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“Truco o trato”: el debate de investidura

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Me recuerda El Gran Bazar de Estambul, en Turquía. Un gran zoco o ferial es en lo que se ha convertido el Congreso de los Diputados. El mercadeo que obnubila por sus perfectas imitaciones, a las que seguirá el desencanto: el Rolex que no da la hora o un bolso Louis Vuitton que se decolora.

Sánchez reparte ofertas a medida, sofisticadas en apariencia para unos, chapuza improvisada  tipo mercadillo chino  para otros. De corta y pega dicen en Podemos, inconsútil como la capa pluvial de los obispos –sin costuras, una encerrona- para Ciudadanos. La pregunta sería: de donde va a sacar para tanto como promete.  

 Sánchez, maestro de la  prosopopeya, empecinado en dar cualidades animadas a lo inanimado, ha sorprendido por su osadía y ha pillado a sus competidores con el pie cambiado, es decir, descolocados. Unos y otros, otros y unos, culpan al contrario de los grandes retrasos que sufre  España que, como dice Raúl del Pozo, es indestructible. Esperemos que tenga razón y el desaguisado no convierta en inasumible su componenda. Un país se deteriora en una mala legislatura, la recuperación es la suma de muchos sacrificios. Los españoles sabemos bastante de esto y las hemerotecas testigo para los ausentes o los empecinados. 

En definitiva, una investidura que no lo es, cosa insólita en nuestra democracia, un cumulo de promesas que no se pueden cumplir por su insignificante aritmética parlamentaria, y una petición de apoyos que no tiene otra posibilidad que la izquierda radical y estrafalaria que pregona la anarquía y la desintegración. Discursos  inapropiados y chabacanos en los Podemos, con algarabía en las gradas, aunque hay que reconocerles cierta habilidad en la oratoria. Unos juegos florales, sin flores, teatro de vanidades  y autocomplacencia –tipo campaña electoral del candidato-  dirigida a afianzar su liderazgo en el Partido Socialista,  con una hábil maniobra  en el que hasta el Rey ha salido salpicado. 

 Pocas sorpresas cabe esperar en el sentido del voto, su alianza con Ciudadanos excluye a Podemos y viceversa, y ya no digamos con el Partido Popular al que ataca de forma inmisericorde a la vez que mendiga su  abstención, en aras de autoproclamarse “pieza angular” de las medidas que necesita el país. Un presidente de la Cámara que no escatima manipulaciones del reglamente para convertir en monologo el discurso del candidato, mezcla y mestizaje con Ciudadanos o Podemos, da igual con tal de cuadrar la aritmética, y un Parlamentó que escucha del representante de un partido independentista afirmar que la Republica Catalana es un hecho consumado. 

 Y, por salvar la excepción que confirma la regla, un discurso espectacular de Albert Rivera ilusionante, ágil, no hiriente, pronunciado en tono de altura política con letra y música de gran partitura para los ciudadanos, con una salvedad,  este idílica propuesta solo es posible invirtiendo los términos y ser el Partido Popular y Ciudadanos los que intenten convencer a los Socialistas de la necesidad de una gran coalición, ya que los populares tienen la llave de la cuadratura y tiene mayoría absoluta en el Senado. Se está perdiendo un tiempo precioso. Con estos resultados complejos y diabólicos, la realidad de lo que los ciudadanos han querido decir se ajusta a una aritmética parlamentaria de ciencia exacta: dos y dos son cuatro, lo demás solo son conjeturas y, aunque nada es descartable, la apariencia  conduce a unas nuevas elecciones. 

"Truco o trato" fue la política de Zapatero al que el escritor Francisco Umbral definió como infantil, inmaduro, dubitativo, indeciso y un poco tonto, esperemos que la historia no obligue a lamentar el recuerdo de este otro personaje ambiguo, ambicioso, osado, retador, temerario, y un poco listo.   

Elblogdepacobanegas  2 de marzo 2016

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