Naciones Unidas de Europa

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Categoría: Opinión
Publicado: Viernes, 20 Noviembre 2015 11:48
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      Para mí, dentro de mi limitado conocimiento y de forma completamente personal,  el término nación debe ser  sinónimo de orgullo para todos y cada uno de sus habitantes. El respeto a los símbolos que nos representan es  una de las grandes cuestiones de nuestra conducta natural, y no conozco un sistema político mejor que la democracia cuya Constitución marca los límites: tus derechos empiezan donde terminan los míos, y viceversa. El respeto debe ir implícito tanto para los  que somos de pleno derecho, como los de adopción pues nadie obliga a permanecer en lo que podría parecer un exilio.

Hay un punto en que la diferencia de sentimientos podría ser fuente de conflictos, pero si se respetan las normas conlleva un contenido emocional que juega un papel de primera magnitud.  Si llegado el momento no se sabe  estar a la altura, producirá vergüenza para sí mismo y para sus compatriotas. Los dirigentes de una Nación, al tomar posesión de sus cargos, automáticamente se convierten en custodios de ese patrimonio adquiriendo el compromiso implícito  de mantenerlo inmaculado aún a riesgo de sus vidas.

      Como antes lo fueron otros países, los franceses, Francia ha sido agredida, herida en su dignidad, en su orgullo, en su amor propio,  en la integridad física de sus habitantes, y sus dirigentes, administradores de su patrimonio más preciado: la vida y la libertad, que ellos y nosotros reconocemos como democracia, lejos de entretenerse en pusilánimes reflexiones, en cobardes  decisiones, unidos en su dolor, con categoría humana, dan respuesta inmediata, contundente, efectiva, ejemplarizante, primero en defensa de su dignidad e, inmediatamente, como una sola persona, sin diferencias políticas, sociales o de partido, muestran su dolor envueltos en la bandera y su himno nacional  que han inundado de emoción, ternura y sana envidia, al mundo, y especialmente a los españoles que ya tuvimos una experiencia de parecida magnitud y tristes consecuencias, el 11 M (2004). La barbarie terrorista, en una acción que si no fuera por sus componentes trágicos podría calificarse de épica, y casi apocalíptica, sembró el horror y la muerte en centenares de personas al destruir cuatro  trenes populares de cercanía en Madrid. La prioridad de la clase política española fue  el desacuerdo entre aquellos para quienes la lucha por la política es superior a la vida concreta, incapaces de dejar a un lado sus diferencias ideológicas, o de partido, dieron muestra de su mezquindad e incapacidad de respuesta. La política de baja estofa de la oposición de entonces, y los complejos de los que no lo eran hasta que se invirtieron los términos, entre unos y otros escribieron una página para la historia que ha quedado en el recuerdo de todos como ejemplo de indignidad y mezquindad  de bajo rango. La política española reclama un sistema de valore éticos y estéticos fijos, es decir, incuestionables. 

     Aunque no queramos reconocerlo, estamos sumidos en un estado de guerra con un enemigo muy peligroso que ha demostrado sobradamente su eficacia, son auténticos profesionales de la demagogia: Yihad significa guerra santa; se nutren de nuevos conversos sin antecedentes personales que se convierten en los más peligrosos y fanáticos. No es una confrontación abierta, la ejecutan en fases, con medios físicos y cibernéticos tan avanzados en composición y diseño para su auto propaganda que ya querrían tener algunos medios de comunicación de mucho copete. Han aprovechado la pasividad de Europa para convertirse en estado, en junio de 2014 declaran el Estado Islámico: 40.000 kilómetros cuadrados (algunos expertos dicen 90.000) de Siria e Irak, con 30.000 combatientes (o 50.000) con fuentes de financiación de pura artesanía, aprovechan sus estrategias para robar museos y convertir sus piezas de arte en fuente de financiación, han aprovechado confrontaciones militares de otros conflictos para controlar pozos petrolíferos que son su principal fuente de financiación 75 u 80 % que representa unos 500 millones anuales, disponen de una reserva de casi tres mil millones en efectivo. Y todos piensan, aunque nadie se atreva a afirmarlo, que directa o indirectamente, disimulada o no, reciben apoyo financiero de Irán, Arabia Saudí, Qatar o Kuwait. Por poco tiempo, supongo, pues una de las primeras y urgentes medidas que tendrán que tomar los aliados, es acabar con las fuentes de financiación de los Yihadistas si no quieren que Occidente se convierta en un sobresalto permanente. Hay 1.500 millones de musulmanes (la mayoría gente honrada e integradora)  poco participante por las consecuencias por tanto, aunque se acertara en el objetivo de acabar con el Estado islámico, el terrorismo IS volvería a renacer en cualquier lugar de esta inmensa comunidad.  En otras palabras: se impone hacer partícipe al mundo libre de su excepcional papel para la puesta en macha de la <solución final>.

     Aun así son muy inferior en medios, en estrategia, en todo, pero nos doblan en intención, traen el abismo incorporado, estamos en desventaja. Ellos lo dan todo por perdido solo busca la muerte y la destrucción, nosotros la vida y la libertad, ahí está la diferencia y la dificultad.  Ellos son camicaces traen el  final escrito, nosotros el presente y, nada menos, el futuro. Luchan contra un enemigo imaginario –que al parecer es todo Occidente-  matando a personas que no les han hecho nada y  a las que no conocen. Y tratan de imponer al mundo una religión que obliga  inmolarse, aunque muchos musulmanes que viven en España justifican el Corán  como una religión de paz, definen el atentado de brutal barbarie,  y a los ejecutores como asesinos terroristas. Por tanto la respuesta viene dada, no hay nada que pensar,  o ellos o nosotros. No soy experto solo  sufridor informado que, a base de elucubrar y dar vueltas en busca de salidas,  se me  ocurren soluciones teóricas que más tarde desmiente la realidad o los expertos.

   Los atentados del 11 de septiembre (2001) contra varios objetivos, con especial incidencia trágica en las Torres Gemelas (Worid Trade Center)  de Nueva York,  con tres mil muertos y más de seis mil heridos, conmocionó al universo, y el estado más poderoso del mundo  se vio  impotente a pesar de su espectacular capacidad de respuesta, de su persecución implacable, incluida  su eficacia que fue insuficiente  ante este movimiento Yihadista  IS (entonces Al Qaeda); actúan por sorpresa en cualquier latitud y lugar poniendo en entredicho las medidas de  protección y seguridad de los servicios de inteligencia de las policías y cuerpos del mundo, especialmente de EEUU en situación de alerta permanente.

      Estos datos obligan a una reflexión profunda sobre el enemigo al que nos enfrentamos, y sobre el papel que debe jugar la Unión Europea. En primer lugar, ha llegado la hora de dejar de ser un hibrido con destino a no sé dónde, y dar un golpe de timón con rumbo más certero. Si se hiciera hoy un referéndum simultáneo en todos los países que integran la Unión Europea,  ni uno saldría positivo en su defensa y utilidad, incluido el Reino Unido que  no acaba de entrar y ya quiere salir. La idea inicial, supongo, de construir una Europa poderosa –la unión hace la fuerza- que traería, sin duda, seguridad y prosperidad a todos sus habitantes: LOS ESTADOS UNIDOS DE EUROPA suena a contundente suficiencia, sigue siendo, a pesar de los años transcurridos,  un paraíso –más bien un limbo- para una clase política acomodada que en su poltrona ha convertido a este organismo en un experimento mastodóntico (incluido el euro que lejos de sustituir a la peseta la ha invadido en grado de humillación dejando sin efecto cualquier razonamiento de equivalencia), que se les ha ido de las manos y les está devorando, bueno no a ellos, a nosotros, por eso no corre prisa la solución. La esperanza, si se actúa con decisión, es que el terrorismo islámico puede hacernos daño pero no tienen posibilidad de vencer. Aunque este es otro tema que necesitaría un apartado especial. 

elbogdepacobanegas.es  19 de noviembre 2015