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Ha llegado la hora de la verdad en Cataluña 

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El estado tiene de su parte la Ley y la fuerza 

    La deriva torpe y suicida de Mas nos ha llevado a un proceso de fractura y radicalización que supone una de las más tristes páginas de la historia de nuestro país, y ya veremos. Ha traspasado sobradamente los límites de la Constitución y el estado de derecho. 

      Ya que el conflicto se hace inviable el Gobierno, por fin, ha reaccionado, iniciando una serie de procesos jurídicos como paso previo que, sobre el papel, suenan a prudente advertencia, pero que llegan tarde y se quedarán en lo que son, un obligado trámite.  Al final habrá que emplear la fuerza hasta donde sea inevitable y, como todas las cosas que se hacen a destiempo, posiblemente degeneren en situaciones que podrían ser irreversibles. 

    El Consejo de Estado ha dado carta blanca al Gobierno que, como primera medida, ha anulado un esperpéntico acuerdo que nunca se debió celebrar, Inhabilitando  a  la Presidenta de la Cámara, y la advertencia de  ir aplicando la fuerza hasta donde obligue la rebelión. El Consejo de Ministros extraordinario ha aprobado el recurso de inconstitucionalidad. 21 altos cargos de la Cámara han sido apercibidos por  escrito. El Fiscal Jefe de la Audiencia ha dado instrucciones a los  Mossos d´ Esquadra para que denuncien cualquier acto de desobediencia, y la abogacía de Estado advierte a los funcionarios que, en principio, han mostrado su predisposición a cumplir la Constitución. Todo este papeleo jurídico que en teoría ha cubierto todos los flancos y se ofrece como acción suficiente, en el fondo subyace una atmósfera de inseguridad que traspasa los límites de la amenaza, para situarse en la debilidad del Estado y la rebelión de los secesionistas. La salida del Presidente diciendo, más o manos, si sois buenos y desistís nos olvidamos y aquí no ha pasado nada, supone un balón de oxígeno para los separatistas estrafalarios de la Cup, Mas y compañía que, inmediatamente crecidos, envalentonados porque saben que la reacción va a ser mínima,   amenazan con la desobediencia. 

    Ha llegado el momento de decir basta. Hasta que el gobierno no empiece a actuar con dureza no se parará el movimiento separatista, irá a más. Rajoy tiene que reconocer de una vez que su pasotismo le ha creado un problema. Más no va a retroceder en esta huida  hacia adelante porque lo que se va a encontrar debajo de las alfombras va a ser un problema de tal magnitud que es muy posible que el remedio sea más costoso que la enfermedad. 

    Estamos viviendo una definitiva crisis de valores que tienen a la población catalana, y por contagio a todos los españoles,  en una constante  inquietud crítica del entorno con la sensación de vivir en un exilio permanente. La embriaguez dulce y lenta que termina haciéndonos creer que formamos  parte de un mundo donde es posible la tragedia. 

    El pueblo español está viviendo una crisis de valores que pide a gritos la regeneración de la clase dirigente  que solo piensa en gobernar a cualquier precio. Estamos necesitados de una clase política que haga  efectiva una nueva moral que regenere definitivamente el país. Personas como el señor Mas y sus satélites no tienen sitio en España por ser parásitos que optan por el aniquilamiento de la democracia,  y veremos a ver si no lo consiguen, no tardaremos en comprobarlo. El enfrentamiento entre españoles, nos puede llevar a preguntarnos si la democracia no es un sistema político periclitado que está cediendo su sitio a los fascismos antisistema que por la degeneración de los partidos tradicionales  se están adueñando de la escena política española. Trascender a los estrechos límites de la catástrofe catalana nos hace encontrarnos con una perspectiva más actual, la fragilidad de los principios democráticos y la necesidad de reaccionar ante el peligro de asentarnos, firmemente, en la fragilidad de los sistemas. 

    Los votantes españoles, tenemos que ejercer el derecho al sufragio con especial sentido de la responsabilidad. Esta vez no vale el voto del miedo, ni la capacidad para despertar entusiasmo, que también.  En estos momentos necesitamos un Estado  fuerte, que sienta vergüenza por la imagen que estamos dando en el exterior y a nosotros mismos,  que ponga un poco de orden en esta jungla y, si el gobierno elegido para la regeneración no está a la altura, en las próximas elecciones el castigo les pondrá al borde de la desaparición del panorama político. El pueblo español es soberano, sabe crecerse en la adversidad, tiene demostrada su madurez, y sabrá, con su voto, cuadrar el círculo caucasiano.   

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