El ciudadano español exige de los políticos un cambio radical de mentalidad ante los grandes retos que nos esperan

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Categoría: Opinión
Publicado: Sábado, 09 Enero 2016 16:59
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Salvo casos muy excepcionales los acontecimientos en la vida no ocurren por casualidad, unas cosas son consecuencia de otras. La situación de esperpento, de sainete cómico que vive el país, no se corresponde con una generación de payasos que ha inundado el panorama político, que también, es el resultado de una política irresponsable, egoísta y autocomplaciente que ha degenerado y extendido, a tal extremo de indolencia e irresponsabilidad, que nos ha contagiado, anestesiado, adormecido:resignado a verlas venir.

El país se ha convertido en una especie de limbo, de escenario “virtual”, donde los comparsas toman papel de protagonistas y las estrellas ejercen de bufones, un show de titiriteros que ha transformado la escena –o los platós- en una pantomima ridícula, con tintes dramáticos propensos al drama, un drama que ha tomado aspecto de tragedia que a mí me ha parecido irreversible. Y no me gustaría aparecer alarmista, cuanto daría yo por estar exagerado, aún a riesgo de aparecer ridículo, con tal de que la realidad no supere a la ficción. Ya me gustaría a mí, aunque fuera por razones egoístas: el futuro de mis hijos o de mis nietos, por el bien de España. 

La desgracia que nos asola, la incapacidad que nos imposibilita, son los hechos consumados de los políticos que nos manejan, como asuntos propios y no colectivos, como servicio privado y no público, por el bien personal y no solidario. Ante los grandes retos que nos aguardan, agigantados por su inoperancia e incapacidad, muestran un país al borde de la indolencia, del ridículo, con situaciones tan esperpénticas que el ciudadano se muestra perplejo: somos el “hazme reír” del mundo. Cataluña depende por ahora de unos 3.000 coleguillas que se auto determinan CUP, que forman comparsa ante la pasividad del sistema -Gobierno y Tribunal Constitucional- que lejos de reaccionar se adaptan al terreno de forma camaleónica. Unos cuantos bufones antisistema tienen en vilo a toda una Nación, ponen en peligro la unidad de España y están condicionando la estabilidad y el futuro, no solo de Cataluña- en evidente quiebra técnica-, también del resto de los españoles, en el peor de los presagios. Las consecuencias pueden ser irreversibles, no solo para la recuperación de esa parte de España tan singular, en el sentido más elogioso de la palabra, sino para el futuro de este hermoso país que por unos o por otros siempre aparece disminuido y en proceso de restauración.


La grandeza de espíritu, el sentido de estado, la generosidad y servicio público que se supone implícito en el ejercicio de la política, se ha trasformado en una especio de engendro egoísta, visceral y oportunista, que no ve más allá de sus intereses personales o de partido. Están tan acostumbrados a engañar a los demás que no pueden evitar el engañarse a ellos mismos. Son incapaces de encontrar respuesta a los motivos y a los porqués, a la ceguera que les ofusca, a la memoria y pensamientos que dan respuesta a sus propias reflexiones permaneciendo, incluso, inmunes al ridículo, o a la risa contagiosa que provocarían si no fuera una cosa tan seria. Y esto es lo que les mantiene ausentes y distantes ante los peligros que nos acechan, no es un problema físico sino mental. Es lo que pasa con el resultado de las elecciones, que están demostrando su poca seriedad y altura de miras. Lejos de reaccionar con generosidad ante los peligros inminentes que acechan, se arrastran indecentemente para no perder lo que ya han perdido.


Coalición: la opción que más se ajusta a la voluntad mayoritaria de los ciudadanos. Además de cumplir con el resultad de las urnas, ser un acto de grandeza y generosidad que asegure que España va a tener un Gobierno fuerte y estable durante la próxima legislatura, supondría atender lo sustancial, lo mejor que necesita el país. De los 27 países que forman la unión, 20 son coaliciones que han funcionado y dado estabilidad. La incertidumbre nunca es buena para la economía, puede ahuyentar a los inversores. La imagen de un país serio que ha sido capaz de salir de la crisis lo que se espera es una continuación de medidas que consoliden el crecimiento, disminuyan el paro, y aumente las posibilidades de empleo estable y mejor remunerado. No podemos caer en el error del retroceso, necesitamos seguir en la senda del crecimiento sostenido y despejar las dudas de un estancamiento crónico, sinónimo de recesión, y un 2016 de bajo crecimiento que supondría un peligro para la prima de riesgo que afronta una deuda de 1.062.315 millones, que ahora se está pagando a un interés asumible, puede crecer peligrosamente ante cualquier síntoma de inestabilidad.


Otra de las prioridades que debe plantearse el nuevo Gobierno, sea de izquierdas o de derechas, son las cuestiones sociales. Un tema que tendrán que abordar con prontitud y buena voluntad si no quieren que la aritmética del voto obligue a una regeneración improvisada, a un cambio radical de lamentables consecuencias. La gente se ha cansado de sentirse engañada y está dispuesta a mostrar su descontento de la manera más contundente posible. El político tiene que asumir que la mentalidad del ciudadano ha cambiado de forma radical, la demagogia ha sido superada, incluida la democracia que por su pluralidad exige un cambio radical en los sistemas de representación. Y un reparto más justo y equitativo de la distribución de la riqueza, asignatura nueva para el quehacer político que, hasta ahora, disponía de los recursos con la frivolidad y el convencimiento de estar en campo propio, y el ciudadano ejerciendo de visitante. Eso se ha acabado, hay que cambiar las reglas de juego, la política tiene que acercarse al pueblo, y el votante notar la mejoría de la política. Y eso, si no se hace planificado y con método estadístico, se tendrá que hacer improvisadamente y a la fuerza, con las consecuencias lógicas que tiene este tipo de revoluciones. A la vista está. La aproximación a la igualdad social viene con mucho retraso y solo hay dos salidas, o se explica y practica con la prudencia necesaria, o la demagogia y el oportunismo crearan situaciones irreversibles. Ahí es donde los políticos con experiencia tienen que estar a la altura si no quieren que emergentes con ansias de poder y planteamientos revolucionarios, disfrazados de comparsa ilusionante, aprovechen el hartazgo para convertir a este país en una falla que, tras el resplandor, solo queden las cenizas. Muchos son los ejemplos que podrían esgrimirse. Todavía estamos a tiempo, solo hace falta sentido común.


Otro de los temas importantes que reclaman atención extrema y gobiernos fuertes es el terrorismo yihadista, que tiene aterrorizado al mundo y condicionado la vida de sus ciudadanos. La espoleta fue el 13 de noviembre, tras los atentados de París, las grandes ciudades (Madrid, Bruselas, Londres, Roma, Berlín, Nueva York...) se han visto obligadas a activar dispositivos de seguridad de tan extrema relevancia que el estado de excepción ha tomado aspecto de rutina. Lo hemos visto estos días de Navidad, en las principales ciudades del mundo se han suprimido actos tradicionales con los que millones de personas reciben el año nuevo por temor a un atentado. Y los que se han celebrado ha obligado a un despliegue policial que más parece un estado de guerra que de prevención, condicionando la vida por su dureza y agresividad. Estamos en una situación de emergencia que obliga a una profunda reflexión. Los políticos tienen que mostrar un mínimo de calidad democrática, y demostrar con hechos que el interés general de la ciudadanía prioriza sobre sus contiendas o doble moral.


España tiene en estos momentos problemas fundamentales que por encima de intereses personales o de partido exigen prioridad, y conviene repetirlo hasta la saciedad, ya que los políticos parecen estar más en sus intereses que el devenir de España: la deuda pública, el paro, el desafío a la unidad de España, el terrorismo, la corrupción, La desigualdad social, los refugiados..., y podríamos seguir, se ha convertido en una letanía que por repetida les resbala: ellos a lo suyo.
Elblogdepacobanegas 4 de enero 2016