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Predicar en el desierto

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      El carnaval de la política ha convertido a España en un patio de vecinos mal avenidos. La pasividad de Rajoy y su pusilánime postura, a pesar de tener mayoría absoluta, nos ha llevado a una situación irreversible a la que no ha sabido hacer frente, y menos ahora con un gobierno en funciones que no es gobierno ni gobierna a pesar del estado de excepción en  que nos encontramos.

Y lo que podía haber sido un revulsivo consecuente y moderador ante la deriva que toma la democracia, aterroriza por su perspectiva,  la vehemencia de Sánchez y su ambición urgente y desmedida nos llevan a una situación de riesgo de imprevisibles consecuencias, acentuado por el motín interno de sus barones que lejos de apagar el fuego acumulan más parcela a su órdago indolente. Unos y otros son desleales a su patria, en la misma medida que los invasores, traidores de verbo inflamado y retórica patriótica, que se podía haber evitado antes de llegar a este espectáculo  infame. Lo de Cataluña es un juego agresivo donde queda claro que mandar solo significa mandar, da igual a qué precio.  Se mire por donde se mire supone un desafío al sentido común, es como si  hubieran perdido el juicio, no existe racionalidad, la sinrazón campa por sus respetos. Cataluña se ha convertido en un polvorín: la situación de desgobierno, la anarquía que ofrecen ante la pasividad del ejecutivo  y la indiferencia del Tribunal Constitucional produce escalofríos y sensación de impotencia. La provocación constante, la falta de respeto a las normas establecidas, la impunidad de sus representantes políticos, da la sensación de que han consolidado sus propósitos, que ya nada les puede detener, que se han desvinculado, que han conseguido su objetivo. Cataluña es independiente de facto, la evidencia se impone. El gobierno central ha perdido su autoridad, ellos establecen sus propias normas: desafían a la justicia, humillan al rey, la constitución Española es papel mojado, desprecian la bandera nacional. ¡Qué más tienen que hacer para el gobierno responda con la ley y la fuerza que le otorga la Constitución y el estado de derecho. ¡Qué ejemplo de autoridad estamos dando al mudo!. 

    Todo es reflejo de lo mismo. Vergüenza ajena, asombro y perplejidad ha producido a una buena parte del  electorado, y supongo que  a sus señorías,  el espectáculo de apertura de la XI Legislatura de la democracia, con el socialista Patxj López como presidente del Congreso a pesar de la mayoría en votos del PP: todo parece ser excepcional en esta legislatura. La representación circense ofrecida en el hemiciclo de Las Cortes por los antisistema, charanga y ridículo final, la excitación del parvulario al descubrir el juguete –mama con niño incluida-, una prueba de fuego más para esta España deteriorada que no sale del asombro y se está preparando para asimilar y hacer frente a una de las situaciones más complicadas de los últimos cuarenta años.

    Pasen y vean señoras y señores, lo nunca previsto, sus señorías juran en hebreo, por san cucufato o por la madre que los parió, mientras los guardianes de la carta magna -léase Tribunal Inconstitucional-, añaden coletillas, atajos y  “trafullas”,  para que la traca final suene chupinazo y el “Virrey” de turno declame con orgullo  que Castelldefels o  Puentedeume, o lekeitio,  ha conseguido la independencia, que todo se verá, si no, al tiempo. Lejos de la aproximación a que nos tenían acostumbrados Izquierda Unida y Ezquerra Republicana  -de aquellos vientos vienen estos lodos-, los independistas  Podemos y asociados han superado con creces cualquier previsión, y estamos empezando, esperemos  a que hayan tomado acomodo para ver de lo que son capaces.

    Tanto el presidente Rajoy, como el jefe de la oposición –en sus delirios por pisar moqueta-, lejos de aprovechar esta ocasión única, cacarean como gayo desplumado en el intento por justificar su poco talente negociador. Deberían ir mostrando cintura política en los acuerdos para solucionar los retos y las grandes reformas que necesita país, o retirase a meditar, demostrada su incapacidad. No hay tiempo para experimentos. España no se puede permitir retrocesos, y mucho menos la economía que no admite demora.

     Cualquier desafío al Estado debe ser repelido de inmediato, con todos los medios de la Ley y el estado de derecho, y sus ejecutores castigados de forma ejemplarizante.  Se necesitan políticos que defiendan, sobre todo, una España grande y fuerte. Los ciudadanos deberían tomar buena nota de ello. Si los votos que otorgan a Sánchez, una vez convertidos en escaños, los regala, para qué necesitan intermediarios.

   Y que nadie confunda mi discurso. La sensación de desgobierno que reina en España, la falta de autoridad y de respeto a las más elementales normas de convivencia democrática, la percepción de impunidad ante un gobierno débil y sin respuesta, y una oposición que pacta o mercadea con los enemigos de España, en aras de gobernar a cualquier precio, nos deja anestesiados e impotentes ante un futuro tan incierto. Mal camino emprendemos si no se obliga a respetar usos y costumbres del parlamentario, que se están diluyendo como un azucarillo. El respeto a las normas debe ser objetivo común del sistema, seguido de cuantos razonamientos y propuestas tengan a bien exponer sus señorías dentro del marco institucional y el estado de derecho. La vida parlamentaria ha degenerado a niveles de mercadillo. España se he convertido en territorio sin ley para cuanto se relaciona con la política, que Dios te proteja si robas una gallina aunque sea por hambre o absoluta necesidad, que no ha lugar pues esta es una de las obligaciones del Estado: nadie, y cuando se dice nadie es nadie, con hambre o necesidad, una vivienda digna, educación sin adoctrinamientos y,  prioridad absoluta, todos los esfuerzos dirigidos a conseguir empleo, trabajo para todos y cada uno de los españoles en edad de trabajar. Y todo esto está en juego si los políticos aparcan su responsabilidad, o no actúan con sentido de estado. Conviene repetirlo hasta la saciedad. A dónde conduce esta locura endiablada de los “anti todo” que Sánchez pretende conducir a modo de suicidio; el problema está en que España está implicada en la aventura como pasajera en el bólido.

    Se supone, no sé si es mucho suponer, que los diputados y senadores elegidos por sufragio universal, representan a todos los españoles, a los que les han votado y a los que no, bueno pues la evidencia muestra que lejos de este objetivo lo toman como patente de corso,  posesión del cargo con exclusiva representación de sus propias conveniencias, lo demás les trae al pairo, incluido intereses de estado y la soberanía nacional.

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