LAS BARBAS A REMOJAR
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- Categoría: Opinión
- Publicado: Miércoles, 23 Noviembre 2016 15:51
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HEMOS LLEGADO A TAL EXTREMO DE ABANDONO INSTITUCIONAL QUE HASTA EN UNA CEREMONIA TAN SIMBÓLICA COMO LA APERTURA DE LA LEGISLATURA PRESIDIDA POR EL JEFE DEL ESTADO: EL REY, LA SOLEMNIDAD DEL ACTO SE HA VISTO EMPAÑADA POR LA ZAFIEDAD, EL DESPROPÓSITO Y LA VULGARIDAD. LA OFENSA NO SOLO LA SUFRE EL CIUDADANO, EL VOTANTE O LOS ESPAÑOLES COMPROMETIDOS O NO, LA HUMILLACIÓN MÁS CONTUNDENTE HA SIDO PARA EL LEGISLATIVO, LA JUSTICIA Y EL CONSTITUCIONAL, QUE TENDRÁN QUE PREGUNTARSE SI HAN ESTADO A LA ALTURA DE SU RESPONSABILIDAD
Escribía yo ayer, que los políticos españoles habían conseguido convertir España en una Torre de Babel por su dificultad para entenderse. Pero es más cómico que todo eso, han trasformado el Parlamento, que es la casa paterna de todos, en un circo de múltiples pistas donde los payasos compiten por mostrarse el más tonto o el más listo sin dejar de ser, de cualquier manera, payasos. Naturalmente, unos más que otros, pero sin demasiadas diferencias, y cuando las hay en la sensatez o la cordura, en marcada minoría. Incluso, los políticos con tradición y experiencia que todavía saben guardar las apariencias, reaccionan encogidos y asustadizos, faltos de ideas y soluciones, incapaces de dar respuesta a esta estrafalaria corriente populista que ha adoptado como lema el esperpento. No necesitan demasiado esfuerzo para mostrarse irresponsables, su inclinación innata los inhabilita de forma natural, y es tal la obcecación que les domina que hasta en los momentos más sublimes enrarecen el ambiente con una zafiedad contagiosa e insufrible. Son como Kamikazes, avanzan hacia la destrucción sin observarse ellos incluidos.
Las alarmas tocan arrebato, los ejemplos muestras imágenes que escalofrían los sentimientos; los desastres cunden tan cercanos que resulta incomprensible que no se imponga la reflexión. El mundo avanza hacia la destrucción, tan fácil como que un demente se alce con el poder y su ambición contagie en la locura, y de esto no están libres ni las democracias recientes ni las más consolidadas del mundo: EE.UU., Reino Unido, Grecia, Portugal, España ha estado a punto del suicidio; y ya no digamos los países de Oriente Medio, donde sus dirigentes viven en el genocidio y la destrucción masiva: auténticos criminales que algún día la justicia y la historia dará respuesta adecuada. No hace falta desarrollar los ejemplos, están en la mente de todos. ¿Pero qué extraño maleficio ha contagiad a la clase política que les ha inhabilitado reduciendo su sesera al tamaño de una nuez? ¿Cómo es posible que no sean capaces de ver que podrían trasformar, en este caso España, con solo unir esfuerzos, arrimar el hombro en la misma dirección, cambiar el odio a través de la voluntad en beneficio del país, de ellos mismos y, lo que es más contundente, de su familia y el futuro de sus hijos?
Dicho todo lo cual, y dando por hecho que yo puedo ser un imprudente al que la ignorancia le hace ser atrevido, tan simple como para no ser capaz de compartir con ellos su estrafalaria forma de comportarse, su incomprensible estilo de practicar la política –qué término más desprestigiado-, su escasa talla intelectual, algunos, no pocos, tan insignificantes que solo se les ve en multitud, tan estrafalarios que para hacerse notar necesitan el disfraz o la pancarta. Tan zafios en la dialéctica parlamentaria que necesitan la vulgaridad o el insulto para que se note que están. La displicencia de unos y la complacencia de otros abren las puertas al extremismo que conforma estas conductas: la zafiedad, el mal gusto la ofensa gratuita.
El Congreso de los Diputados alberga hoy un número creciente de personajillos de diverso pelaje empeñados en parcelar la unidad de España en pequeños reinos de taifas. La izquierda radical está siendo imitada por la izquierda moderada, ancladas en su imaginaria superioridad, que todavía confía en el sueño de la razón ilustrada. El discurso dominante se nutre de ocurrencias que pueden ser lamentables si las turbulencias no se remansas en el sentido de la responsabilidad.
No soy capaz de entender que hemos podido hacer tan mal como para dar lugar a que esta tribu haya podido llegar al Parlamento. O dicho de otro modo. Que ha podido ocurrir para que los políticos de guante blanco hayan estado tan distraídos como para que estos estrambóticos individuos les hayan superado, incluso humillado. Y mucho menos comprender como siendo tan veteranos en la demagogia y la manipulación, con tantos años de experiencia, se han visto anulados o sustituidos por una casta cuyos únicos méritos de currículo es okupa o vagos de profesión. Me reconozco incapaz de comprender como este clan ha sido capaz de igualar a toda la clase política en el desprestigio y el despropósito, hasta el punto de que el elector se ve incapacitado para distinguir. El votante observa que la “vergüenza” es un término en desuso y es posible que no sean capaces de mantenerse la mirada cuando están ante el espejo. O que este hecho justifique la desaparición de la corbata, al no mantener la mirada les inhabilita para hacerse el nudo, que ha pasado a la garganta de los más desfavorecidos para los que nunca hay soluciones. Los políticos se han quedado sin referencia para distinguir entre lo estrafalario, lo vulgar y lo correcto: las elementales normas de urbanidad, están transformando los templos sagrados de la Instituciones y el Estado, convertidos en mercadillos de truco y trueque. Nadie obliga a cumplir unas normas de respeto y educación, y díganme que democracia puede subsistir sin unos límites de igualdad: tu libertad termina donde empieza la mía. Tan sencillo como eso.
Y no es que yo sea catastrofista, me limito a ser un sufridor informado, con las mismas posibilidades que cualquier ciudadano de a pie, solo que no me conformo y utilizo el pataleo dejando claro mi descontento. Lo sorprendente es que siendo los peligros tan evidentes los responsables, que todavía podrían llegar a tiempo de enmendarla, siguen empeñados en el empecinamiento: muertos pero no vencidos. Así nos va.
22de noviembre 2016