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ELECCIONES AUTONÓMICAS EN GALICIA Y PAÍS VASCO

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La mayoría absoluta de Fejóo refuerza a Rajoy frente a un PSOE abocado al fracaso  

Pedro Sánchez es el gran derrotado del 25 de septiembre por partida doble. Los peores resultados posibles para él y para su partido, se produjeron ayer en las dos comunidades donde los ciudadanos fueron a votar. Como bien escaso, los resultados finales de las elecciones autonómicas en Galicia y País Vasco han ratificado las tendencias de las encuestas que, por una vez, se han sacado la espina del acierto.

El PP conserva su única mayoría absoluta en una comunidad autónoma –éxito personal de Feijoo-  y concede a Mariano Rajoy un refuerzo de primera magnitud, tanto para un posible intento de investidura como para encarar unas nuevas elecciones generales, lo más probable, en diciembre. Con tres elecciones perdidas en solo nueve meses, el hundimiento socialista es de tal magnitud que hace insostenible la posición de Pedro Sánchez. Los socialistas gallegos se han visto superados por En Mareras en votos, aunque no en escaños, empatados a 14. Se  ha producido el “sorpasso”, que se ha visto confirmado en el País Vasco donde el PSOE pierde la mitad de sus escaños y es superado por Podemos. El PP salva los muebles con Alfonso Alonso como candidato, pierde uno y se queda en 9. Bildu a pesar de haber mantenido a Arnaldo Otegui como candidato de hecho, pierde cuatro escaños y se resiente de la irrupción de Podemos que también araña votos a los socialistas y consigue 11 escaños. El PNV gana claramente las elecciones vascas, superando su techo en dos escaños, consigue 29. Necesitará votos o abstenciones del PSOE y PP para llegar a la mayoría absoluta, aunque la ley vasca garantiza que siempre gobierna la candidatura más votada. Es evidente que podrá gobernar con comodidad. Ciudadanos no consigue escaños en ninguna de las dos autonomías. 

Si nos formulamos la pregunta de lo que puede pasar a partir de ahora, parece evidente que estos resultados solo pueden influir en el desbloqueo, suponiendo que los dirigentes territoriales del PSOE se planten a Sánchez y eviten esta tendencia de autodestrucción. Desde el 20-D no han hecho otra cosa que retroceder en una sangría de votos que han reforzado a Podemos en los gobiernos autonómicos que “conducen” con el apoyo del PSOE. Sánchez está sumido en la irresponsabilidad en contraste con Feijóo y Urkullu: equilibrio político, cualidad que en estos tiempos convulsos gallegos y vascos han sabido apreciar. 

Con amigos como Iceta –en el territorio convulso de Cataluña-, Pedro Sánchez no necesita enemigos. Por mucho que alimente el ego del Dios socialista y sus poderes infinitos, su escaso sentido del ridículo: ¡Pedro! !líbranos de Rajoy y del PP! ¡Por Dios, líbranos de ellos! El histerismo exaltado  es materia muy enigmática en estos tiempos donde el electorado reclama equilibrio y moderación: el atribuir  a Sánchez poderes infinitos para que vele, desde lo alto,  librándonos de Rajoy, la rogativa de Iceta podría estar más acorde con librarnos del PSOE o, mejor, de su alocado hacedor. Pero no tendremos esa bendición, la mediocridad alimenta el suicidio, Pedro Sánchez va a intentar, a la desesperada, un gobierno apoyado por la extrema izquierda y el nacionalismo independentista. Lo va a intentar porque nada tiene que perder. A pesar del descalabro sucesivo y la división interna de su Comité Federal, lo más probable es que se agarre a un clavo ardiendo y prefiera morir matando, si no se produce el milagro que busca con desesperación. Ante la disyuntiva del fracaso, el ridículo, la deshonra, su contumacia en el fracaso asumido por sus propios compañeros que ven impotentes el horizonte del PSOE, el partido que modernizó España y el que más tiempo ha estado en el poder en esta democracia.  

Con una vehemencia casi infantil, Pedro Sánchez “El Empecinado”, sigue enrocado en su empeño de mantener la insana actitud de confrontación insuperable en la que ha estado navegando desde su ascenso a la secretaría general del partido. Nunca Sánchez pudo soñar con llegar a más, ni el PSOE pensar que podría llegar a menos; a riesgo, incluso,  de arrastrar  al partido a la irrelevancia  y al suicidio. Ante la impotencia de los barones socialistas incapaces de poder enmendar el error de su ascenso, solo queda que el tiempo ponga a cada uno en su sitio, aunque un orgullo mal entendido confunda perseverancia con obcecación: en este caso muerto pero no vencido, con el peligro que conlleva la coincidencia de una desgracia que conduce irremediablemente  a la otra: la desaparición del PSOE. Mientras tanto España bloqueada, con inevitable daño a la sociedad española y, de manera muy especial, a la economía. 

26 de septiembre 2016 

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