La Navidad y, especialmente, la Nochebuena, desahogo del alma y de la humildad
Todas las fiestas, todas las tradiciones, cada instante del calendario, tiene su escenografía especifica: como un marco propio que pone una aureola conocida en los diversos latidos que tiene el pulso del año; una temperatura y una expresión psicológicas y espirituales, pero también, puramente atmosféricas.
La ciudad, de pronto, sin saber por qué, nos trae un sentido especial de Nochebuena; una oculta y misteriosa sensación. En el color del cielo que la cubre, en el hielo que se deshace en los tejados, en las hojas húmedas y pisoteadas de los árboles...Y en los tenderetes de las plazas amplias y ruidosas, con los clásicos motivos navideños, todos estos elementos naturales y artesanos con los que construiremos el belén o nacimiento clásico de estas fiestas.
UN PAÍS SIN RUMBO PORQUE HA PERDIDO LA BRÚJULA, EL TIMÓN, O LO QUE SEA.
Abrir puertas al diálogo, buscar pacto y desplegar mesas de reuniones entre los partidos resulta siempre positivo si es a partir de unas ideas claras sobre lo que es y ha de ser España. Y siempre que se tenga en cuenta que no hay marco legal posible para robar al pueblo español la soberanía que le pertenece. Porque la democracia no consiste únicamente en votar, como repiten machaconamente sus peores enemigos, sino en respetar las reglas de juego vigentes para que los participantes en el mismo, llegado el caso, no puedan cambiar el tablero de sus pretendidos territorios. Los populistas se han acostumbrado a la agitación y se apuntan a cualquier sacudida que contribuya a sembrar el caos.