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ARRANCA LA LEGISLATURA

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Es necesario un Gobierno dialogante y dispuesto a emprender las grandes reformas estructurales del Estado: PP y PSOE obligados a entenderse.

El tiempo pone a cada uno en su sitio, y este año perdido pasará factura a la clase política que es lo primero que necesita ser reestructurado en España. Lo importante es que no sea demasiado tarde.

La tarde más difícil del socialismo fue el sábado en el Congreso durante la sesión de investidura de Mariano Rajoy. Tras la espantada de Pedro Sánchez no hubo sorpresa en la votación. El histórico giro del Partido Socialista fue el eje del debate en el que se habló más de la cesión que del proyecto del candidato. El presidente en funciones, muy condescendiente con el PSOE el pasado jueves, mostró su perfil más áspero al advertir a sus nuevos en incómodos socios de legislatura de que no tiene intención alguna de renunciar a las reformas que han revertido la marcha económica de los últimos años. La intervención de Rajoy fue mucha más tajante que la de los días previos. Diálogo, sí, pero desde el proyecto político que defiende el PP: ”No estoy dispuesto a derribar lo construido” Rajoy subrayó que España necesita un “gobierno para gobernar”, y el primer apoyo que pidió fue para los presupuestos.

El sábado no acabó nada y empezó todo, principalmente el gran desafío que recae sobre Mariano Rajoy pero también sobre el resto de fuerzas representada en el Parlamento. Tras un pleno cargado por la tensión de los discursos pronunciados contra el PSOE por los portavoces de Podemos, Bildu y ERC, los socialistas cumplieron el acuerdo de su Comité Federal y la mayoría de sus diputados se abstuvo -68, frente a quince que votaron no- facilitando la investidura de Mariano Rajoy. Eran cerca de las ocho de la tarde, y ahí se puso punto final a una parálisis política de 315 días, Rajoy logró ser investido con 170 votos a favor y 111 en contra; votaron solo 349 diputados, pues Pedro Sánchez había renunciado a su acta por la mañana.

En la tribuna de invitados, el presidente de la gestora socialista, Javier Fernández, a quien le ha tocado interpretar el “papelón” de su vida, siguió toda la sesión, sentado junto al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, con quien charlo largo y tendido. El PSOE va a necesitar meses durante los cuales tendrá que exigir muchos sacrificios para preparar el solar en que se ha convertido el partido. Para eso necesitan tiempo. Que pase el clima emocional en el que ha vuelto a introducirles el exsecretario general. El anuncio hecho por Sánchez de que volverá con más fuerza, es la razón por la cual, Javier Fernández, se apresuró a responder que la gestora no solo no ha concluido su trabajo, sino que quedan meses. No cabe duda alguna, se apresuró a decir el presidente de la gestora, de que la refundación la harán los militantes (185.000 afiliados), lo cual no es lo mismo que asegurar primarias abiertas como las que disputaron Pedro Sánchez, Eduardo Madina y Juan Antonio Pérez Tapias. Los varones que apoyan a la gestora están convencidos de que el gran error de Sánchez fue intentar parecerse, y su acercamiento a Podemos, la disputa por ser la primera fuerza de la izquierda en lugar de ser la primera de todas, incluido el PP. La recuperación de este espacio socialista por el centro va a necesitar tiempo, paciencia y buena práctica, suponiendo que lo consigan. Solo algunos barones y otros herederos del felipismo, mantienen cierta cordura en medio del ciclón de propaganda que los etiqueta de traidores. A ellos tiene el país que agradecer el coraje de haber descarrilado el plan rupturista de Sánchez. Su lacrimógena pretensión de dar batalla tiene pocas posibilidades, le va a otorgar a Podemos tiempo para erigirse en cabecera de la oposición.

Mientras tanto, se abre una etapa en la que el gobierno y los partidos están obligados a entenderse y llegar a acuerdos si quieren evitar un bloqueo permanente que haría imposible el avance de la legislatura, y la primera prueba de fuego será los Presupuestos Generales del Estado de 2017, que el nuevo Ejecutivo quiere llevar al Congreso antes de final de año, para que estén aprobados antes de febrero o marzo. Esta legislatura ha sido excepcional desde muchos puntos de vista, arranca con un daño estructural grave, la avería del PSOE que afecta a todo el mecanismo de equilibrios institucionales. Es la tercera que se celebra en apenas siete meses, y después de dos fallidas de Pedro Sánchez. Además es la primera vez en la historia de la democracia que uno de los dos grandes partidos se abstiene para que pueda gobernar el otro.

No va a ser una legislatura fácil, porque va a pesar la sombra de una mayoría formada por partidos de izquierdas y nacionalistas dispuestos a trasladar al Congreso su enfrentamiento sectario sin un proyecto para España. En esta ocasión el día comenzó mal para los socialistas, a la brutal paliza dialéctica de la porción tribal de la Cámara, se unió Sánchez con su proclama de liberación de un partido cautivo del PP, servido en bandeja a Iglesias con su guion conspiratorio y la ocasión de apropiarse del único discurso de oposición posible. Esta legislatura será la de la lucha sin cuartel entre el PSOE y la extrema izquierda. Cuando Pablo Iglesias anunció que gobernará España, lo que hizo fue anunciar el calvario que ha inoculado el PSOE al que le esperan unos meses de luchas internas en las que se pondrá en juego la incógnita del liderazgo.

Para el PSOE los últimos diez meses han sido el período más dramático de su historia reciente: un partido sin secretario general, dirigido por una gestora, dividido su grupo parlamentario y con 85 diputados, la menor representación registrada hasta la fecha por los socialistas. Tiene su gracia siniestra que el tipo que ha empujado a su partido a la más completa irrelevancia pretenda ahora presentarse como una especie de redentor. Este es Pedro Sánchez, que después de dejar al partido hecho unos zorros, viene ahora sacando pecho ante las cámaras presentándose como su único salvador, al más viejo estilo de Zapatero en versión de Podemos y su patriótica nación de naciones. Es evidente que el PSOE necesita una estrategia de refundación, porque se han quedado vacíos de liderazgo y de proyecto político, roto en sus relaciones internas, especialmente con los socialistas catalanes, y acosado por los extremismos de su exsecretario general dispuesto a sembrar el odio y la revancha desde la visceralidad más irresponsable. Más interesante que el mutis de Sánchez resulta el papelón del PSOE. Si España ha estado diez meses en barbecho no fue por una conjura astral. Ha sido por responsabilidad exclusiva de los socialistas y su falta de oportunidad política. Si hubiera tenido en diciembre el reflejo democrático elemental de reconocer el derecho a gobernar de quien había ganado, que es lo que hicieron el sábado, España se habría ahorrado el circo de tan esperpénticas pistas.

En este convulso panorama institucional, Mariano Rajoy, necesita una cierta normalidad política a la mayor brevedad posible. Las urgencias del pasado deben justificarse ahora con cierta celeridad en el nombramiento de los ministros y con todas aquellas decisiones que esperan con impaciencia la Unión Europea, los mercados financieros y los inversores para confirmar su confianza en España. Hay que recuperar ritmos y compromisos sociales de igualdad y justicia que deben emprenderse sin demora con independencia de los ajustes presupuestarios previstos. Este es un compromiso prioritario que el Estado debe atender, si es necesario, quitando de otras estructuras. A estas alturas ningún español espera milagros, pero sí que la clase política pase a otra fase de su discurso. Sería un nuevo error de Rajoy si a este compromiso no le diera la prioridad que precisa

A partir de ahí es necesario que el Gobierno y el PSOE institucionalicen su diálogo para que su relación no responda a declaraciones ocasionales y coyunturas críticas. Si todos quieren tomarse en serio la gravedad del momento, es imprescindible que adopten nuevas formas de tratarse recíprocamente.

3 de noviembre 2016

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