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CAVILACIONES

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CAVILACIONES 

 

MI VISIÓN DE ESPAÑA (Y DEL MUNDO MUNDIAL) ES DEMASIADO PESIMISTA. 

La negociación del brexit y sus consecuencias sobre Gibtaltar. 

Cataluña y su régimen de excepción. 

Cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces. 

 

Necesito unas vacaciones. Mi visión de España (y del Mundo mundial) es demasiado pesimista y me temo estoy empezando a cansar a los amigos que nos siguen. Es preciso una reflexión meditada, si es posible al margen   de los medios de comunicación, dejando a la vida diaria que marque los tiempos, sin influencias de parte, viviendo el día a día sin la preocupación y la influencia que ejercen los telediarios, los periódicos de papel o digitales, las  emisoras de radio y, sobre todo, las tertulias con sus mensajeros adiestrados y agradecidos. Por supuesto, alejado de las Cámaras  parlamentarias y los partidos, verdaderos yacimientos de putrefacta demagogia. No sé si será posible, pues han manipulado nuestras vidas hasta extremos de no saber si somos capaces de reconducirla confundiendo nuestra capacidad para distinguir entre realidad y ficción.  Pero prometo a los simpatizantes y seguidores de esta página que lo voy a intentar. Y cuando vuelva de ese limbo en el que pretendo sumergirme,  libre de ataduras y lavados de cerebro, volveré a retomar la actualidad partiendo de cero. 

Antes de sumergirme y como punto de partida me gustaría dejar un resumen de la actividad política, consecuencias y previsiones que en estos momentos sobresalen como temas consecuentes y preocupantes, aunque me temo que, por mucha actualidad que ofrezca la noticia, poco haya que añadir que no haya dicho ya.  

Iniciamos nuestro recorrido por el país más poderoso de mundo, la democracia más consolidada: se le ocurrió a alguien hablar de secesión en Estados Unidos y la respuesta fue enviar varias decenas de batallones de infantería para sofocar el intento.  El desafío del Estado de Virginia lo solventó la democracia americana a bayoneta calada, no hubo contemplaciones. Sin embargo, desde hace  años, el influyente “The New York Times” defiende que Cataluña es un ente contrapuesto a España, y en su versión online apuesta por un referéndum en el que gane el “no” y una negociación para mejorar el trato económico a Cataluña. Una  especie de elegía a la estupidez que jamás se atrevería este periódico a contemplar para su país a pesar de la ola de populismo que le ha invadido. No ha sido el único medio de  opinión que no supo entender lo que se les venía encima con Donald Trump y sus discursos económicos optimistas. Según cálculos de la Oficina Presupuestaria del Congreso  22 millones de personas se quedarán sin seguro con el desmantelamiento de Obamacare, la reforma sanitaria impulsada por el expresidente Obama. La gran mayoría de los que se quedarían sin atención médica estarían entre la población de bajos recursos, los más vulnerables en la mayoría de los Estados de la Unión  en los que la crisis ha arrasado con la clase media, y donde también dice  la Constitución que todos  somos iguales ante la ley. Y esto no ha hecho más que empezar. El Gobierno de la Casa Blanca se ha comprometido a impulsar la economía con una lluvia de millones en infraestructuras y una reforma fiscal ambiciosa. Pero el Fondo Monetario Internacional parece no confiar mucho en estos planes al lanzar un jarro de agua fría sobre el discurso económico de Trump, el organismo monetario no solo no cree en el crecimiento económico que el presidente y su administración han cacareado, sino que caerá por debajo de anteriores predicciones, contaba con un crecimiento del 2,3% para este año que ahora lo deja en el 2,1%, y  pronostica una caída del 2.5% para el  año que viene, poniendo de relieve la incongruencia de la Casa Blanca para reducir impuestos y recortar el déficit de forma simultánea. 

En un mundo agitado por vientos de libertad, el objetivo es eliminar al adversario y a la democracia que, de hecho, está contra las cuerdas a estas alturas del desparrame.  

 

La negociación del brexit y las consecuencias sobre Gibraltar. 

No va a ser fácil el “ajuste de cuentas” entre Bruselas y el Reino Unido como consecuencia del Brexit. En primer lugar porque se supone que todo el proceso debe incluir un componente de ejemplaridad para no sentar el precedente de que abandonar la UE puede ser algo tan sencillo. Un año han necesitado para empezar  las negociaciones de divorcio  y el convencimiento de que este proceso debe terminar antes de dos años con o sin acuerdo. Lo que indica el panorama es que todo este proceso es demasiado complicado: se subraya que la factura que debe pagar el Reino Unido por  obligaciones contraídas y deudas es de 100.000 millones, y por el momento se niega a pagar importe alguno  sin reconocer la deuda. Una pescadilla que se muerde la cola. Sus pretensiones de fronteras abiertas a sus exportaciones, mantener el mercado único, la máxima cooperación en los programas de investigación, pero sin embargo no admite la libre circulación de ciudadanos comunitarios. Una desconexión a la carta. Han empezado una negociación sin la más remota idea del fiasco que representa el Brexit. El viaje a ninguna parte de Theresa May revela que la mayoría de los británicos son conscientes de que la decisión está teniendo más inconvenientes que ventajas, y en vista de cómo se están desarrollando los primeros contactos inmediatos, confusos y poco ambiciosos, los líderes europeos  están reaccionando con frialdad y desconfianza. La principal dificultad sigue siendo quien dirimirá los casos de discrepancia, Bruselas pretende que sea el Tribunal de Justicia Europeo y May no quiere ni hablar del asunto. 

 La primera ministra británica, acusada durante meses de utilizar al millón y medio de británicos que viven en la UE, la mayoría de ellos en España, como mercancía de cambio en la negociación, por fin ha presentado su propuesta detallada para los 3,2 millones de ciudadanos de los países de la UE que viven en el Reino Unido. En el documento propone un nuevo estatus de “asentado permanente” para todos aquellos que acrediten que llevan cinco años residiendo en territorio británico y puedan demostrar que ganan más de 18.600 libras, con un nuevo carnet de identidad que permitirá reagrupación familiar e idénticos derechos en asistencia social, sanidad y pensiones. Naturalmente, estatus que sería aprobado si hay reciprocidad para los británicos que viven en otros territorios de la Unión. 

La diferencia está en que aunque parezca que a los comunitarios del Reino Unidos se les ofrezca disfrutar de los mismos derechos, lo más notable es que tendrán que contar con un documento del Ministerio del Interior acreditativo de estar plenamente asentados en un país donde no existe el DNI. 

Todo está resultando demasiado complicado, mientras se celebran estas negociaciones se está discutiendo sobre la distribución de las rutas aéreas del cielo europeo que todavía incluye al Reino Unido pero que nadie sabe si se mantendrán y por cuanto tiempo. Por otra parte, el Gobierno Británico que se suponía iba a llegar reforzado mediante las elecciones anticipadas celebradas a mediados del pasado abril con una mayoría aplastante que les permitiría negociar sobre una posición de fuerza, han resultado un fiasco que solo les ha permitido salvar los muebles gracias al apoyo de gobierno con los unionistas del Ulster, un partido nacionalista  corrupto y xenófobo (así lo define la prensa británica) que le va a dar muchos dolores de cabeza a Theresa May que ha perdido la fuerza y la estabilidad que le diferenciaba de su antecesor, David Cameron, que cometió el grave error de caer en la ola populista  del ”derecho a decidir”, y de ahí al Brexit al convocar un referéndum suicida. Un error ha llevado a otro. La torpeza, increíble, de convocar elecciones anticipadas teniendo mayoría absoluta, el convencimiento de un Brexit duro como consecuencia de a mentalidad imperial cuando el imperio ya no existe y, además, sin reconsiderar su debilidad en la negociación, es decir marcharse de la UE sin acuerdo y en las peores condiciones posibles. Pero existe la posibilidad, el gran temor de que, a última hora, los ingleses se vuelvan atrás y no se vayan. Difícil pero posible. Los ingleses han cometido un error de incalculables consecuencias pero Europa los necesita pegados a ella. Si las negociaciones derivan en mercadillo de conveniencias y el forcejeo cuerpo a cuerpo pone de manifiesto  los estropicios del divorcio, la Unión Europea quedará herida de muerte.  

El peligro para España es que el Gobierno no defienda con igual celo nuestros intereses  en Gibraltar y los ingleses sigan gozando de los suyos, como seguro intentarán. El ninguneo indecente que los sucesivos ministros de Exteriores españoles han mantenido en anteriores procesos nos hace temer su incapacidad para aprovechar esta oportunidad única. En España todo es posible, hasta la casualidad viene disfrazada de intención, el ridículo ha adquirido rango institucional, la anormalidad ha copado el espacio público, así somos, no sé si diferentes, pero sí distintos, no sabemos distinguir lo preferente, así nos va.   

Repito, el Brexit es la única oportunidad que tiene el Gobierno de turno para solucionar el problema de Gibraltar por tanto no hay más remedio que definirse. Bruselas, en la conveniencia de apoyar al que se queda y no al que abandona, ha dejado claro que “ningún acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido se aplicará a Gibraltar sin un acuerdo previo entre Reino Unido y España”. El Gobierno británico ha contestado con un documento donde expone su tajante desacuerdo: los acuerdos se aplicarán al conjunto del Reno Unido, que comprende Escocia, Gales, Irlanda del Norte, Inglaterra y Gibraltar”, es decir, defenderá a la colonia como propia en cualquier caso. Y para que no queden dudas aclara que protegerá “a los naturales del Reino Unido y a los ciudadanos gibraltareños” con la misma rotundidad. 

¿Y qué ha contestado España?  El actual ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso María Dastis, en la línea de quitar hierro al asunto lo ha calificado de pequeño problema, posiblemente no queriendo echar leña al fuego y, sobre todo, evitando que le pase como a su antecesor, José Manuel García Margallo, que, mostrando un poco de patriotismo responsable, orgulloso de ser español, se le ocurrió decir que “en dos meses estará ondeando la bandera española en el Peñón de Gibraltar”, solo pudo repetirlo una segunda vez, antes de la tercera fue relegado del cargo y arrinconado en una comisión del Congreso. 

Ni siquiera el Rey, Felipe VI, en su visita de Estado a Londres, ha podido suavizar la arrogancia inglesa con su generosa oferta de diálogo sobre el Peñón. El Gobierno británico empaña la cordialidad de la visita con una contundente respuesta: no hay debate sobre Gibraltar.

 

Rajoy en estado puro, no pierde ocasión para demostrar que sigue siendo el “payaso más listo del circo” que hoy representa el Congreso, y puede que sea verdad pues Pedro Sánchez que ahora no tiene escaño (pronto lo tendrá) y ha estado a punto de desbancarlo varias veces,  alterna el “tonto y el listo” con insufrible indolencia, la última unirse a los antieuropeos contra el tratado comercial con Canadá. Otra ocurrencia de las suyas. 

 

 

Cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces. 

La suerte es el último refugio de la pereza y la incompetencia. Rajoy y Sánchez, Sánchez y Rajoy, que tanto monta, encumbrados a la categoría de  “personajes” por aquello de que en un mundo de ciegos (anestesiados) el tuerto tiene más posibilidades de tanteo, consiguen trepar y medrar, no por méritos o capacidad, sí por oportunismo. Lo estamos viendo, o palpando diría yo, los dos necesitan lazarillo pero les falta generosidad, incapaces de prestarse auto-ayuda,  sobre todo al bajar los escalones: se adelanta el pie confiadamente y se pega un gran pisotón en el suelo. No es torpeza es incapacidad. La incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente. Lo he dicho de mil maneras diferentes y siempre me pasa lo mismo, aunque suena a repetido la circunstancia obliga a improvisar. 

Cataluña y su régimen de  excepción 

La alarma ha sonado como nueva porque el lobo, que ya se ha comido a Caperucita, anuncia su intención de devorar  a los “siete enanitos”.  

Las alarmas han sonado, con más fuerza que nunca, al presentar “La ley del Referéndum” con la que pretenden dar forma democrática a este auténtico golpe de estado. Pero ¿que hay de nuevo en el proceso independentista de Cataluña que no sea poner de manifiesto, una vez más, la incapacidad, impotencia, el bloqueo inoperante del Gobierno para frenar el desafío?  La “ley de autodeterminación”, con la que el separatismo pretende dar cobertura a su consulta, es un engendro jurídico que no necesita muchos sesudos argumentos para concluir que es ilegal, absurda y carente  de legitimidad. Una carrera delirante hacia una declaración unilateral de independencia que está pidiendo una respuesta contundente porque en el caso de que la consulta fuese legal, imponer por la fuerza una “república independiente” es un chantaje a 47 millones de españoles. Los delitos penales son evidentes: reclaman ejemplaridad.  

Por muy primario y principal que sea el acto de votar, si lo que se vota no está autorizado por la ley, el Gobierno tiene el deber de impedirlo. El imperio de la ley es lo que permite que Cataluña tenga autonomía, que pueda gobernar su territorio, pero sin ignorar las normas en virtud de las cuales ejercen estas funciones y, lo más grave, violando los principios más elementales de la democracia. Llevamos años de dialogo (traducido a concesiones de derroche a costa de todos los españoles) intentando disfrazar la provocación constante y su proyecto de independencia unilateral. Y si se han atrevido a ponerlo en marcha es porque se saben dueños de la iniciativa: un Gobierno débil que no ha sabido hacer frente a este órdago ofensivo, un Tribunal Constitucional que interpreta de “aquella manera”, una oposición  que deambula sin rumbo por que ha perdido la brújula, una autoridad ficticia que impone a los catalanes la obligación de sumarse a su delirio,  y una comunidad nacional adormecida, resignada. 

El cuento de nunca acabar. Un chiquilicuatre de la política, el presidente de esa pretendida República Catalana se reserva la facultad de nombrar, no solo el fiscal general, sino también el presidente del tribunal supremo, preparando el terreno a los juzgados que sobreseerán los procesos penales de  los procesados por cualquier delito, empezando por la familia Pujol. (Algo parecido a lo que se podría decir de Mas, Rigau, Ortega y Hons). Un auténtico golpe de estado, más duro que el que Maduro está practicando en Venezuela para que no quede rastro de la oposición y que, según estamos viendo, es lo que Podemos y Cia propone y pretende para España. 

Y a todo esto qué dice lo que queda de PSOE y su renovado líder, Pedro Sánchez, más “arrogante” que nunca, que ya es decir, presumido, valentón, altivo, soberbio, engreído, “piripintado”, cualquier cosa que destaque. Zalamea al Rey para que le de brillo. Odia a Rajoy porque pretende sustituirle. Propone un Estado Federal para Cataluña con la pretensión de ser el Cherif. Una Nación de Naciones Para España porque aspira al súper poder, cualquier cosa con tal de conseguir lo que él llama “renovación nacional” aunque para ello tenga que “abrir en canal” la Constitución que nos ha dado estabilidad y  permitido vivir en paz durante más de 40 años, para convertirla en el “ungüento amarillo”, bálsamo para todo, un panfleto de interpretaciones varias o cuartadas para digresiones golpistas. Delirios de personajillos que no se detienen ante nada con tal de mantener su estrafalario poder. Totalitarismos como el que ha impuesto Maduro advierten de la gravedad del contagio,  Venezuela es una referencia para España y su democracia. Finalmente, los venezolanos han tenido que salir a la calle a reivindicar su libertad, viendo morir a sus hijos amenazados por esta banda de totalitarios con su tópico de la distorsión y la manipulación. Convendría ir tomando nota 

13 de junio 2017

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