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¡Muerto pero no vencido!

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¡Muerto pero no vencido! parece ser el epitafio de Arturo Mas, al que parece haber abandonado hasta el desodorante, pues huele a cadáver putrefacto al que ya no se acercan ni los encargados de la funeraria que aguarda su sepelio.

Este hombre ha llegado a tal extremo de delirio que se ha convertido en un estorbo para sí mismo, pues deja tal rastro de miseria económica, moral y política, para Cataluña, que cualquiera de los puntos cardinales le cierra la posibilidad de supervivencia, ni brújula capaz de indicar otra salida que no sea arrastrarse por los vericuetos de ese oscuro panorama que le hará rendir cuentas ante la justicia que él ha desafiado, acuciado por los tribunales y la corrupción. De ahí su empecinamiento y desequilibrio emocional.

Lo peor de todo esto es el desolador panorama que presenta Cataluña, sin gobierno y convertida en un muerto viviente, donde cualquier decisión puede ser peor que la contraria. Es como si no hubiera otro propósito que mantener la tensión con España para sacar el mayor provecho posible, sin tener en cuenta que esta región está paralizada, dividida en dos y en quiebra técnica. Tres días faltan para evitar nueva convocatoria de elecciones en Cataluña que a nadie interesan, incluido el electorado harto de tanta convocatoria, y lo más ridículo, todas las decisiones pasan por el espectáculo de la CUP -¡qué pandilla!, enfrentados y divididos –a pesar de ser solo unos cuantos coleguillas-; ha dimitido su líder, Antonio Baños, por desacuerdo en la decisión que toman ellos a pesar de la parodia de votación de sus militantes. Y qué más podría ofrecer Mas, a cambio, que no sea su propia miseria: una piltrafa despreciada y mendicante. Su dimisión beneficiaría a Junqueras que espera sacar réditos de tan confuso panorama.

Mientras tanto, todos –unos y otros-, están en la cuerda floja, un fracaso colectivo que pasa por salvar los muebles de cada cual, pues nada ni nadie va a salir beneficiado. Salvo alguna carta de última hora en la manga que reconsidere la decisión y poder sacar adelante la maltrecha apuesta soberanista, todo pasa por un lamentable espectáculo de larga agonía y muerte prescrita, cuyo deterioro tendrán que soportar varias generaciones, el desgaste del Gobierno que ha colaborado con su pasividad, y la irresponsabilidad de la oposición. Una vergüenza para todos que, como siempre, pagaremos los sufridos ciudadanos. Vamos a ver, a qué coste.

Elblogdepacobanegas 7 de enero de 2016

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