre los nacionalistas y los no nacionalistas que dificulte a los medios de comunicación la internacionalización del secesionismo catalán desde un prisma sectario y su imparable máquina de propaganda facciosa de los golpistas encabezados por Puigdemont Hay momentos en la historia en los que una nación tiene que hacerse oír para ser respetada. Y menos mal, se cuenta con el apoyo casi unánime de la Unión Europea. Lo hemos visto  en repetidas declaraciones y en la entrega de los Premios Princesa de Asturias 2017 celebrados el pasado viernes con la presencia de los máximos mandatarios de la Unión Europea –Jean Claude, Juncker, Donald Tusk y Antonio Tajani-, distinguidos con el galardón Concordia, que incluyeron en sus discursos una contundente defesa de la unidad y un  sonoro viva España y viva Europa. El Teatro Campoamor de Oviedo fue escenario histórico de una declaración de intenciones embargadas de emoción que los oradores, incluido el Rey, transmitieron con energía y determinación.  

La cuestión es que estamos a mitad de partido y nada parece indicar que nadie lo tenga fácil. Lo único claro es la tomar decisiones, que la táctica de Rajoy  de aguantar a que el tiempo lo arregle ha llegado a su fin. El “Ejecutivo” tiene la obligación de ejecutar con eficacia y cortar de una vez el desafío si no quiere pasar a la historia como el Gobierno que con su cicatería abdicó de sus funciones en Cataluña y el presidente bajo cuyo mandato se consiguió la independencia: funcionarios que saben hacer de todo menos gobernar, que han ido siempre al rebufo de estos golpistas de comic con los que un buen humorista habría conseguido resucitar a Gila, y tema de guasa para los carnavales de Cádiz.  

Dicho esto. Confieso con gran satisfacción haberme equivocado. No esperaba que Rajoy irrumpiera con tanta contundencia de la ley tras la reunión del Consejo de Ministros, decidido a usar los poderes excepcionales de la Constitución en su expresión más plena, revestido de la solemnidad que corresponde  al Jefe de Estado de la Nación en un momento trascendental en el que está en peligro nada menos que la unidad de España: Rajoy pide el cese de todo el Gobierno. Deja al Parlament como elemento decorativo y anuncia elecciones lo antes  posible con un máximo de seis meses. El problema está en cómo echar a Puigdemont de la Generalitat, que puede aprovechar los trámites en el  Senado para declarar la independencia invocando la soberanía que ellos mismos se han otorgado. Aunque ahí les espera la querella anunciada por la Fiscalía General del Estado que contempla un delito de rebelión  que conlleva hasta 30 años de cárcel. Es de desear que los tribunales actúen con rigor contra todo  lo que se mueve en esta trama mafiosa del golpe y de forma inmediata y contundente en los autores materiales, sea por sedición, rebelión, malversación, prevaricación, o la suma de ambos. Queda mucho por hacer, pero actuando con determinación y contundencia, es el único lenguaje que entienden.  

 De cualquier manera, este después del antes acaba de empezar,  las consecuencias de esta aventura son imprevisibles, es muy posible que nuestra capacidad de asombro se vea superada por la realidad. Algún día los libros de historia  darán muestra fehaciente de que las andanzas de los sediciosos catalanes  han llegado demasiado lejos. 

23 de octubre 2017  

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