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Caso número 002

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   SGAE: SOCIEDAD GENERAL DE AUTORES DE “ESPAÑA”

 

 

  A IMAGEN Y SEMEJANZA

 

      Decía Sinesio Delgado en su discurso inaugural refiriéndose al “invento” de la Sociedad de Autores: “Líbreme Dios de pensar que he descubierto el Mediterráneo”. Naturalmente, no había descubierto el Mediterráneo, pero muy lejos estaba él de pensar que se hallaba ante un torrente tan inmenso que bien le habría podido llamar el “moneiterráneo”. Pero líbreme Dios a mí de tomarme a broma tema tan delicado, son otros sentimientos los que mueven a introducirme en tan enrevesado laberinto. La primera pregunta que se me ocurre ¿qué es, qué fines persigue, y qué misión cumple la SGAE, heredera de aquella Sociedad de Autores de Sinesio Delgado? El título 1, artículo 1 de sus estatutos dice literalmente: “Asociación sin ánimo de lucro  con carácter de entidad de gestión de derechos de autor…”. ¿Cumple realmente este cometido?

     Así iniciaba yo un artículo  titulado EL REALIZADOR DE TELEVISIÓN: La nueva Ley de Propiedad Intelectual y la SGAE. Fue publicado a doble página -centrales- en la revista ANTENA (número 56- noviembre 1992) de la Asociación de Profesionales de RTV. Recientemente se había publicado la Ley de Propiedad Intelectual que incorporaba a los realizadores de cine y televisión y, en principio, todo parecía indicar que su desarrollo transcurriría por  cauces de normalidad, incluso, con el convencimiento de que dada la envergadura del cambio transformaría la propia estructura de la institución, pero todo resultó un espejismo, un esfuerzo titánico de  ambos colectivos porque se cumpliera la normativa y los derechos generados se administraran en cauces de normalidad. Fue una misión imposible, durante todos esos años este organismo aparecía como una fortaleza inexpugnable, dictatorial, prepotente, a imagen y semejanza del convulso panorama político que vivía y vive España. La SGAE se había convertido en una monstruosidad insaciable, asociada al poder, donde unos y otros, estos y aquellos, protegidos y amparados por la complicidad, la indiferencia, el favoritismo, o una legalidad desorientada y torpe en sus procedimientos, gestionan los derechos de los autores españoles y los reparten según sus propios criterios. No importa la mala imagen creada, aireada sin tapujos por los medios de comunicación y la antipatía ganada a pulso, no solo de una gran parte de sus socios, también de millones de españoles.

      Posteriormente, durante muchos años, manejando todo este gigantesco entramado, la figura indiscutiblemente temida, adulada y odiada, una especie de Al Capone rebautizado como Teddy Bautista, que al frente de su Banda dio prueba fehaciente de su habilidad en juegos malabares con las finanzas; no era casualidad, desde muy temprana edad presentaba maneras; en un juvenil grupo musical de los 60 ya daba muestras con su “Ponte de rodillas” de lo que sería su pauta más severa al frente de esta institución. Y conviene recordar que lo hacía en inglés -los españoles no teníamos tiempo de aprender idiomas- supongo para que los altos mandatarios tuvieran excusa al no enterarse  de nada. De pronto este edificio tan carismático se había convertido en escenario de las pulsiones más secretas, alguien manipula el procedimiento  porque el sistema tiene secuestrados a sus socios, a unos los aloja en jaula dorada mientras otros en la sospecha y la suspicacia. Los cambios se fueron sucediendo al calor del cambio político, otorgando privilegios y mirando para otro lado. La posición moral de los directivos de la SGAE daba muestras de un gran escepticismo ante la forma voraz con la que empezó a actuar, imponiendo su propio modelo económico que, a la vista está, favorecía a los que estaban con el sistema en detrimento de los que no aceptábamos el doctrinario y las formulas preconcebidas. Bautista pone un juego un arsenal de recursos para hacer efectiva esta actividad empresarial, crea negocios al borde de la excentricidad y diseña proyectos imaginativos hasta el límite mismo de la exageración; las situaciones se encadenan al calor de un grupo de participantes asesores nombrados en circunstancias interesadas que mueve como marionetas de guiñol. El enredo fluctúa entre lo intencionado, la comicidad o el sarcasmo. Pero aunque esta mezcla de drama y esperpento no alcance el equilibrio deseable, a nadie sorprende que una entidad de gestión se desenvuelva en estos parámetros empresariales, mueva estas ingentes cantidades de dinero, y se acerque peligrosamente a una arquitectura empresarial de adjetivación inapropiada y truculenta. No hace falta alusiones, nadie parece estar interesado en levantar las alfombras, porque el desafío mayor es la utilización de recursos convencionales para hacer creíble la historia. La rutina convierte en espejismo, la confianza campa por sus respetos, y la realidad se distorsiona hasta extremos de prepotencia, fomenta la ambición y aparecen las maniobras conspiratorias. Todo transcurre dentro de la entidad como un anecdotario de intrigas con el esquema de una novela de enredo. Hay muchos intereses en juego. La SGAE atraviesa una crisis de valores donde los enfrentamientos, los juegos de poder y la corrupción, complican la regeneración de la entidad, como se ha puesto de manifiesto pasados los años, después de la Operación Saga contra la supuesta trama parasitaria llevada a cabo por la Guardia Civil y los tribunales de justicia. La detención del presidente de la entidad y de sus principales colaboradores por un presunto delito de fraude por el desvío de fondos de la SGAE, supuestamente a sus bolsillos; el procesamiento de sus máximos responsables por supuesto delito de apropiación indebida, administración fraudulenta y de estafa, según la fiscalía anticorrupción, por un total que se estima que puede elevarse a varios cientos de millones que habrían sido derivados a cuentas particulares.   

     Tales mimbres se utilizan en la parodia que no sé si tendrá lectura positiva; difícilmente, pues en este país nuestro nadie devuelve lo robado si es en cuantía suficiente para hacer visibles los resortes. Que Dios te proteja si se trata de una cantidad miserable, o conllevas caudal en grado de ficcionalización ejemplarizante.  Si eres político, o cosa parecida como en este caso, de cárcel ni hablar. Si es inevitable por escandaloso, poquito y de cinco estrellas, no vaya a ser que mañana me toque a mí, o al colega más cercano. Y, por supuesto, aplicando esa ley de no sé cuándo,  si no se inventa y, en todo caso, una amnistía, o el indulto. Poco hay que pedirle a la imaginación para convertir en esperpento esta realidad desaforada que pide una regeneración que posiblemente no hallará nunca.

     José Luis Acosta es el nuevo presidente de la entidad, llegó al puesto por conveniencias de grupo, tras una reñida votación: se impuso al candidato de los músicos, José Miguel Fernández, por 20 votos a 16. Ambos pretendieron acceder al cargo  por la destitución de Antón  Rixa tras su breve mandato como sustituto de Teddy Bautista. Acosta es definido por sus propios compañeros como hombre de “bajo perfil”, incluso, un famoso cantante afiliado se ha permitido ironizar: cómo puede estar al frente de los creadores españoles un hombre que no ha tenido en su vida un puto éxito. La polémica está nuevamente servida. Algunas asociaciones de músicos de la SGAE han mostrado su profundo rechazo al nombramiento y  vuelven a enarbolar la bandera de la escisión y separarse en entidad propia: Auralia, como sucede en Francia (El Mundo: 26/7/2013). En su discurso inaugural, el nuevo presidente afirmó: Ninguno de los grandes problemas que afectan a la SGAE son responsabilidad de esta junta directiva. Mal principio y peor presagio, debería haber añadido: los asumimos porque esa es la responsabilidad que hemos adquirido. Nadie les ha obligado a ocupar el cargo.

 

 

     No sé con qué propósito, ni siquiera el fin que con ello he pretendido, posiblemente ninguno, me puse a trabajar con la intención de confeccionar una historia de esos años, a través del voluminoso archivo que conservo, y confeccionar un relato documentado de la lucha que mantuvimos con la SGAE por los derechos contemplados en la Ley de Propiedad Intelectual a la que nos estamos refiriendo. Además de una referencia constante y controvertida en los medios de comunicación, lo que supone un valor añadido. El resultado,  un extenso  alegato, un voluminoso informe de más de cien páginas, apoyado en una exhaustiva e irrebatible prueba documental, dirigido de forma personal al presidente de la entidad, José Luis Acosta, que fue presentado en el registro general de la SGAE el 12 de agosto de 2013. Recibí contestación inmediata.

     Con fecha 13 de agosto de 2013, firmado por Begoña Quintana, Secretaria de la Presidencia:

 

 

       Muy señor mío:

 

       Acuso recibo a su escrito y anexos dirigidos a Presidencia y procedo a tramitarlos a la Dirección de Relaciones Institucionales y Socios para su correspondiente estudio y debida respuesta.

 

      Un cordial saludo

 

     Ha trascurrido más de un año, desde su presentación, y no he vuelto a tener noticia alguna sobre este asunto. La palabra es lo único práctico que nos queda cuando se acaban los recursos. La oportunidad de publicación de estas memorias me invita a incluir un resumen formal y minucioso del informe citado complementado, ahora, con puntos de vista sugerentes para cuantos estén interesados por los acontecimientos de aquellos años. Muy poco he tenido que pedirle a la imaginación, el retrato que de ellos mismos ofrecen los ejecutivos de la SGAE a través de sus documentos escritos, o en los recursos convencionales, ha sido suficiente desafío para hacer creíble la historia que les he querido contar. Hay otro elemento más que puede contribuir a la cercanía con el lector, la vinculación explicita entre el pasado y el presente que invita a reflexionar sobre la corrupción como sistema amoral conocido que aquí se analiza  desde una inquietante perspectiva.

 

 

 

 

 

 

 

   NO ERA EL MEDITERRÁNEO,  PERO SÍ UN INMENSO DESPROPÓSITO

 

     Ingresé en la Sociedad General de Autores de España, tras las formalidades previas, el 24 de octubre de 1988 (Socio 40.282) Se trataba de confiarles la gestión y defensa de los derechos de autor que me otorga la Ley de Propiedad Intelectual 22/1987 de 31 de noviembre, a través de las aportaciones que se deriven de mis programas o de mi participación en otros de autoría compartida contemplados en la Ley. Desde ese momento, la SGAE adquiere derecho ante terceros y autoridad para reclamar y recaudar las cantidades derivadas de obra emitida en formato audiovisual en la que mi nombre figure como autor del guión, adaptación al medio TV, o director-realizador. Cualquier importe o cantidad que esa sociedad –SGAE- haya cobrado, o perciba en el futuro, por obra emitida en la que aparezca mi nombre en cualquiera de estos apartados tendrá necesariamente que revertir en mí, una vez descontados los importes que le correspondan para contribuir a su sostenimiento como sociedad de gestión sin ánimo de lucro y actividades de carácter asistencial en beneficio de sus socios, porque así lo establece la Ley y sus estatutos.

     Todas estas precisiones que, en principio, pueden parecer innecesarias, toman especial relieve en la exposición que aparece en páginas sucesivas, como se desprende de la documentación que se irá incorporando oportunamente, de mi relación con la SGAE y las personas que gestionaron la defensa de mis intereses en esos años a los que me refiero.

     Los directivos de esta etapa anterior que tanto desprestigio ha acumulado –al conseguir unificar el sentir general del ciudadano de a pie- como organización de tipo mafioso, dudosa en escrúpulos, con escaso o distorsionado sentido de la moral (abiertamente aireado sin tapujos por los medios de comunicación)-, es evidente que no todos los socios éramos gestionados con los mismos criterios de equidad que la Ley, la justicia, y una gestión responsable exige, sino con un arbitrario criterio que, como demostraré en cada momento, manipulaba los derechos de unos para favorecer los de otros.

     Ni una sola vez de las que pretendí, en su momento, presentar un parte de “declaración de obra” para el cobro de las cantidades correspondientes, me he encontrado con una actuación normal; más bien ha supuesto un esfuerzo contra una inexpugnable barrera de obstáculos. Cuando conseguía presentar todo el papeleo y trámites exigidos,  lograba sortear el sistemático “no a todo”, cuando ya la cosa parecía haberse normalizado, se pierden los documentos, se traspapelan los partes de declaración, y yo me entero siete u ocho meses después porque se me ocurrió ir a reclamar. O se me comunica que determinados capítulos de una serie no producen derechos, cuando son prácticamente iguales y del mismo corte que el resto y tienen, además, otros gemelos que sí han sido incluidos en la liquidación. 

     O cuando todos los obstáculos parecen estar vencidos se equivocan y le ingresan al autor del texto toda la liquidación y tengo que empezar de nuevo, repetir el papeleo, firmar nuevos trámites para darme un anticipo como solución.  Recibo la liquidación, por llamarle de alguna manera, y esta es una simple hoja que dice: derechos generales, “tanto”, entregado a cuenta “tanto”, saldo “tanto”. Voy a reclamar y resulta que el detalle estaba en un cajón, se había traspapelado y, naturalmente, una vez examinado no se ajusta en absoluto a la realidad. Más tarde me dirían, en una de sus cartas, que estaba en la asesoría jurídica: posiblemente maquinando algunas de sus artimañas.

     Lo más esperpéntico del asunto es la cantidad de trámites, gestiones y papeles que el autor tiene –o tenía- que  presentar para iniciar la gestión de cobro. Y más teniendo en cuenta que la SGAE  no se anda con “chiquitas” a la hora de exigir y cobrar los derechos que gestiona (exageraciones incluidas): de sobra es sabido lo contundentemente demoledores que resultan cuando alguien –empresa o particular- se aparta un pelín de las normas que  establecen. Y más ahora que tienen la facilidad de grabar toda la programación de cualquier canal y podría decirse, con total seguridad, que resulta imposible escapar a su control. Por tanto, y ateniéndonos a la misma vara de medir, no entiendo por qué tengo que convertirme en gendarme, detective, experto en esta parcela de autor, y abogado, para que sean rigurosos en la liquidación de los derechos que me asisten.

     Una vez registrado como socio de la SGAE, todas las cantidades-absolutamente todas- que ustedes hayan cobrado, o cobren, por la emisión de un audiovisual en el que aparezca mi nombre  en cualquiera de los apartados que generan derechos, tendría, o tendrá que ser reembolsado: en la parte que corresponda. La SGAE es una sociedad de gestión, su sentido, su razón de ser, es la defensa de los derechos que yo y otros miles generamos, y no parece lógico que se convierta en legislador, en árbitro, decidiendo de manera dictatorial si una obra emitida (antes en TVE, la única) en cualquier canal de televisión, en la que yo aparezca como realizador –por ejemplo-, genera o no derechos para mí.

     Como en el caso de los espacios dramáticos que no se me practicaron las liquidaciones alegando que no había sido autorizado (me remito a la prueba documental). No es posible imaginar semejante despropósito si no se introduce algún interés sesgado, algún espurio manejo, para poder entenderlo. Estos señores que aparecen en el audiovisual como autores del texto habían firmado contrato previo con TVE, mediante una determinada cantidad,  en el que ellos, los autores de las obras de teatro a que nos hemos referido, de manera expresa, conceden autorización para adaptar el texto a las necesidades del formato audiovisual y, posteriormente, poder emitirlo –ya convertido en espacio dramático-audiovisual- por cualquiera de sus cadenas. Como consecuencia de este contrato, y en pleno uso de sus derechos, Televisión Española encarga a uno  de sus realizadores, en este caso a mí, la misión de darle vida a la acción dramática como director de escena, elegir a los actores que  considere idóneos para interpretar a los personajes –tras un tiempo de ensayos-, convertir el texto en imágenes como experto realizador que soy y, por tanto, la adaptación necesaria para ajustarlo al formato audiovisual. Incluso, algunas de estas obras llevan incorporadas secuencias rodadas en exteriores –en espacios naturales- para mayor enriquecimiento  del tiempo y de la época, que no figuran  en el libreto entregado por el autor y que son licencia  que se ha permitido el realizador -yo, en este caso- en el uso de las facultades que le han sido conferidas. Es más, una vez terminado y listo para emitir en la cabecera del programa, seguido del título de la obra en cuestión, figura mi nombre como Adaptador, Realizador Y Director, y no tengo constancia de que estos autores hayan presentado querella alguna contra mí porque yo haya figurado en la pantalla, ante una audiencia de millones de telespectadores, ocupando un puesto de tanta relevancia que deja disminuido al autor del texto a la cuarta parte de su expresión. Naturalmente, ellos –los autores del texto- saben que el contrato previamente firmado contiene autorización para este  proceso, como es obvio, al tratarse de una televisión -exigencias del medio-. Solo la manipulación de los directivos de la SGAE pudo dar lugar a este disparate, amparados en la impunidad con la que actuaban  en esos años, sin control oficial alguno,  a sabiendas de estar por encima del bien y del mal. Afortunadamente el telespectador, la crítica y los medios de comunicación saben  quién es quién en un programa de televisión y, como hemos podido apreciar recientemente, también quién es quién en la SGAE. O quiénes eran, porque se supone obligado un margen de confianza a la nueva junta directiva que –tras este lavado de estómago- se ofrece renovadora, con criterio  de equidad y servicio público, dispuesta a demostrar que una buena gestión podría devolver el prestigio perdido, necesario e imprescindible en una entidad de estas características que tanta repercusión provoca. (O, al menos, esto es lo que se espera de ella.)

     Con este criterio de razonamiento expuesto podrían incluirse las obras de teatro que la SGAE denomina preexistentes (de las que con mayor detalle hablaremos en su momento) en las que el realizador no elabora la adaptación del texto porque la obra viene dirigida, desde el punto de vista escénico, por otro profesional, pero es evidente que para poder emitirla a través de un canal de televisión hay que traducirla en imágenes, convertirla en obra audiovisual y, como consecuencia, imprescindible que un especialista en esta materia, el realizador, dirija el proceso, dé su particular visión en la valoración de los planos, en función de la situación dramática, de los sentimientos que la motivan, del mensaje que, a través del texto, se ha querido transmitir y, por tanto, de su trabajo depende el resultado final. Más difícil todavía. En una obra de teatro en la que la acción dramática está dirigida por el realizador, en su planteamiento se ha tenido en cuenta el aparato escénico-técnico que más conviene (por citar alguno de los aspectos), sin embargo cuando la acción viene preestablecida en un escenario concreto en el que no se han previsto los espacios –para su adaptación al medio audiovisual, el realizador se encuentra disminuido en sus posibilidades y necesitado de otros recursos, a veces improvisados y costosos; o es un profesional muy cualificado o la imagen carecerá de la belleza imprescindible, y el resultado final  incompleto o distorsionado. No estaría de más recordar que, independientemente de todas estas cualidades que le otorgan suficiente autoridad para figurar en la Ley con pleno derecho, el realizador, incluso en estas grabaciones en las que se está dando a conocer algo preexistente ya, es un artista que de cualquier manera está dando una visión muy personal de la acción. La valoración artística del realizador puede arruinar una buena función o salvar una mala obra. El público ve lo que el realizador quiere que vea, valora la acción con el tipo de plano que a él le sugiere en ese momento y la visión es totalmente diferente si en un momento, especialmente dramático en vez de valorar con un primer plano el gesto de dolor de un personaje nos enseña al mayordomo con la bandeja del café. A menos que el mayordomo sea el asesino y la bandeja el móvil principal. ¿A quién, con criterio razonable, se le ocurriría decir que el autor -tal o cual- no ha dado permiso al realizador para cumplir con esta necesaria labor en la que él es el primer beneficiado? En un proyecto audiovisual se da por hecho, es imprescindible, o no hay caso. Si el autor del texto firma un contrato con una empresa de televisión (en este caso TVE) para ofrecer su obra en cualquiera de sus cadenas, este requisito es obvio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

      NO ERA CUESTIÓN DE DINERO,  ERA UN PROBLEMA DE VOTOS

 

     En mis 25 años de  Televisión Española he realizado infinidad de programas. Muchos de ellos anteriores a la Ley de Propiedad Intelectual a la que nos estamos refiriendo: “Tiempo libre”, “Más vale prevenir”, “De película”, “Dabadabada”, “La Europa de los jóvenes”, Consumo”, “Música y músicos”, “Encuentros en libertad”…, a los que hay que añadir dramáticos, conciertos, óperas, musicales… Todos estos espacios pertenecen a la historia, o al menos, al pasado, y estoy seguro que al archivo de TVE. Cabe suponer que aunque estos espacios, repito, son anteriores a la Ley, con posterioridad a ella, alguna de estas series, o programas, dada la repercusión y éxito que en su momento tuvieron, se hayan vuelto a emitir, o alguno de sus capítulos, aunque solo sea para llenar un hueco de continuidad, o en cualquiera de sus otras cadenas, o vendido a otras televisiones que tanto proliferan y muchas de ellas se nutren, en parte, de este enorme y valioso archivo. Estoy seguro de que si este hecho se ha producido, ninguno de ellos, por insignificante que sea, ha escapado al control de la SGAE y, por tanto, esta insaciable sociedad sin ánimo de lucro ha cobrado hasta la última peseta, o euro, de cualquier derecho que se haya podido producir de ellos derivado. ¿Y yo me pregunto?: si este hecho se ha producido, y seguro que sí, ¿Cómo no ha repercutido en mí ni una sola peseta, ni un solo euro?

     Si la SGAE, a través de su enorme, sofisticada, poderosa y completa organización de control, detesta que un espacio audiovisual se ha emitido en cualquier cadena, y en representación de alguno  o algunos de sus socios procede al cobro de la cantidad que corresponda, el reparto debería ser automático, proporcional y equitativo, pues a pesar de que no se haya presentado “parte de declaración de obra” -requisito innecesario en cualquier caso-, díganme cómo puedo saber yo que TVE ha vendido, o cualquier otra cadena comprado, y por supuesto emitido o divulgado un espacio audiovisual que yo haya realizado, y con anterioridad emitido. Independientemente de que figure, además, como adaptador, director, director adjunto, director artístico, que eso es otro cantar pero que ayuda a comprender.

     En el fondo subyace una intencionalidad manipuladora y espuria –como iremos viendo-, arma de dirigismo y manejo de la sociedad para sus planes, con resultado escandaloso, de aspecto inmoral y presuntamente punible, afortunadamente descubierto, denunciado por los medios de comunicación para vergüenza de sus protagonistas y escarmiento –cabría  suponer- en el desenvolvimiento futuro.

     Viene bien recordar; esta carrera de obstáculos que tanto dificulta al realizador en el cobro de sus emolumentos –en principio no tenía que haber tenido ningún problema- no era una cuestión de dinero, era una cuestión de votos. Tanto cobras tantos votos para poder apoyar tu forma de ver las cosas en las juntas generales. Cuando nosotros -realizadores de cine y televisión- fuimos incluidos en la Ley de Propiedad Intelectual como miembros de pleno derecho, en principio con mucho poder, se rompieron los esquemas de los que en ese momento regían los destinos de la SGAE y con tanta impunidad habían convertido en su cortijo particular, naturalmente con la bendición aparente de casi todos los estamentos del Estado, para vergüenza de este país nuestro, enfrentado, dividido, al que nadie respeta, ya convertido en caricatura, en el que a los políticos no les queda otro recurso: cacarean como el gallo desplumado que intenta con su revuelo  esconder las vergüenzas que no pueden ocultar sus plumas. Con este caldo de cultivo nada es extraño; se generalizó en la SGAE, como prioridad a la desesperada, procurar por todos los medios que el fin justificara cualquier procedimiento, por cruel, injusto desproporcionado que fuera, con el decidido propósito de que las liquidaciones resultaran lo más insignificantes posible y conseguir que los nuevos  derechohabientes –agrupados bajo la denominación de ADIRCAE: ASOCIACIÓN DE DIRECTORES REALIZADORES CINEMATORÁFICOS Y AUDIOVISUALES ESPAÑOLES, o también en ASOCIACIÓN DE TELEVISIÓN Y VIDEO DE AUTORES AUDIOVISUALES, obtuviéramos el mínimo de votos en juntas y asambleas y, como consecuencia, obstaculizar neutralizando su corriente renovadora de la única forma que podían hacerlo, impidiendo que tuviéramos los votos necesarios.

     No se trata de contarles lo que saben mejor que yo, sino de dejar constancia de la impunidad con la que actuaron: todos los intentos se rompían en el muro infranqueable de su inmenso poder. Yo estuve integrado en las dos asociaciones, con una actividad frenética en esos años, perdidos en una burocracia a la medida y condicionada por los anhelados votos; sumidos en una lucha incierta e imposible.

     En este río revuelto en el que todo vale, causa vergüenza ajena comprobar la humillante manipulación a la que fueron sometidos los autores de las obras de teatro a cuyo colectivo pertenecen algunas de las que incluyo en mi reclamación. ¿Qué les dirían, con qué argumentos, qué lavado de cerebro les dejó tan confusos y obnubilados como para que mordieran la mano que intentó darles una oportunidad?: permitiéndoles recuperar textos que ni en sueños habrían  podido imaginar producidos por y para Televisión Española. A pesar de la pretensión del título que las agrupa –y con el que se emitieron-:”UN ENCARGO ORIGINAL”, la mayoría eran proyectos (con alguna excepción)  que recuperaron protagonismo gracias a este planteamiento y facilitó un día de gloria a sus autores. Yo dirigí y realicé dos de los trece espacios, y se emitieron los sábados a las nueve de la noche por la segunda cadena.

     Con el mismo propósito e intencionalidad, y casi simultáneamente, se programó otra serie de espacios dramáticos (de treinta minutos de duración) para jóvenes autores que aportaran guiones con algo de originalidad y posibilidades, que se emitieron bajo el título común de “LA VOZ HUMANA”. Yo me encargué de dirigir otros dos de estos espacios.

     Resulta innecesario seguir argumentando. Estos autores acudieron a la convocatoria sabiendo que se trataba de un proyecto adaptable al medio televisivo, como no puede ser de otra manera; y deja sin argumento a los directivos de la SGAE, refugiados en la repetida cantinela. Con una increíble desfachatez que se repite como un estribillo:…no ha percibido usted derechos porque en la ficha de reparto no figura Vd. como derechohabiente, dándose la circunstancia además de que existen  cartas dirigidas a esta sociedad de los autores de cada una de las obras, en las que explícitamente se niegan a ceder cualquier tipo de derecho de autor en su favor. ¿Y cuál es el derecho que ellos tienen que cederme a mí, si cada uno tenemos el nuestro? Prepotencia y malas prácticas es lo que se desprende de estos escritos: …los derechohabientes de las obras nos han comunicado que no han cedido derechos de adaptación audiovisual…

 

     Resulta muy difícil ser original, los medios de comunicación han acabado con el repertorio de descalificaciones. Los directivos de la SGAE –los de antes y los de ahora- se han quedado sin razones, no así sin argumentos, tienen la piel tan curtida que les resbala cualquier agresión por razonada y lógica que aparezca. Lo genera la propia institución y la impunidad con la que actúan, y seguirán actuando, con la Ley en vigor y la que venga a sustituirla, el mal está en el sistema y este no tiene intención de cambiar, resulta muy rentable. Por tanto, siguiendo en la línea de un flash back probatorio por si algún día pudiera servir de argumento o reflexión, ya que se trata de una historia verídica documentada, la SGAE es un claro reflejo del problema que se crea cuando un actor económico (el principal –los autores-) dependen de la acción de la moralidad de otros (el agente) para conseguir sus fines con una clara manipulación utilizando los recursos suministrados por (el principal) en su propio beneficio. Los argumentos expuestos y los que seguiremos esgrimiendo, no expresan otra cosa que falta de equilibrio, mesura y ponderación, en los gestores de una SGAE que tiene la defensa y gestión de casi  100.000 socios y un repertorio que supera los cinco millones de obras. La mayoría nos sentimos defraudados y, desde luego, no representados. Una encuesta realizada por “OCIO NETWORKS” confirma que más del 55% de los internautas ilegalizan directamente a la SGAE.

     Y puestos a seguir en esta línea, con los mismos argumentos que ustedes niegan la evidencia y manipulan los conceptos puedo yo descalificar la existencia y, desde luego, la legitimidad de esos escritos que dicen haber recibido de los autores del texto. Y si los tienen, a desconfiar de las artimañas utilizadas para conseguirlos, como veremos más adelante. Aunque en realidad ni quita ni añade nada al aspecto legal de mi reclamación, es pura anécdota. Solo por dejar al descubierto hasta dónde son capaces de llegar y rebatir sus argumentos voy a exponer algunos ejemplos que, por documentados, resultan irrebatibles

     Iniciamos con Juan Antonio Porto y su obra “ACUERDO MARCO” cuya adaptación al  medio él sabe imprescindible, tuvimos alguna conversación en ese sentido. Dado el entusiasmo tan desbordante que mostraban la mayoría de estos autores se les invitó a asistir a alguno de los ensayos. Me niego a pensar que él haya enviado este escrito tan desconsiderado, al que hacen referencia, de forma espontánea. Debimos comentar algún aspecto relacionado, le debí hacer alguna sugerencia: he encontrado una carta suya y el sobre con una anotación personal de saludo -incorporada al apartado documental-; mantuvimos un contacto muy especial y fue el único que asistió a un visionado conjunto antes de su emisión. Inicia diciendo: Querido Paco… Y termina con el párrafo siguiente: estás autorizado para hacer con esta página que te adjunto lo que te venga en gana (estoy convencido de que a ti te saldría mucho mejor). Espero tu llamada para esa copa. Un fuerte abrazo. No necesita comentario. Independientemente de que esta obra no admite discurso alguno –su repetida letrilla- al estar enmarcada en “UN ENCARGO ORIGINAL” que, como hemos comentado, se supone escrita especialmente para Televisión Española, según exigía de forma explícita la convocatoria, y así figura en la cabecera del programa. Fecha de emisión: sábado 17/9/1983 a las 9 de la noche. (60 minutos)

 

     Hermógenes Sainz y su obra “LA TRIPLE ESTRAVAGANCIA DE LA SEÑORITA JARDINE”. Al igual que la anterior, esta obra pertenece a la convocatoria de “UN ENCARGO ORIGINAL” Por tanto, sobra cualquier comentario relacionado, ya se ha dicho suficiente. Solo añadir algún aspecto que colabore a ridiculizar, más si cabe, a los directivos de la SGAE que aparecen al frente de esta operación. Esta obra se rodó –en una importante proporción de sus escenas- en exteriores y con un planteamiento muy cinematográfico, para lo que se contrató el Palacio (y jardines) de los Duques de Arco o Fernán Núñez (finca La  Flamenca), en Aranjuez, y se construyeron, además, un buen número de decorados, que pone de manifiesto el interés y el cariño con que se trató a estos autores y el esfuerzo de producción que con ellos se hizo: Luis Prendes, María José Alfonso, Manuel Tejada, Alfonso del Real, Concha Tejada, Tito Valverde…(un reparto excepcional) para esta obra de Hermógenes Sainz que se emitió el sábado 3/9/1983 (80 minutos). Observen que hasta en la duración se les autorizó a ser desiguales, a pesar de ser un programa con denominador común.

 

     Yolanda García Serrano y Juan Luis Iborra, autores de “LA ESPERA”, (30 minutos), entonces unos jóvenes desbordantes de entusiasmo, hoy guionistas de reconocido prestigio. Les recuerdo sentados en un rincón del estudio, sin moverse para no molestar, apenas si se atrevían a respirar. Desprendían ilusión y agradecimiento por todos los poros de su cuerpo. Nosotros, los realizadores, todos, nos volcamos –literalmente- con los autores de este ciclo contagiados de su entusiasmo; les ayudamos en cuanto nos fue posible a cumplir su sueño, estrenar en TVE –la única entonces, con muchos millones de telespectadores: buenos decorados, repartos muy cinematográficos. En este caso, Verónica Forqué, Santiago Ramos, Pepe Lara. Recuerdo que aunque su obra estaba bastante bien estructurada fallaba un poco en el arranque, necesitaba situar al espectador y no entrar de lleno en una situación que les podría confundir. Yo me inventé una secuencia que tardamos toda una mañana en grabar. Cundo terminé me dirigí a ellos: Ya he terminado mi función ahora voy a empezar con la vuestra. Una risa nerviosa fue la respuesta, estaban locos de contentos. (Fecha de emisión 8/2/1988). Días más tarde quedamos en ir a la SGAE, Yolanda, Juan y yo; firmamos los derechos a partes iguales. Al ver que no me practicaban la liquidación hice una reclamación. La respuesta fue un escrito con la coletilla dichosa (11/4/1988): …puestos en contacto con Dª Yolanda García Serrano y D. Juan Luis Pérez Iborra, autores de la obra de referencia, estos nos comunican que no procede la cesión de derechos de autor sobre el guión. El parte firmado por los tres, había desaparecido, nadie quería saber de su existencia. Denle ustedes el calificativo que quieran a estas conductas. Algún departamento de la SGAE despedía un hedor a podredumbre imposible de soportar. Como en principio les había salido bien la jugada lo volvieron a intentar, pero yo había escarmentado el parte se había firmado por duplicado y yo disponía de una segunda copia.

 

     Carmen Resino y su experimento dramático “PERSONAL E INTRANSFERIBLE”, un caso muy particular. La señora Resino apareció un buen día por el departamento de Ficción de TVE con la lógica intención de ver si sonaba la flauta con un guión que no tenía ni aspecto de ello, pero por sus características y argumento (30 minutos) podría encajar en la convocatoria de “LA VOZ HUMANA”. Fue atendida de forma personal por el entonces director del departamento Luciano González Ejido, y supongo que le resultaría simpática la señora Resino pues el guión lejos de seguir los trámites del registro me fue entregado a mí personalmente por el señor Ejido: Paco Banegas, hazme un favor, lee este guión y dime qué te ha parecido.

 

     “Un matrimonio muy enamorado vive en una casita con jardín a las afueras de la ciudad. Ella muere repentinamente y el marido sufre un trauma emocional que le induce a reaccionar de manera sorprendente; para no tener que separarse de ella la entierra en su jardín. Pero como los destinos de la vida son inescrutables, una autopista expropia el inmueble y, tras agotar todos los recursos posibles, las máquinas anuncian la demolición para el día siguiente. La locura de amor invade su cerebro y planea la forma de solucionar el problema. La noche anterior desentierra el cadáver bajo los efectos de una tormenta que se anuncia demoledora. Sorprendentemente, el cuerpo ofrece un aspecto tan natural y con tal belleza que más parece estar viva que muerta Le habla con tanta ternura, tan convencido de que le escucha, que ella perece querer reaccionar con el gesto y la mirada. Se supone reflejo de su imaginación, al tiempo que le explica lo sucedido. Con mimos y arrumacos, la baña, peina, maquilla, en una escena de amor tan apasionada que más parece adentrarse en el terreno de lo erótico. Pero cuando el espectador se supone convencido de que la cosa va por este camino, en un momento que está besándola en el cuello, comienza a comérsela, devorándola con fruición, en una imagen tan real que el espectador se siente horrorizado. La tormenta parece querer tomar parte de tan macabro espectáculo. Cambia la secuencia con el protagonista en el confortable fuego de la chimenea abstraído en sus pensamientos. La misma imagen con la que comenzó el relato Se trataba de ofrecer al espectador la posibilidad de pensar en un hecho real o imaginado”.

 

     Esta sinopsis –muy aproximada, está escrita de memoria- corresponde al resultado final con la que se procedió a la grabación: antes –el guión- había pasado por una serie de retoques y rectificaciones que a punto estuvo de no ser aceptado, por su inviabilidad. El Sr. Ejido me pedía repetidas sugerencias que trasladaba a la Sra. Resino. Un nuevo guión retocado fue registrado con el número 33 y fecha 18 de febrero de 1988, que siguió siendo insuficiente. En vista del interés que este hombre mostraba por sacar este proyecto adelante le dije, mira Luciano, olvídate del tema, ya me inventaré la forma de arreglarlo. Conservo las dos versiones. De cualquier manera hay una considerable diferencia entre lo que muestran los guiones y el resultado final, no hay más que visionar la cinta (fecha de emisión 22/2/1989). En el programa aparezco como Adaptador, Director y Realizador y no recuerdo que esta señora haya formulado protesta alguna porque yo haya figurado  con tantos títulos y ella disminuida a la mínima expresión. He encontrado una carta manuscrita de la señora Resino dirigida al Sr Ejido, fechada un día antes de este segundo registro, que empieza así: Estimado amigo: Le envío “Personal e intransferible” con las pequeñas variantes y precisiones que me pidió, creo que será suficiente. También incluyo en la introducción, respecto al decorado, lo de la carretera que habíamos comentado por teléfono. El resto de la carta no tiene desperdicio, supongo que esta señora se habrá dedicado a otra actividad en el departamento no volvimos a saber de ella.

     Hay una cosa que no sorprende nunca, la genialidad con que la SGAE pone siempre  el toque final; surrealismo en estado puro: (14/4/1988)…puestos en contacto con Dª Carmen Resino de Ron, autora de la obra de referencia, esta nos comunica que no considera procedente la cesión de un porcentaje sobre los derechos de su obra. La presión a la que debieron someter a esta pobre gente podría ser digna de estudio al mentalizarles –como kamikazes- a tirar piedras a su propio tejado.

 

     Teófilo Calle, autor de “LAS COMETAS” (99 minutos). Esta obra tuvo un recorrido más convencional, llegó a TVE por méritos propios. Había sido galardonada con el premio “Castilla-La Mancha de teatro” y se pensó que podría ser interesante incluirla en “PRIMERA FUNCIÓN” (antes Estudio 1). Cuando me puse en contacto con Teófilo para comunicarle que me ocuparía de este proyecto, no supo disimular su entusiasmo, había sido una sorpresa inesperada que desbordó sus aspiraciones. Despedía agradecimiento y se mostró encantado de que fuera el encargado de dirigir la puesta en escena y posterior grabación. Teófilo y yo éramos viejos conocidos; en nuestros comienzos habíamos coincidido en proyectos de teatro universitario. Reactivamos nuestra amistad y nos vimos con frecuencia. Varias veces nos reunimos para comentar aspectos de la obra. Siempre he considerado positiva la colaboración de autor y director, mostrándome respetuoso y receptivo a la hora de interpretar el sentido, la orientación o mensaje que, a través de los personajes, se ha querido transmitir. Necesito ilusionarme con todo lo que hago y esta vez el entusiasmo era compartido.

     Uno de esos días apareció por el departamento Teófilo Calle para entregar al Productor Ejecutivo de “Primera Función” un escrito que literalmente dice así:

     Sr. Gil. Por esta nota autorizo a Televisión Española S.A. la necesaria adaptación para ese medio (Televisión) de mi obra dramática “LAS COMETAS” Adaptación que se hará con mi intervención y el concurso del realizador Don Francisco Javier Banegas, y así constará en los rótulos de crédito, y a todos los efectos que recoge la Ley.

     Fue una sorpresa pues nunca he considerado necesario este permiso, está implícito, pero me pareció una muestra de reconocimiento a mi trabajo. Una copia original firmada me fue entregada en mano por el autor y, más tarde, el Productor Ejecutivo César Gil me entregó la que le había llegado a él, me encontré con dos, lo que tendría su trascendencia, como se podrá apreciar más tarde.

     Cuando el realizador tiene a su Cargo la puesta en escena –como en este caso y en todos los hasta ahora relatados en ese escrito-, en principio, no solo precisa los mismos conocimientos y dotes de creatividad que habría necesitado para su presentación en un teatro, sino que al mismo tiempo hay que conjugar, con precisión de relojero, la dirección del proceso de adaptación al medio televisión, dos aspectos bien diferenciados, que en este caso se dan juntos e inseparables. En cuanto al primero, ya que la SGAE se muestra tan empecinada, voy a expresarme con palabras de profesionales de indudable prestigio:

 

 

     José Luis Alonso, Director: “Siempre pienso que en un espectáculo teatral está el autor del texto y quien materializa ese texto sobre la escena, que es el director, que se puede considerar también como un autor. Un texto está sobre unas cuartillas, sobre una superficie horizontal, en una mesa. El director es quien pone en pie ese texto, es un recreador de ese texto. El director, al dirigir, lo que hace es contarle al público una obra que ha escrito un autor. Quien cuenta la obra es el director. También por esa razón, el texto tendrá un resultado positivo o negativo según como esté dirigido. El director es como un público, que va más allá del autor. El autor, a veces, ve el bosque, pero no los árboles.

     Antonio Buero Vallejo: La idea es que el director y el autor trabajen en común y en buena armonía. Durante la preparación y los ensayos se modifican cosas de ese texto, pero esas modificaciones no son exclusivas del director, sino que en ellas también participa el autor.

     Francisco Nieva, escenógrafo y dramaturgo: El autor, si trabaja para el teatro, sabe que el teatro es la representación, no lo que está escrito. El teatro solo se hace a sí mismo cuando es representado. Y tiene que saber que hay cosas que cortar, pero siempre con acuerdo entre el director y el autor.

    Adolfo Marsillach, actor y director: Los escritores, actores, dramaturgos vivos que no estén de acuerdo con el trabajo del director que les haya tocado en suerte siempre tienen la posibilidad –envidiable- de retirar su obra a través de la Sociedad General de Autores de España antes de su estreno.

             (El País. 18/4/1987. Página 22 Cultural. Alfonso Armada)

 

 

     Y no tengo constancia de que alguno de estos autores a los que he dirigido para Televisión Española presentaran queja, manifestaran malestar, o se mostraran incomodo por el resultado de su experiencia, más bien todo lo contrario, como es fácil deducir. Y, mucho menos, que ordenaran a la SGAE retirar su obra por alguno de los motivos expuestos. O que hayan sugerido poner trabas o cortapisas entre ellos y los realizadores que pudieran reducir las pocas oportunidades que tienen de estrenar en TVE. Flaco favor. Son otros los motivos que provocan estos planteamientos de conveniencia. Puestos a aceptar los teóricos; la aparición del audiovisual en la gestión de la SGAE requiere especialización y un nuevo reparto de papeles. Se plantea facilitar la convivencia y eliminar la inexistente distancia que media –según nos quieren hacer creer- entre texto dramático, puesta en escena, y adaptación al medio televisión. Los directivos de la SGAE deberían adentrarse en estos conocimientos, y no dar una imagen tan penosa y poco representativa, negando la evidencia, tomando decisiones que sonrojan al sentido común.

     Cuando una obra está dirigida para teatro y ofrecida en un escenario, el público  recibe la imagen a través de sus ojos: es lo que se llama campo visual, y su poder separador o de resolución. La retina del ojo tiene mecanismos de acomodación. Gracias a la acción conjunta de los dos ojos podemos ver en tres dimensiones, seleccionar una visión general del espacio escénico, o dirigir la atención a un punto determinado que nos atraiga por su planteamiento, interés o fuerza dramática. Es decir, el espectador administra su captación y distribuye la mirada sin condicionantes de otro tipo, de acuerdo con sus reflejos y capacidad emocional.

     Sin prescindir de ello, el medio audiovisual requiere una transformación de estos condicionantes para salvar la distancia que media entre espectáculo directo o televisado: el ojo del espectador tienen su equivalente en la cámara; la derivación del mensaje dramático hacia formas con otra dinámica posible de la imagen, como el cine o la televisión. Los razonamientos expuestos o deducibles que plantea el texto dramático y la puesta en escena son los mismos cuando se trabaja sobre un escenario con las voces, los cuerpos y la imaginación del director a través de los actores, que para ser expresado en soporte técnico en el que a través de su especialización el realizador se ve obligado a hacer una dramaturgia para convertir esa literatura dramática en audiovisual: algo que solo sucede cuando los conceptos de técnica introducida y de plástica evolucionada han estado acordes con el texto escrito y cuando este ha reunido en sí mismo los suficientes valores dramáticos. En definitiva, y para expresarlo en forma más pragmática, el realizador va introduciendo de manera simultánea el proceso de adaptación al medio audiovisual, conjugando de forma paralela las necesidades del espacio escénico donde se desarrolla la acción dramática, con las exigencias técnicas y electrónicas que conducirán al proceso de conversión que permitirá ofrecer  ese mismo espectáculo por una pantalla de televisión, no solo sin alterar su esencia, sino añadiendo nuevos alicientes, con el atractivo de que puede ser visto de manera simultánea por muchos millones de personas, en puntos geográficos distintos y a miles de kilómetros de distancia unos de otros. Es más, la palabra director y realizador se confunden en este caso, tienen actitudes inseparables por la propia naturaleza del proyecto.

     En el caso de Teófilo Calle y la oportunidad de poder mostrar y difundir su obra dramática “Las cometas” a través de las pantallas de televisión, no solo cumplió las expectativas sino que superó todas sus previsiones. Se le ofreció la posibilidad de ampliar el espacio escénico para el que fue creada, con un planteamiento acorde con el medio. Le sugerí que me proporcionara cualquier material literario desechado por la necesidad de ajustarse a las limitaciones de un escenario, y efectivamente había alguna escena que no se había incluido en la representación teatral; juntos le dimos un nuevo planteamiento secuencial, además de la escenificación real de situaciones que en el texto solo se mencionaban o figuraban sugeridas. La categoría del reparto (elegido por mí) y su calidad interpretativa puso el broche final: Aurora Redondo, Jesús Puente, Marisa de Leza, Vicente Parra, Concha Tejada, Toni Fuentes, una realidad difícil de superar.

     El Sr. Calle no asistió a ninguno de los ensayos, a pesar de que se le invitó, supongo por delicadeza y demostrada confianza, y solo a uno de los últimos días de grabación. “Las cometas” fue programada en el espacio “Primera Función”, y emitida el sábado 16 de noviembre de 1989, con generalizada repercusión mediática. Yo tenía entonces un concierto con la empresa internacional Camarasa –especializada  en esta clase de seguimientos- y les podría inundar, literalmente, de recortes de prensa relacionados con la promoción de este espacio dramático y de los actores que componían el reparto.

    El señor Calle no escatimó elogios, y no creo que se mostrara incómodo, en ninguno de los aspectos, pues a petición suya el 4 de diciembre, acudimos juntos al departamento de audiovisuales de la SGAE a firmar el parte de liquidación al 50%. Me quedé con una copia que tendría después su trascendencia.

     Pues bien, se perdieron nuevamente los papeles, lo que provocó no sé cuántas reuniones con el Sr. Rodríguez Alfaro y Sr. Escobar –ejecutivos de la SGAE- que intentaron por todos medios posibles manipular el asunto convencidos de que al no tener copia les podría salir bien la jugada; circunstancia que daban por hecho –tras el lavado de cerebro al señor Calle-, pues abonaron la totalidad de los derechos –los suyos y los míos- en su  cuenta, supongo que para ayudarle a tranquilizar su conciencia; poniendo nuevamente de manifiesto, que no era cuestión de dinero sino de votos.

    Quise seguirles el juego, a ver hasta dónde eran capaces de llegar, omitiendo que disponía de una segunda copia. La sorpresa fue cuando más tarde, el 8 de enero de 1990, presenté duplicado de toda la documentación y, además, con el sello del Registro General de la SGAE. De repente se había volatilizado todo el artificio y estábamos adentrándonos en el territorio de la apropiación indebida. Entonces es cuando se lo pensaron mejor y decidieron practicar una nueva  liquidación, con fecha 5/3/1991 me dieron un anticipo, mediante talón nominativo nº 0043997-2 del Banco Central, por importe de 900.000 pesetas. Cantidad producida por “Las cometas” en esta primera emisión (Participación 37´50%. Período abonado 2/89. Modalidad: Audiovisual). Aunque la circunstancia les había obligado a actuar de forma precipitada?, todo esto llegaba con dos años de retraso, pues los derechos estaban justificados desde noviembre de 1989. Nadie pidió disculpas, ni se sintió avergonzado ante tal cúmulo de despropósitos que ponen de manifiesto la categoría humana de estos personajes.

     Al Sr Calle le ocasionaron dos problemas: uno económico, había dispuesto de un dinero que no era suyo y no podía devolverlo. Y otro moral, todo parecía indicar complicidad en un comportamiento indigno, o al menos poco apropiado, hacia un amigo que en todo momento le había favorecido, y pocas excusas o argumentos podía esgrimir en su defensa; ni se atrevió a mirarme a la cara. Hubiera sido suficiente con decir, lo siento, Paco, me he sentido presionado y no he sabido reaccionar, pero eso era tanto como poner al descubierto el juego sucio de esta organización que provocaba más miedo que vergüenza. Además, lo habían amordazado, había dispuesto de un dinero ingresado por error -probablemente acuciado por otras necesidades- , y ahora estaba en sus manos irremediablemente.

     Pero he aquí que los directivos de la SGAE, que improvisaban a palo de ciego según convenía en cada momento, no habían previsto que, a veces, la mentira tiene las patas muy cortas, y en el caso idéntico de “LA ESPERA” cayeron en la cuenta de estar adentrándose en un terreno muy peligroso; sabían que estaba empezando a tantear abogados, decidieron cubrir el expediente improvisando una liquidación –que aparece fraccionada, ¿a plazos?-, situada en el 2º semestre del 88, 89, 90 y 1º del 91, que arroja un total de 92.106 pesetas (una cantidad ridícula). La hoja de liquidación que aparece fechada el 8 de febrero de 1993, aunque refleja derechos producidos de 1988 a 1991, llega con cinco años de retraso (anulando todos sus argumentos), pues la ficha de declaración data de 8 de febrero de 1988, fecha de emisión. La cuestión es que este asunto les estaba desbordando, la evidencia se impone, y sus argumentos fácilmente rebatidos, pero el empecinamiento y los intereses en juego podían más que los razonamientos.

     Como en el caso de Jorge Díaz, autor de “AYER SIN IR MÁS LEJOS”: (Las cicatrices de la memoria). Con esta obra su autor obtuvo el premio “Tirso de Molina” (1985). En esta ocasión Televisión española, S.A. convoca concurso público entre compañías para la producción teatral de la obra bajo el título “Las cicatrices de la memoria”, en la que su autor firma con seudónimo: Mikel Gorbea (Jorge Díaz) (17-2-1986).

     Las bases del concurso, en su apartado 4º, dice literalmente: TVE, S.A. concederá otra subvención económica de 5.000.000 ptas., a la compañía que ofrezca mejores condiciones para el montaje de la obra. La concesión de dicha subvención otorga a TVE el derecho a grabar el espectáculo en el teatro donde se estrene, durante un máximo de cinco jornadas de trabajo, según se establezca en el contrato correspondiente, teniendo acceso libre al montaje, ensayos y representaciones, pudiendo sugerir cambios en el montaje para adaptarla al medio televisión. Esta grabación quedará en poder de TVE, para su libre emisión y comercialización.

     En el apartado 9º sigue diciendo: La compañía que resulte ganadora acepta  todas y cada una de las bases de esta convocatoria-. Y en el apartado 10º: La compañía deberá adjuntar autorización expresa del autor de la obra para la grabación y emisión por TVE, S.A. de la misma. Asimismo la cesión a TVE de todos los derechos para su explotación en vídeo, en cualquier sistema conocido o por conocer.

     Resultó ganadora la compañía de Adolfo Marsillach Soriano. Consecuentemente, con fecha 29 de diciembre de 1986 se firmó contrato entre el ganador del concurso y la Sociedad Estatal TVE, S.A. En él, no solo se asumen todas y cada una de las condiciones del concurso, también las siguientes estipulaciones:

 

 

     Primera: El objeto de este contrato es la grabación para su posterior emisión en exclusiva del espectáculo titulado “Las cicatrices de la memoria” (Ayer sin ir más lejos), cuyo autor es Jorge Díaz: obra ganadora del XV Premio Teatral “Tirso de Molina”-

     Segunda: La grabación del espectáculo se realizará durante un máximo de cinco jornadas de trabajo durante los días febrero del 87 en un estudio de TVE. Estos días podrán sufrir alteraciones si TVE no dispusiera en las citadas fechas de los medios materiales y humanos precisos para dicha grabación.

     Cuarta: Es de la  exclusiva responsabilidad de D, Adolfo Marsillach Soriano la obtención de los permisos y/o autorización (derechos de autor, música, etc.) que exija el espectáculo objeto del presente contrato, incluidos los permisos y autorizaciones para emitir y comercializar el espectáculo por ondas hercianas, cable, satélite de difusión directa, videogramas, y cualquier otro procedimiento de emisión conocido o por conocer.

 

 

     A la vista de lo escrito y firmado, en lo que se refiere al derecho audiovisual, no solo incluye implícito el permiso de adaptación al medio televisión -el autor del texto queda desposeído de cualquier derecho, incluido el de opinar- y la SGAE sin argumentos. Televisión Española no da puntadas sin hilo, cualquiera de estos contratos –repetidos como norma-, cuyo objetivo único final es el proceso de transformación de un espectáculo para su emisión por las pantallas de televisión, no puede quedar sujeto a arbitrariedades, que en algún momento alguien pueda poner obstáculos por desconocimiento, o amparado en una caprichosa discrepancia de criterio. Incluso en este caso que la dirección escénica viene impuesta – es un proceso independiente que no quita ni añade, da igual, TVE se adjudica el derecho de acceso al montaje, pudiendo sugerir –esto es una cortesía- cambios para adaptarlo al medio televisión. Es más, para que el proceso tenga un control más riguroso –mayor libertad de planteamiento-: se lo ha pensado mejor y en la cláusula segunda establece: la grabación del espectáculo se realizará en un estudio de TVE y cinco jornadas de grabación. A partir de aquí, y una vez amarrados todos los detalles, TVE entrega el proyecto a uno de sus realizadores –en este caso yo-, que amparado en la indiscutible autoridad que le confiere la  Ordenanza Laboral de TVE, procede a su ejecución. Antes le ha facilitado un ejemplar del contrato y, en este caso, las bases del concurso público, para que pueda actuar con autoridad ante cualquier interferencia.

     Para abreviar, y como hemos expuesto en páginas anteriores en lo que se refiere al procedimiento a seguir cuando se trata de un proyecto audiovisual. La obra “AYER SIN IR MÁS LEJOS(Las cicatrices de la memoria), tuvo un planteamiento totalmente adaptado al medio, como no podía ser de otra manera. Dada la indudable calidad y experiencia de sus protagonistas, Mercedes San Pietro y Emilio Gutiérrez Caba fueron unos colaboradores extraordinarios. Se sometieron con una disposición envidiable a varias jornadas de intensos ensayos, conscientes de que un producto para televisión requiere unas necesidades de convivencia y acoplamiento por la distancia que media entre texto dramático y soporte audiovisual. Un gran esfuerzo de concentración, superado por el entendimiento y el clima tan favorable que se respiraba en el conjunto, y entre ellos mucha complicidad. Eso siempre queda reflejado en el resultado final (fecha de emisión 22/2/1988)

     Pues bien, en su escrito de fecha 7 de febrero de 1992, el señor Jorge Ansoain, que dice ser Jefe de Información y Asesoramiento al socio –la SGAE siempre tan congruente-, se dirige a mí en los siguientes términos:

 

 

      …en materia audiovisual la autorización de incorporar una obra preexistente a otra audiovisual está concebida como objeto de un contrato, en el que se presume concedida, salvo estipulación en contrario, la autorización para realizar en la forma de emisión de la obra, las modificaciones estrictamente exigidas por el modo de programación del medio, sin perjuicio en todo caso del derecho reconocido en el apartado 4º de la I.P.I., por lo que la adaptación en muchas ocasiones se lleva a efecto sin la autorización del autor, originándose una situación irregular  para la obra compuesta, aunque tolerada por este por su carácter efímero, y cuya situación no impide su protección como obra de segunda mano.

 

     A la vista de lo anteriormente expuesto no sé si vale la pena dedicar más tiempo a estos argumentos. El señor Ansoain parece estar ausente, desorientado, perdido, o empecinado en que se cumpla la consigna. En el contrato están todas las respuestas.

     Referido al mismo tema, en carta anterior (7 de abril de 1988) –observen cómo estas reclamaciones se dilatan en el tiempo-; se trata de limitar, en todo caso retrasar las liquidaciones: un voto podía ser definitivo-, el señor Galindo se dirige a mí en los siguientes términos:

     En contestación a su petición sobre cesión de derechos efectuado por usted en este departamento, le comunicamos que puestos en contacto con don Jorge Díaz Gutiérrez, autor de la obra de referencia, este nos comunica lo siguiente:

     Que la versión de teatro grabado por TVE hizo de mi obra “Ayer sin ir más lejos, no es una adaptación. En ningún momento se cambió, alteró o adaptó el texto literario, que se mantuvo tal como se presentaba en el teatro.

     Por todo lo que antecede, ruego comuniquen a don Francisco Javier Banegas que no es posible concederle porcentaje alguno.

     No se trata de ceder derechos, cada uno tenemos los nuestros, ni porcentaje que regalar, cada autor participante tiene acreditado el suyo, es cuestión de aplicar la Ley en lo que dice y no en lo que ustedes quieren interpretar que dice.

     El respeto al texto y al autor está implícito en mí, forma parte de mi propia naturaleza, en paralelo y en la misma proporción al respeto, dedicación y entusiasmo con que yo acompaño mi propio proyecto, ambos son coincidentes, el suyo y el mío, en la misma proporción. Ya se han facilitado suficientes argumentos en páginas anteriores. Una cosa es evidente: lo incómodo que se ofrece el señor Jorge Díaz diciendo lo que dice, pero que no quiere decir porque se encuentra inmerso en una cuestión que él no ha provocado, que le han impuesto por espurias razones, y se muestra atrapado entre los intereses que le obligan a ser cómplice y los remordimientos de conciencia que le impone su propia personalidad de autor, a cuyo reconocimiento tan generosamente ha colaborado TVE (y yo). La carta de Jorge Díaz –a que hacen referencia- además de ese argumento tan evidentemente falso del permiso de adaptación, también dice que el trabajo realizado por mí es excelente, y ustedes no incluyen este comentario, trasladan solo la negativa que les conviene. El señor Galindo, el señor Ansoaín… desconocen las más elementales normas de cortesía, aunque solo sea por guardar las apariencias. Es más, se han olvidado que esa carta estuvo sobre la mesa en una de las primeras reuniones, cuando todavía mostraban predisposición a un entendimiento, a un mal arreglo. Recuerdo que comentamos la felicitación tan espontánea de Jorge Díaz en un momento en que se supone que está buscando argumentos para justificar lo injustificable. Me atrevo a decir más, mi trabajo no es que fuera excelente – que en boca del autor y en esta circunstancia ya es importante-, mi trabajo mejoró el original; cualquiera que lea el texto de su obra, e inmediatamente visione mi versión emitida por TVE, observará la notable diferencia de mejora: la técnica introducida y la plástica evolucionada han estado acordes con el texto escrito, han coincidido en calidad e intención, y ha reunido en sí mismo suficientes valores dramáticos para que el propio autor, en una situación en la que yo le resulto especialmente incómodo, diga que mi trabajo es excelente. Y no solo eso,  poco    tiempo después, en una grabación en el Teatro de la Comedia, coincidí con Adolfo Marsillach: delante de mi equipo, con ese gesto tan característico que parece querer añadir algún interrogante, y referido a este programa: Bastante bien, bastante bien, un trabajo muy preciso.

     Siguiendo con la cuestión. En el citado escrito de fecha 7/2/1992 el señor Ansuain sigue diciendo que la posible autorización de adaptación es irregular por el carácter efímero de la obra. La verdad, es una argumentación tan confusa y enrevesada que no se sabe muy bien qué ha querido decir, que no sea negar la evidencia por encima de cualquier razonamiento. Si se refiere a la grabación de la obra por TVE, para su posterior emisión, imposible suponer mayor desconocimiento, pues este proceso se hace en soporte técnico internacional: …emitir y comercializar el espectáculo por ondas hercianas, cable, satélite de difusión directa, videogramas, y cualquier otro procedimiento de emisión conocido o por conocer. Además de la posibilidad de posterior venta –a perpetuidad- para su difusión a cualquier canal nacional o internacional: esta grabación quedará en poder de TVE, para su libre emisión y comercialización. Permanecer depositada en el archivo histórico de TVE, tras la programación y emisión –o reemisión una, dos o tres veces-, con un índice de audiencia que –en el año a que nos referimos- superaba los 14.000.000 de espectadores, en cada una de ellas. Por tanto el carácter efímero, de tenerlo, sería la obra de teatro, en sí, de estos autores que si no se les hubiera ofrecido esta oportunidad del formato audiovisual televisado –tras su efímero estreno en teatro comercial-, habrían sido condenadas a permanecer en el baúl de los recuerdos, o un cajón de su escritorio a la espera de que un grupo de aficionados propusieran el experimento en un colegio, plaza de un pueblo, o una sesión de teatro de cámara. Y poco más.

     En otro párrafo del escrito sigue diciendo:

 

     Como ya sabe, la Sociedad no puede repartir por audiovisuales una obra que está registrada como dramática, siendo requisito indispensable para registrar una obra como audiovisual, ajustarse a la clasificación y definiciones acordadas por nuestra Asamblea General a efectos de reparto de derechos.

     A los directivos de la SGAE cuando no les gusta una Ley la modifican con acuerdos a la medida que aprueban en Asamblea General en la que solo pueden participar los socios que tienen votos. Como estos votos se otorgan en proporción directa al dinero que se cobra, ya se encargan ellos –por los procedimientos que sea, a la vista está-, de que solo cobren aquellos que les son dóciles y se dejan manejar. Es evidente que no es mi caso, como hemos visto y seguiremos viendo; se han esmerado en este propósito, o en el despropósito, amparados en una poderosa impunidad y en esa “su ley particular “que nadie –hasta ahora, supongo- se había atrevido a poner coto, porque contaban con el silencio y la complicidad –el que calla otorga- de los principales estamentos del Estado.

     Tengo a mano casi un centenar de artículos de prensa con los que se podría dar un verdadero recital sobre lo que opinan los medios de comunicación de las actividades de esa Sociedad General de Autores de España. Especialmente destaco uno conseguido a través de “Google”, al que puede acceder cualquier persona interesada, firmado por Lorenzo Bernardo de Quirós (Presidente de Freemarket Internacional Consulting en Madrid, España, y académico asociado del Cato Institute), del que he seleccionado uno de sus párrafos, pues parece especialmente indicado para resumir cuanto se expone en este extenso alegato:

 

 

     EL ESCÁNDALO DE LA SOCIEDAD GENERAL DE AUTORES DE ESPAÑA. La denominada “trama parasitaria” creada para defraudar millones de euros a la Sociedad General de Autores de España (SGAE) es el último y mayor escándalo protagonizado por una entidad cuya posición monopolística en el mercado de la gestión de derechos de propiedad intelectual se ha traducido a lo largo de los años en un constante abuso de poder amparado por la legislación y, sobre todo, por el gobierno. Los gestores del monopolio han terminado por estafar a sus representados del mismo modo que durante años han sangrado a los usuarios de los teóricos derechos de autor. Este es el resultado de la existencia en España de un marco legal, la Ley de Propiedad Intelectual (LPI) que concede una verdadera patente de corso a la SGAE, injustificable tanto en un Estado de Derecho como en una economía libre y competitiva. Sin duda la corrupción es siempre posible pero es casi inevitable cuando se conceden monopolios protegidos por una legislación obsoleta al servicio de intereses privados.

 

 

     Los directivos de la SGAE quieren ser –llevados al terreno de la prepotencia- el niño en el bautizo, el novio en la boda, y el muerto en el entierro. Como primera evidencia pretenden –de hecho lo hacen- sustituir al legislador: interpretan la Ley a conveniencia; qué dice y cómo lo dice. Suplantan al derechohabiente –la base que les justifica- cobrando los derechos que este ha generado, para más tarde decidir cuándo, cómo le paga y en qué proporción, si es que lo hacen. Y, por supuesto, al realizador al que le dicen qué programa ha hecho, en qué concepto audiovisual lo clasifican, y en qué forma de reparto incluyen su programa para que cobre en función del baremo por ellos establecido, si es que deciden pagarle.

     La Ley es tan escueta, clara y precisa en este apartado que parece transparente. Cualquiera de los derechohabientes, que esta contempla como beneficiarios, puede recurrir a la Sociedad General de Autores de España y encargarle la gestión de los derechos que sus obras generen. La SGAE en el uso de sus facultades –revestida de esa autoridad-, recauda los importes que correspondan, deduce el porcentaje establecido para su sostenimiento (es una sociedad sin ánimo de lucro) y, el resto, en el menor tiempo posible, abonado en la cuenta del autor –o autores- que los haya generado. Lejos de este planteamiento racional y entendible recurren a argumentos de dudosa legalidad, complicado procedimiento e interpretación partidista, tan difíciles de entender, que resulta incomprensible que se haya podido mantener durante tantos años. Todo es tan irracional y esperpéntico que raya en la caricatura. La Ley contempla tres figuras fundamentales, con categoría de autor, en un producto audiovisual. En primer lugar, la imagen, en la figura del director realizador. Le sigue como segundo, el texto escrito: el argumento, la adaptación, el guion o los diálogos. Y el tercero, el músico: composición musical, con o sin letra. Pues bien, la SGAE, contradiciendo todas leyes de la lógica, al único que niega hasta el agua para beber es al realizador, que es el imprescindible: puede haber un audiovisual sin texto, puede haberlo sin música, pero es imposible sin el concurso de (el realizador) la imagen.

   

     “NI POBRE NI RICO, SINO TODO LO CONTRARIO”, de Tono y Mihura. Esta obra fue la única que se grabó en el mismo teatro donde se representaba con un reparto excepcional, y gran esfuerzo de producción. Aquí caben todos los argumentos referidos a la obra preexistente expuestos en anteriores páginas de este extenso alegato. Fecha de emisión: sábado 26/11/1994, a las 9 de la noche (106’53 minutos). Se presentó parte de declaración de obra el 25/11/1994. La contestación tuvo lugar cuatro días más tarde. Un escrito firmado por el seños Carrión Sainz dice literalmente:

     Muy señor nuestro:

               Acusamos recibo a su carta de 24 de noviembre e informamos Vd. que no podemos dar curso a la declaración que nos ha presentado en relación con la emisión de la obra de referencia efectuada por la 2ª Cadena de TVE el pasado día 26, dado que la emisión realizada es la de la obra dramática y usted no tiene autorización alguna de los autores o de sus herederos para la transformación de la misma en una obra audiovisual, por cuyo motivo no le corresponde porcentaje alguno sobre los derechos de autor que genere la emisión antes citada.

 

     La respuesta me deja tan obnubilado que automáticamente la encuadro en el contexto de Mihura, Tono, o Mingote que hizo los decorados, y mucho sentido del humor, contagioso claro. Es lógico pensar que Televisión Española, amparada en su fuerza política como organismo de tanta relevancia mediática, se salte a la torera cualquier disposición legal, y tire por la calle de en medio para conseguir cualquier propósito que se le ocurra. En este caso,  para que les voy a contar. Un buen día, los directivos de TVE se levantaron eufóricos, y con esa alegría contagiosa que les caracteriza, ordenaron tomar el Teatro Maravillas –donde se representaba- y traer la obra grabada para emitir y comercializar en la forma y modo que más convenga. Naturalmente, hubo que secuestrar a todos los responsables del proyecto –incluido el empresario Enrique Cornejo y José Osuna-, y a cuantos empleados pudieran sentirse tentados a acudir a la comisaría más próxima o al juzgado de guardia correspondiente. Fue una operación militar en toda regla, yo al frente que según la SGAE soy experto en grabaciones pirata. Más de cien efectivos, bien pertrechados: grúas, trávelling, cámaras, magnetoscopios, elementos de grabación, sonido e iluminación, unidades móviles, grupos de generación eléctrica; sucesivos camiones y otros vehículos ocupaban la calle en fila india, y casi al completo. Pero se hizo con tal organización que nadie se percató de ello, somos expertos en camuflaje.

     Surgió un problema, claro, siempre surge algo, pero aquí estaba yo dispuesto a saltar por encima de cualquier obstáculo, cortapisa o valladar. A los actores no se les podía secuestrar porque tenían que ensayar y actuar, y esto necesita concentración y ausencia de preocupaciones. Había que someterlos a un proceso de hipnosis. Si tuviera aquí a Uri Geller, fue capaz de mentalizar psicológicamente a casi todo el país con una cuchara. Tenía que intentarlo, de algo me habría servido el haber tenido como colaborador al psiquiatra Enrique Rojas en algún programa de “Más vale prevenir”. Probé con un acomodador, pero no funcionó, el tío era duro de pelar. Empecé a preocuparme. Llamé a José María Iñigo: yo solo te puedo contar lo que hizo aquí Uri Geller, repítelo al pie de la letra a ver si te sale. Y funcionó, vaya si funcionó. Los actores participaron con entusiasmo en dos intensos días de ensayo y cuatro jornadas de grabación. No sé si fue el síndrome de Estocolmo, o es que yo les supe hipnotizar adecuadamente pues estuvieron estupendos, disciplinados y colaboradores. No fue empresa fácil, pues 15 actores en escena dan para muchos quebraderos de cabeza, en un espacio tan reducido y limitado como el escenario de un teatro; requiere planificación, no solo minuciosa, sino sensible, sobre todo en una obra donde el humor se desorbita hasta límites de lo increíble, y con unos matices de tanta genialidad que cualquier ligereza en la planificación puede arruinar el resultado. En los descansos nos hicimos fotografías, agrupados y cogidos del brazo, sonriendo, gastando bromas, incluso abrazándonos. He incluido algunas, otras fueron publicadas en prensa los días previos a la emisión. Fíjense si salió bien la cosa que hasta los secuestrados estaban contentos, ninguno denunció, al contrario, se mostraron encantados.

     Estábamos tan contentos que se nos ocurrió que podríamos redondear el experimento simulando una grabación en directo con público. Pero este no podía ser un público de taquilla, necesitábamos poder manejarlo con cierta soltura y conveniencia. Con la eficaz ayuda del equipo de producción, familiares y amigos de todos, logramos cubrir el aforo del teatro. Aquello parecía una fiesta contagiosa; grabamos un master que nos sirvió de base y envoltorio para insertar en él el verdadero trabajo desarrollado en los intensos días de ensayo y grabación anteriores. Se consiguió lo que verdaderamente se perseguía, que pareciera realmente una retransmisión en directo reflejada en las pantallas de los televisores el día de la emisión, resultando un verdadero anuncio publicitario para los promotores pues el telespectador se sintió atraído por el glamour que aquél espectáculo transmitía.

     Pero quedaba un problema por resolver, la SGAE; cómo iba a reaccionar ante esta anarquía nuestra a la hora de atropellar los derechos inalienables de la propiedad privada. Contaba con una asesoría jurídica –de bien ganada fama-, compuesta por un ejército de “primos de zumosol”, dispuestos a cantar las cuarenta a cualquiera  que se atreva a infringir la más elemental de sus normas. Pero ni eso, se limitaron a exigir su parte del botín que fue remunerado generosamente; y aquí no ha pasado nada. De tal manera que inmediatamente reclamé los derechos que me otorga la Ley de Propiedad Intelectual. Mi sorpresa fue mayúscula  cuando me entero de que la LPI está siendo transformada y en proceso de llamarse “El libro gordo de Petete”: un par de pases por la “Asamblea General”, y ni la madre que la parió será capaz de reconocerla. Sigan, sigan reclamando, que la SGAE está preparada para dar la respuesta que en cada momento convenga.  

     Volviendo a la cordura, y al margen del humor, analicen con perspectiva profesional el siguiente párrafo que su señor Ansuaín (Jefe de información y asesoramiento al Socio) incluye en el escrito de referencia: 7/2/1992.

     Así mismo, y de acuerdo con esta clasificación, una obra se considera “dramática en televisión” cuando se trata de una obra preexistente creada para ña escena, que no haya sido objeto, mediante autorización expresa del autor de la misma, de una adaptación específica para su difusión en dicho medio,

    He realizado una encuesta, nadie conoce este idioma. Cuesta entender que un artificio tan poco consistente se haya mantenido inexpugnable durante tantos años. Si no fuera porque la evidencia aterroriza, si tuviéramos que atenernos a la relación aparente, este escrito del señor Ansuaín en particular, muestra tal grado de infantil ingenuidad que inspira ternura. Cuesta entender que todos los argumentos esgrimidos por los ejecutivos de la SGAE para dificultar nuestra presencia estén basados en estas ocurrencias, y en intentar quitar importancia al trabajo realizado para justificar su rechazo en aras de sus objetivos, que son en definitiva los que provocan estas situaciones tan esperpénticas, manteniendo, incluso, una posición y la contraria, sin el menor pudor.

 

     Como es el caso de “CANTO GENERAL” de Theodorakis-Neruda, un espectáculo que según los teóricos de la SGAE y sus argumentos expuestos, o deducibles, encajaría en el territorio de lo que ustedes denominan obra preexistente, y por tanto su suerte se supone paralela a las obras anteriores mencionadas con esta denominación.

     Es un grandioso espectáculo que recorre Europa. Y parte de otros continentes. Para su presentación en España el compositor griego ofrece a Televisión Española la posibilidad de una grabación en exclusiva y su distribución a todos los países del mundo. Este programa tiene un gran atractivo por su propio contenido poético y orquestal. Su importancia cultural y musical es incuestionable, acentuado por la posibilidad de comercialización a otros países. A esto hay que añadir que Mikis Thedorakis presenta por última vez su obra, ya que el conjunto que hizo posible el “Canto General” tiene intención de disolverse después de esta representación, por lo que el programa adquiere carácter de excepcional documento. Yo fui el encargado del proyecto: un resumen de 55 minutos emitido por la Primera Cadena (sábado 29 de enero de 1984, a las 6 de la tarde) como “ESPECIAL MUSICAL”, y otro de 100 minutos emitido por la Segunda Cadena titulado “MIKIS THEODORAKIS en “CANTO GENERAL” (11 de octubre de 1984).

     En vista de cómo se estaban desarrollando los acontecimientos relacionados, y una vez la Ley en vigor, me limité a dejar constancia por escrito –a través del registro general de SGAE- con miras a posibles reemisiones y a los derechos generados a través de su distribución y venta internacional, con el único fin de ir acumulando pruebas y documentación por si llegado el  momento se contemplara la posibilidad de alguna iniciativa jurídica. La sorpresa fue grande cuando con fecha 17 de octubre de 1988 –y con el número 022008 de su registro general-, recibo escrito firmado por Manuel Rodríguez Alfaro –Coordinador de Derechos Generales-, que dice lo siguiente:

                       Muy señor nuestro:

Correspondiendo a su atenta de fecha 6 de junio ppdo., nos complace manifestarle que nuestro control de Televisión nos informa que la obra a que hace VD. Referencia, ha sido consignada, dentro del concepto de Televisión, de la siguiente forma:

                      25.4.88   “ESPECIAL MIKIS THEODORAKIS”  Audiovisuales  3.368”

 

     De repente dan rango de normalidad a una obra preexistente, anulan, sin más, sus propios argumentos,  y dejan sin efecto tan frecuentes ocurrencias. Pero el tiempo demostraría que todo era una farsa, una maniobra conspiratoria, un estilo moldeado por una premeditada técnica de calculados efectos que funciona con la precisión de un mecanismo de relojería; aunque todo transcurre dentro de un anecdotario de situaciones estrafalarias encadenadas, sorpresas y equívocos, como hilo conductor de la intriga y la peripecia, en la línea de una comedia burlesca disparatada. Apoyados en el descaro, en la malicia informal, en la impunidad, y en los privilegios de una legalidad desorientada y torpe en sus procedimientos.  

     Efectivamente habían cambiado de forma, pero no de práctica. En las liquidaciones aparecen algunos importes relacionados, tan desfasados y ridículos, que más bien podrían enmarcarse en el territorio de un premio de consolación, pedrea, o intereses (ustedes se quedan con el capital). También puede deducirse  que las televisiones pagan a plazos, dependiendo del humor con que se levanten cada mañana, o una broma, pues en las correspondientes a los años que median entre 1988 y 1991, distanciados y fraccionados en cantidades mínimas, el total que arroja este apartado del “Especial Mikis Theodorakis” es de 67.483 pesetas.

     Estamos hablando de una modalidad denominada por la SGAE de forma muy precisa: OBRA AUDIOVISUAL SINFÓNICA (en este caso la obra cumbre de un genio universal de la música, Mikis Theodorakis, que comparte autoría con un Premio Nobel de literatura, Pablo Neruda  y su “Canto General” primero y último intento de la poesía épica grandiosa). La avaricia o la ignorancia les inducen a cometer torpezas incomprensibles. Tengo en la mano un baremo, facilitado por ustedes, de la valoración de derechos en este apartado: el precio oscila entre 25.000 y 45.000 pesetas minuto.  El amable lector puede sacar sus propias conclusiones.

     Por otra parte, se trata de un proyecto internacional con derechos para comercializar en cualquier país del mundo. Existe libro-folleto titulado “ASI ES RTVE”, que relaciona los mejores programas y de mayor difusión internacional, en el que figuran estos de Mikis Theodorakis. Ustedes me han comunicado –al reclamar mis derechos- que no hay intercambio internacional: pues bien, yo no cobraré derechos de emisión en otros países, en justa correspondencia, supongo, me corresponde lo que haya generado en España. Como en ustedes ni nada es verdad ni todo es mentira… En la revista “Hilo Musical” se publica una entrevista firmada por  Jago Noveira en la que intervienen Alejandro Trampa Vinuesa, Javier Trujillo San José y Agustín González García (por la SGAE) en la que se dice literalmente:

 

 

     La Sociedad General de Autores de España está integrada en la CISAC (Conferencia Internacional de Autores y Compositores). Por este motivo, existe contrato de reciprocidad entre todas las sociedades de autores mediante el que SGAE representa en territorio español todo el repertorio mundial (69 millones de títulos), y a su vez, el resto del mundo representa el repertorio de SGAE.

 

     La cosa es mucho más sencilla. Si Theodoeakis, Neruda, o sus representantes, han recibido derechos, habrá papeles que lo demuestren. (Se reparte en igual proporción entre ellos y yo: el 33`33%).  Si en aquella ocasión –han pasado años- a la SGAE le convenía decir que no había intercambio, y ahora resulta que sí, que lo demuestren igualmente. Si hay acuerdo y este ha sido con fecha posterior, estamos en las mismas. Para resumir, cuántas veces ha emitido TVE estos Programas, o vendido a otras televisiones nacionales o extranjeras; supongo que la SGAE tiene constancia de lo que emite TVE para tener argumentos a la hora de negociar el sistema y su cuantía (en el año 1986 se hablaba de mil millones de pesetas). Y más fácil: cuantas veces ha cobrado la SGAE derechos de emisión por estos audiovisuales. Y si cobra una cantidad global en concepto de derechos de autor (cuyo importe en esos primeros años de la Ley se estaba negociando), la parte proporcional que corresponda. La SGAE está informatizada, no necesita más que apretar un botón y aplicar los datos con justicia y equidad, pero no lo hace, sino todo lo contrario. Se han invertido los términos: la SGAE se ha convertido en derechohabiente y el autor en comisionista. La nueva Ley que prepara el gobierno ¿pondrá, por fin, freno a tanta prepotencia, a tanto abuso, a tanta chapuza?

 

     Siguiendo con el hilo conductor de esta confusa madeja de despropósitos, nos encontramos con un programa  que rompe toda esta argumentación esgrimida por los ejecutivos de la SGAE para contrarrestar mis derechos. Hasta ahora, su objeción  principal estaba fundamentada en la absurda teoría de que los autores del texto no dan autorización para reconvertir en imágenes una obra cuyo contrato con TVE está fundamentado en este principio básico. Circunstancias tan esperpénticas como rebatidas, por lo que no vamos a insistir más. Pues bien, AURORA REDONDO: “HISTORIA DE UNA VOCACIÓN”, es un programa biográfico de la veterana actriz, perteneciente a la serie “SEMBLANZAS” que con una duración de 60 minutos se emitía los martes a las 0,45 por la Primera Cadena.  Fue grabado del 1 de marzo al 31 de mayo de 1982. Además de Director-Realizador de este espacio, soy autor del guión -con contrato previo entre TVE y yo-, y registro posterior en Propiedad Intelectual. Fue protagonizado por ella misma: 

 

      Es ya un tópico por tantas veces dicho, pero obligado al repetirlo. Aurora Redondo nació con el siglo y con el siglo ha ido cumpliendo años, recorriendo  escenarios, trabajando, prestándole su voz y su presencia a muchas criaturas de ficción, que salieron oscuras y anónimas de la mente de los autores, felices autores y felices personajes que encontraron en ella esa eficaz encarnadura humana, tan llena de verdad:  La loca de “La casa de Bernarda Alba”, la patrona Doña Bernarda de “Ninette y un señor de Murcia”, , la señora de los lavabos de “El último café”, la nodriza de “Petra Regalada”, la otra viejecita de Miguel Mihura, tan entrañable siempre en “Maribel y la extraña familia”; o la señora absurda que ignora a sus vecinos en “Celos del aire”. Al margen del teatro, la vida de Aurora Redondo gira alrededor de su familia. Su hermana Isabel, compañera y amiga inseparable, sus hijos, su nuera y especialmente sus nietos.

 

    Este espacio, dedicado especialmente a mostrar el perfil personal y  profesional de tan reconocida actriz, fue emitido en 1992 dentro de su programación semanal, con alguna reposición posterior: que yo tenga constancia documental, en TVE el 17 de enero de 2006, a las 10`30 de la noche (destacado por los medios de comunicación en sus páginas de televisión), y sin datos -solo referencias-, por el Canal Internacional. En las liquidaciones de esos años no figura cantidad alguna por este programa, tampoco explicaciones, no podían darlas. Los recursos y procedimientos con los que la SGAE apoya con descaro su malicia formal queda sin argumentos posibles pues en este caso soy autor del texto y de la imagen, la música queda reducida a pura anécdota; un ambientador musical de plantilla, siguiendo indicaciones concreta, aporta unas melodías y ráfagas de apoyo, de estilo diverso, y escaso protagonismo autoral. Soy, por tanto, poseedor del 80% de los derechos de autor. Fuera de toda reprobación ética, en el socio común se impone la evidencia de que el poder –ya sea directo o indirecto- es testimonio de mediocridad, es, en efecto corrupto; y ante la impotencia, algo peor, la presunción de que la corrupción generalizada es condición ineludible  de este organismo en su ineficaz funcionamiento.

     La lucha por conseguir la normalidad nunca se perdió. Ignoro los detalles, solo sé que fue el último programa que hice para Televisión Española: se impuso la gran diáspora producida por los eres. Coincidió –poco después- un desgraciado proceso tumoral, con repetidas y traumáticas operaciones quirúrgicas; prácticamente desahuciado, pasaron los años sin la más mínima posibilidad de revancha.

 

     Podríamos haber seguido enumerando programas, y situaciones tan estrafalarias como las relatadas hasta ahora -25 años de permanencia en TVE dan para mucho-, pero este capítulo se haría interminable. Con lo expuesto hay suficientes argumentos. Solo uno más; hay situaciones que se resisten y piden paso: es el caso de las reposiciones y el “Canal Internacional”. Aunque resulte reiterativo, se supone que, con “parte de declaración” o sin él, cualquier importe recaudado por la SGAE que corresponda a una obra AUDIOVISUAL, deberá ser repercutida a su autor o autores, pues con qué argumento legal, o lógico, puede apropiarse la sociedad de esos importes. De hacerlo está cometiendo un delito, una apropiación indebida

     Una vez integrado como socio, sus derechos quedan custodiados –no requisados-, y aun cuando el derechohabiente ignore que se han producido, la SGAE adquiere autoridad para reclamarlos y la obligación de repercutirlos: para ello cuenta con una infraestructura y organización apropiada que la justifica, si no dígame qué sentido tiene que el socio delegue en ella. Con qué argumento lógico o legal puede justificar la SGAE la representación de un socio-derechohabiente –con la responsabilidad que eso conlleva- pudiendo autofabricarse normas que permitan utilizar lo recaudado en su propio beneficio. ¿Qué clase de patente puede justificar tanto desafuero?

     Y se impone la pregunta: cuantas series o programas míos –anteriores o posteriores a la Ley- ha re-emitido Televisión Española por cualquiera de sus cadenas estatales, internacionales, canales regionales, o vendido a otras televisiones en países de habla hispana… estoy seguro que de unos u otros, un número considerable de ellos, han generado derechos de reposición que la SGAE ha recaudado; incomprensiblemente no ha repercutido en mí ni una peseta, ni un solo euro.

     Es el caso del “Canal Internacional”: ante la evidencia de reposiciones frecuentes que no tenían repercusión económica, ni siquiera reconocimiento, pensé en dejar constancia, acumular documentación a través de escritos dirigidos al departamento de AUDIOVISUALES de la SGAE, de los que incluyo una mínima muestra:

 

 

    Con fecha 14/11/1991, a través de escrito entregado en el registro de la SGAE, pongo en su conocimiento que TVE, a través de su canal internacional, emite ese mismo día a las 21’30 “LAS COMETAS” de la que soy coautor con Teófilo Calle.

     Con fecha 24/2/1992, a través de su registro general, pongo en su       conocimiento  que TVE, a través de su canal internacional, inicia la emisión de la serie “DE TOROS” de la que soy director-realizador: viernes a las 11 de la noche. 12 capítulos, aun cuando es posible que, en éste ocasión, se haya incluido el de presentación que completa los trece.

 

      Estos escritos, repetidos y frecuentes, no tuvieron contestación. De cualquier manera hay una referencia en la carta firmada por Jorge Ansoain, de fecha 7/2/92, cuyo párrafo reproduzco íntegramente:

 

  1. d) en lo que se refiere a la emisión de “A LA ESPERA” y “PERSONAL E INSTRANSFERIBLE”, por el Canal Internacional, dichas emisiones están pendientes, TVE no ha abonado por el momento ninguna cantidad por sus emisiones a través de este canal. Una vez efectuado el pago, SGAE repartirá los derechos entre quienes corresponda.

     Las declaraciones de estas dos obras se encuentran depositadas en nuestra    asesoría jurídica.

 

 

      Observen que mis papeles siempre aparecen retenidos en la Asesoría, posiblemente buscando algún vericueto jurídico para justificar lo injustificable. La malicia formal de sus directivos se apoya con descaro en recursos y procedimientos de dudosa legalidad.  

     Resumiendo. Me consta que Televisión Española ha liquidado sus cuentas referidas al Canal Internacional con las SGAE,  pero esta no ha repercutido los importes de reposición de estas obras de las que soy derechohabiente en cantidad alguna. Si esto ocurre con las que ya están reclamadas, o generando derechos como la serie “DE TOROS”,  “LAS COMETAS” y “A LA ESPERA”, por citar algún ejemplo, qué se puede pensar de las que escapan a mi control y solo SGAE detecta con sus sofisticados sistemas.

     Un apunte más. Con fecha 30/5/2012, 8/6/2012 y 10/12/2012, recibo facturas y desglose –inteligible como siempre- relacionadas con algún derecho de reposición. Lo sorprendente es que las cantidades que figuran como abonadas en el haber son absorbidas automáticamente con otras en el debe, como queriendo compensar un saldo pendiente de tiempos anteriores. Sorprende también que después de más de 15 años de silencio, aparezcan ahora en estas liquidaciones conceptos como, por ejemplo: Liquidación ejecución semestre (Vto. 08/06/2012); Derechos de ejecución junio 2012; Liquidación ejecución semestral Vto. 19/12/2012. Y cantidades tan ridículas como Total bruto 108`84 e); Ejecución 12`06 e); Total bruto de reparto 17`58 e). Y más, un “certificado de retenciones e ingresos a cuenta del impuesto sobre la renta de las personas físicas” (Rendimiento de actividades profesionales) por un importe de 108`41; cantidad que yo  ni he recibido ni se me ha ingresado en cuenta. Toda esta sorprendente maniobra podría encajar, supongo, en la intención de dar un finiquito oficial a mi ignorada permanencia como socio de pleno derecho. Ya que físicamente no me pueden ignorar –hay cientos de documentos cruzados-, le dan un carpetazo contable (con acuse de recibo en Hacienda), inventando un saldo negativo de unos cuantos euros que, casualmente, son compensados con unos derechos de ejecución aparecidos por arte de magia. Conviene dejar constancia: la cantidad teórica que yo considero pendiente de liquidación por mis derechos adquiridos, posiblemente sobrepasaría los 100.000 euros.

 

     No sé qué respuesta dará la nueva junta directiva a estos comportamientos, deseo que la justicia, el buen juicio y algo de sentido común, sean los colores de su nueva bandera para conseguir la regeneración y prestigio perdidos. Espero que vengan dispuestos a rebelarse contra la miseria moral que les rodea para denunciar la hipocresía de los antiguos mandatarios de una sociedad necesaria  cuya única preocupación de gestión fue sus propios intereses. Si a partir de ahora ustedes con dedicación, esfuerzo y eficacia reconstruyen el edificio para cumplir los objetivos, recibirán el aplauso de todos los que, de alguna manera, estamos sufriendo las consecuencias.

     De la antigua dirección poco crédito le queda a la SGAE, es tal el deterioro que ni siquiera se ha respetado el cambio transicional.

 

     Diario El Mundo. Lunes 15 de junio de 2013: A imagen y semejanza del convulso panorama político que vive España en estos momentos, la Sociedad General de Autores y Editores /SGAE) atraviesa una crisis en la que los juegos de poder, los enfrentamientos y las diferentes facciones complican la regeneración de la entidad después de la Operación Saga contra la supuesta trama parasitaria que llevó a cabo la guardia civil.  

     ABC. Miércoles 17 de junio de 2013: Con motivo de la sustitución de Antón Reixa al frente de la presidencia: Si la LPI deja con vida a la SGAE habría que afrontar este problema, que es estructural y podría llevarse por delante a medio plazo lo que es la gestión colectiva del derecho de autor…. Este edificio tiene un mecanismo diabólico que vampiriza a muchos y te vuelve endogámico. …he notado una confluencia de intereses entre los nostálgicos y los ambiciosos de la actualidad.

     Y si miramos al pasado causa escalofríos. Diario de León, 28 de junio de 2013 (Opinión): Llevan años dando lecciones de moralidad de defensa de la legalidad y de sus derechos. …La investigación abierta contra la Sociedad General de Autores, que ha supuesto la detención del presidente de la Sociedad y de sus principales colaboradores por un presunto delito de fraude por el desvío de fondos de la SGAE, supuestamente a sus bolsillos, viene a demostrar una vez más la falta de control que existe sobre determinadas entidades que, a la vista está, tienen acceso a numerosos fondos públicos

     República.com, 28 de junio de 2013. José Oneto: El estallido del escándalo de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE); la detención de la cúpula de la organización encargada de cobrar los derechos de autor; el procedimiento de sus máximos responsables por supuesto delito de apropiación indebida, administración fraudulenta y de estafa, según la Fiscalía Anticorrupción por un total que se estima que puede elevarse a varios cientos de millones que habrían sido desviados a cuentas particulares.

 

     Es importante precisar que esta lucha por los derechos de emisión y reposición no era nueva, venía produciéndose de manera progresiva desde la publicación de la LPI, como demuestra este escrito que con fecha 18/11/87 me envía Juan Marcos, secretario de ADIRCAE

 

     Querido amigo y compañero:

                                                      Si has dirigido series para TV, hechas o emitidas con anterioridad a 1987, tus derechos autorales como DIRECTOR no estaban entonces reconocidos en la “ficha” de la SGAE. Sin embargo, después de 1987, si esa serie ha vuelto a ser emitida, entonces ya tienes reconocidos tus derechos de autor como DIRECTOR en la mencionada “ficha” y puedes y debes reclamar a la SGAE. Este reconocimiento no tiene efecto retroactivo.

      Si este es tu caso, ponte en contacto con nosotros, o mejor, con nuestro compañero Joaquín Romero Marchen que lleva esta “batalla”.

 

     No solo participé activamente en esta “batalla” perdida de antemano por la impunidad con la que actuaba la SGAE; la prueba documentar jurídica aportada es buena prueba de ello. Primero a través del abogado Santiago Riopérez y Milá que tras un eufórico primer intento, declinó el asunto –a pesar de la amistad que nos unía- alegando que este tema requería mucha atención, demasiado tiempo empleado y, sobre todo, la cuantía del procedimiento. Yo creo que algún colega le puso en aviso de la inexpugnable fortaleza a la que se enfrentaba, con la bendición de todos los estamentos del Estado –que miraban para otro lado-, y la impunidad con la que actuaban, pasando por encima de cualquier razonamiento jurídico, o creando normas a la medida a través de su bien dirigida  Asamblea General.

     Poco tiempo después, una treintena de compañeros colegas, decidimos agruparnos y contratar los servicios jurídicos de los abogados –presentados  como especialistas destacados en esta materia- Carlos Lema de Vesa y José María García Herrera, que tras una jugosa provisión de fondos –solo para los primeros trámites-, se prodigaron en tediosas y poco fructíferas reuniones, que más parecían componendas y compadreos que el ajuste de cuentas pretendido. Estaba claro que, en este tiempo, la SGAE era intocable, imbatible, inexpugnable. Tras año y medio de frustrados intentos (ahí están los documentos), la cosa se fue enfriando y muy poco lo conseguido.

     En aquellos años la SGAE contaba con un ejército de mercenarios disfrazados de asesores jurídicos –que para colmo del despropósito pagábamos los socios o derechohabientes-, dispuestos a darnos a la primera de cambio, sin avisar, un tiro en la nuca a los que teníamos la osadía de discrepar de sus procedimientos. Afortunadamente, con los últimos acontecimientos policiales les supongo desaparecidos o a buen recaudo, y a la nueva junta directiva tan comprensiva y tolerante que al menos nos reconozcan el derecho al pataleo.

 

 

 

 

 

   NO PARECE QUE HAYA SIDO ASÍ. Pasado el tiempo, y una vez finalizado este libro, recibo escrito de SGAE, fechado el 31 de marzo de 2014, inexplicablemente recibido en junio, con tres meses de desfase sobre la fecha que figura. Intentan justificar el retraso en la contestación a mi requerimiento (casi un año) con el pretexto de un análisis en profundidad, cuando solo repiten la argumentación anterior: no podemos aceptar su registro, o  no procede; el contenido refleja una contestación para la que solo han necesitado unos minutos. Enviada a un domicilio antiguo cuando expresamente se les ha facilitado otro: a efectos de correspondencia y comunicación, tomen nota de mi nueva dirección; con sello del registro en la copia. Carta con aspecto descuidado, sobre escrito a mano de forma chapucera; en él se limitan, en escueta síntesis, a reafirmar sus anteriores decisiones acoplando mis reclamaciones a su normativa: dentro del apartado GRUPO F…; o según establece el Artículo 202, Grupo C 2.2 del Reglamento…que produce vergüenza ajena; limitados a ratificarse en unas cuestiones, ignorar otras, u omitir una evidencia para la no tienen argumentos. Sin perjuicio de que la reclamación estaría prescrita, afirman. Las historias del pasado y del presente se trenzan en la conducta moral que impulsa a estos personajes, lo llevan en el tuétano.

    Con situaciones tan descaradas: “AURORA REDODO. HISTORIA DE UNA VOCACIÓN”.- Nos indica la fecha de emisión, pero no tenemos constancia de la emisión en la fecha indicada.

   “COSTA CÁLIDA (DE AQUÍ PARA ALLÁ)” Como el propio autor indica es un programa en directo que recorre diversas poblaciones de Murcia. El formato es de entrevistas e informativo, y conforme a las normas internas es un reportaje, y por tanto, no procede su registro como director-realizador- Un programa de hora y media diaria, durante mes y medio, dos años seguidos, resulta que es un REPORTAJE, y conforme a las NORMAS INTERNAS no procede. Sin comentarios.

    En fin, no vale la pena seguir, se haría interminable. Como en otros ámbitos de evidente trascendencia, en este caso de los derechos de autor el legislador propone y la SGAE dispone.

Comentarios   

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