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Próximas elecciones generales: un claro peligro para la unidad de España

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Esta vez no hay más encuesta fiable que la que ofrezcan las urnas el día de su celebración.

Dentro de muy poco - ya se vislumbra el resplandor-, un nuevo año va a comenzar. Los madrileños, los catalanes, vascos y gallegos, andaluces y valencianos, murciano y aragoneses... los españoles, España entera va a tener que compartir entusiasmo y responsabilidad, celebración navideña y elecciones generales, coincidencia no exenta de incertidumbre, de inseguridad, de inquietud.

Los deseos de felicidad, de fiesta, de euforia compartida, que de alguna manera impregna la vida de todos los ciudadanos en las fiestas navideñas, tiene, en este caso, un condicionante no menos contagioso de preocupación y desasosiego.

La política, que con tanta frivolidad se conduce en tiempos reciente, no solo ha desacreditado su importante cometido, ha sembrado de duda y desconcierto el voto de todas las tendencias, y esto solo puede conducir al florecimiento de propuestas de agitación, mecanismos trucados o demagogia retórica, algo así como una exposición fallera cuyo artificio se derrumba convertido en ceniza, y el inconveniente de tener que empezar de nuevo, lo más probable, desde la más completa ruina. Por unas cosas o las otras, España siempre está en proceso de recuperación, o intentando agarrarse a un clavo ardiendo ante el fragor de las crisis: la tercera o la 23.

 La irresponsabilidad de los dos partidos mayoritario, que con su apoyo institucional, hasta ahora habían marcado una política de estado, sin embargo, por razones puramente partidistas y su indudable pérdida de valores fundamentales, se han alejado de sus votantes de forma casi irrecuperable.

El PP ha perdido la gran oportunidad de perpetuarse en el poder, al no haber sabido rentabilizar su mayoría absoluta planteando reformas imprescindibles que no admiten demora, en lugar de este coqueteo impresentable, irresponsable habría que decir, marcado por su dejadez en el cumplimiento de los planteamientos democráticos, o de los valores y símbolos del Estado, que ha difuminado su indiscutible acierto en las medidas adoptadas para la recuperación económica, cuya efectividad se muestra patente a pesar de que, al perecer, ni se quiere reconocer, ni se palpa en las encuestas, ni siquiera en las practicadas por el propio Partido Popular.

Y ya no digamos el PSOE, ni obrero, ni socialista, ni español, solo partido, que lo mimo pacta con los antisistema que con los separatistas, apoya a los estrafalarios difamadores tuiteros, o gobierna con el apoyo de los descontrolados de la coletilla; con sus contradicciones ha colaborado al envenenamiento del clima político y social y, por tanto, cómplice de sus consecuencias.

Significativo resulta el espectacular ascenso de Ciudadanos, su mensaje de la defensa de la unidad de España y de sus valores constitucionales, ha dejado en evidencia a los dos grandes del bipartidismo que, con sus ambigüedades, no solo están perdiendo sus señas de identidad sino que está favoreciendo propuestas antisistema que pueden representar un claro peligro si, como parece, el cabreo del votante tradicional no se recupera de su ofuscado hartazgo y vuelva a la cordura.

España es diferente, pero todo tiene su primera vez. Los políticos han jugado con fuego y ha venido el lobo disfrazado de coleguilla con coleta y su extintor de atrezzo: ahí tenemos Venezuela con su dictadorcillo bufón alardeando de demócrata y lo que ha dado de sí; para que veamos hasta dónde puede llegar una irresponsabilidad. O lo que han hecho de Grecia los colegas de los Podemos de aquí y sus homólogos con marca o sin ella: han hipotecado a cuatro, cinco, o más generaciones. O nuestra amada Cataluña, en quiebra técnica, a la mamandurria de papa Estado, por la irresponsable locura de un personajillo amortizado, que por aquello de la magia borras se le multiplican las cabezas, tipo falla de Valencia –toca madera-, pero que pueden dar mucho juego, o mucho fuego, vaya usted a saber. Dada la fragilidad de nuestro asustadizo presidente y su pusilánime respuesta el gobierno se encuentra con el campo minado y casi arrinconado en la portería, al albur de un árbitro que pita las faltas en catalán, por lo que Rajoy ha estado despistado, aunque según parece está recuperando el aliento, y el olfato.

Esperemos que el pueblo español deje para otro momento su más que justificado hartazgo, recupere la sensatez que en los momentos difíciles ha demostrado tener, y muestre su autoridad suprema en las urnas. El país no está para experimentos: los filibusteros y comparsas a los carnavales o festivales de su especialidad. Los partidos con programa y experiencia, a gobernar y levantar este país. Incluido Ciudadanos que debe utilizar su emergente situación para servir de bisagra, control y árbitro, adquiriendo experiencia para, no tardando mucho, ser alternativa de estado.

Y los políticos que se hayan salvado de la quema, que pongan su trasero a remojar, no tendrán otra oportunidad. Esa es la premisa que se impone, la que conseja el sentido común y la responsabilidad; suponiendo que les quede alguna.

Comentarios   

+2 #2 Pepe 02-11-2015 18:55
Muy bueno :lol:
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+3 #1 José Juan 02-11-2015 18:03
Me gusta mucho este articulo
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