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ME ACOMPAÑAS....

 

REPASO A LA ACTUALIDAD POLITICA ESPAÑOLA

ES POSIBLE QUE NO ESTEMOS DE ACUERDO EN EL DIAGNÓSTICO, PERO SIEMPRE SERÁ BUENO QUE LO INTENTEMOS.

Cataluña necesita ya un gobierno autonómico que cumpla con la ley, con personas que sean habilitadas legalmente para gobernar. Pero ¿quién? encabezaría ese gobierno. Puigdemont no quiere que se nombre president a alguien sin cuentas pendientes con la justicia, porque quiere serlo él. Mientras el secesionismo se subdivide entre los que quieren un gobierno ya, y quienes buscan tumbar el sistema o  no saben lo que quieren. Si esto ocurre cuando no son independientes, ¿qué ocurrirá si algún día llegan a serlo?

El problema es que el Estado no puede tolerar que  se manipule el procedimiento, como insistentemente intenta la facción separatista, ahora con el voto delegado del fugado Comín, refugiado en Bélgica, autorizado en el Parlamento catalán con sus tejemanejes tramposos. Un recurso del Gobierno debería paralizar de inmediato la maniobra hasta que los magistrados dictaminen. De hecho ya hay un auto que prohíbe que Puigdemont pueda delegar el voto, además de estar inhabilitado para ser candidato mientras continúe fuera de la ley.

Con el reloj en marcha y a menos de un mes para que concluya el plazo legal para elegir presidente regional, el frente independentista pretende sumar con el voto de Toni Comín una mayoría suficiente para proclamar en segunda vuelta el candidato de Puigdemont sin necesidad del apoyo de la Cup. Todo son conjeturas y desafíos, ni siquiera el nacionalismo catalán sabe lo que ocurrirá de aquí al 22 de mayo, si se disuelve la cámara catalana. Ni el Gobierno tiene las cosas claras, atrapado en su torpeza, imposibilitado para detectar la sacudida que ha generado el conflicto catalán,  lejos de intervenir, se lava las manos, como Pilatos, y deja el asunto en manos del PP de Cataluña que se apresuró a pedir a la Mesa del Parlament que reconsidere su decisión para que, por favor, no les obligue a seguir haciendo el ridículo.

El presidente y su equipo no solo no han dado la impresión de controlar el desafío catalán, sino que parecen ir por detrás del separatismo sin tener prisa por cerrar  “el escándalo”. La aplicación de 155 parece estorbarle más a Rajoy que los propios soberanistas, lo que está devastando al Gabinete incapaz de interpretar la sacudida reactiva y creciente del nacionalismo. Con el inmenso poder que el famoso artículo da al Gobierno, desde el momento de su aplicación ¿cómo se puede consentir que al frente del Parlament esté un miembro del partido del prófugo Puigdemont? Tampoco se entiende que el superministro  Montoro haya aplicado su habitual verborrea  asegurando, en contra de los informes de la Guardia Civil, que los golpistas no gastaron un euro del dinero público en su consulta. Por petulancia o por torpeza, la intromisión ministerial ha dado munición procesal y política a los jefes de la revuelta, justo cuando estos tratan de internacionalizar el caso a base de victimismo, ante la opinión pública europea. El Gobierno trata con inmensa consideración a los separatistas, cuando en realidad constituye el mayor problema del país, por ser el único que amenaza su propia existencia. ¿Cómo es que el Estado español no legisla para acabar de una vez con ese desafío?

Y eso es lo que pasa en estos momentos en el PP, así como la causa principal del crecimiento de Ciudadanos. El marianismo está languideciendo, la lucha contra la crisis ya no tiene impacto. La recuperación económica ha dejado de funcionar como factor decisivo del voto, y el miedo al  extremismo de izquierdas, que permitió la victoria de 2016, también está amortizado. Incapaz de encontrar un factor estimulante para su propio electorado,  aunque la ha tenido delante, se muestra torpe para identificarlo. Rajoy gobierna a golpe de retranca obligado por las circunstancias, mientras que Cs le supera sin más esfuerzo que esperar a verlas venir. Su programa apenas se diferencia del PP. Habría que preguntarse, entonces ¿por qué sube?  Pues porque ofrece una marca nueva, todavía impoluta,  porque es un orador fresco y muy dotado, españolista, que defiende sin ambages la valía de su país, su unidad y lo que representa. El líder de Cs es el único dirigente español que ha entendido la importancia del conflicto catalán como factor decisivo en el futuro inmediato. Rivera ha convertido el desafío independentista en el eje de prioridades de Ciudadanos. Y  fíjense si no da puntadas sin hilo que ha sido el primero en promover el fichaje de Manuel Valls a sus filas, una iniciativa de relumbrón para corregir la insuficiencia del marianismo en el lenguaje diplomático. Y algo debe tener esta iniciativa para atraer a Izquierda Unida, a Podemos, e incluso el PSOE, cualquier formación política española estaría interesada en atraerle a sus filas, incluido el PP. A lo que podría añadirse el atractivo de su legado familiar: nacido en Barcelona, hijo de padre español y madre suiza-italiana. Con perfil cosmopolita, un nuevo rostro de la desigualdad, la respuesta al esfuerzo de los soberanistas por internacionalizar su caso. Su único problema es no estar maleado en la atmósfera cainita que reina en la política española, el revanchismo, la izquierda española todavía piensan que la guerra civil no ha terminado. Precisamente el talón de Aquiles del PSOE, que no se entera que va de cráneo desde que inició su palanganeo con los independistas de la mano con Podemos. Cómo deben andar las desconfianzas y purgas internas  para que Pedro Sánchez ofrezca la candidatura del primer Ayuntamiento de España a la alcaldesa que ha humillado a su partido durante tres insoportables años, lo que transmite un mensaje derrotista y humillante para su militancia.

Mientras medio Parlamento y otras instituciones públicas catalanas se proclaman secesionistas, y comités republicanos imponen el terror en las calles, los responsables políticos muestran su incapacidad critica ante el penoso nivel educativo y otras aberraciones públicas, la sociedad española sobrevive viendo como los más osados quieren cargarse el sistema. Y tampoco parece que la satisfacción se reduzca a lo que viene entendiéndose como Estado de bienestar: más allá de la cobertura de las necesidades materiales existe todo un mundo de valores, cuya existencia está lastrando a la sociedad en su lucha por conseguir  un mundo mejor.

Coincide todo esto con el cansino circo de ETA anunciando su disolución. Pretenden “borrón y cuenta nueva” de una truculenta historia de muerte y extorsión que ha durado cincuenta años.  El humor macabro palidece ante esta afirmación: ETA da por concluida su actividad política. Las víctimas de esta “banda” no son solo las 853 personas vilmente asesinadas y sus familiares. Lo son también las que fueron heridas en atentados, las secuestradas, miles y miles de españoles, incluidos los vascos. Personas a las que los asesinos han dejado claro que no van a pedir perdón porque todo es un montaje de auto propaganda.

Si ETA hubiera acabado su comunicado de disolución pidiendo perdón a las víctimas, no estaríamos asistiendo al feliz jolgorio de los nacionalistas, comunistas  y terroristas en la localidad francesa de Cambó de estos días. No estarían los podemitas que se han unido a la fiesta, y no habría todo ese entusiasmo periodístico dando cobertura al final propagandístico del terrorismo etarra. La izquierda española simpatiza con los grupos proetarras dispuestos a blanquear los crímenes de la banda, y todo ello colabora a que otros países siguen acogiendo y protegiendo algunos de estos criminales.  Con un añadido, a partir de ahora, dicen, lucharán por una Euskal Herria reunificada, independiente, socialista y no patriarcal. Gracias a las concesiones en política, han llegado a las instituciones, están las cámaras de representación, se saltan las normas con descaro cuando les viene en gana, disfrutan de una tribuna subvencionada, y anuncian con impunidad otro “proces” en vista de lo rentable que les está resultando a los independentistas catalanes.

Y todavía saca pecho  Rajoy. En su declaración institucional como  presidente del Gobierno,  tras anunciar ETA su disolución en esta especie de bufonada a plazos que chirria de vergüenza, anuncia que “no hubo ni habrá impunidad con los asesinos, pues los protagonistas de esta fase siguen siendo las víctimas y no los verdugos, con los que el Estado, en nombre de los españoles, aún tiene que ajustar cuentas pendientes”. Ya nos gustaría que fuera así pero me temo que, desgraciadamente, las conveniencias políticas nos ofrecerán otra lectura de blanqueo a base de concesiones oportunistas. Ahí están los acuerdos de Zapatero firmados con los terroristas, sin que Rajoy haya hecho nada por deshacerlos: Batasuna/ Bildu en las instituciones, más de trescientos de estos criminales han sido acercados a sus casas o puestos en libertad. Josu Ternera anda suelto y los “mediadores” han cobrado sus “salarios”  ¿de los fondos reservados? ¿Alguien se puede creer que ahora vaya a ser distinto? Hasta los muertos se revuelven en sus tumbas cuando hablan de cambios en la política penitenciaria.

 El humor de Rajoy nos tiene acostumbrados a mostrar la realidad bajo una lente deformante, lo que es negro hoy puede ser blanco mañana, provocando desplazamientos en el lenguaje que quiebren la unión entre significante y significado. Al contrario que Sánchez, maestro de la prosopopeya capaz de atribuir propiedades animadas a lo inanimado. Iglesias a lo suyo, la amnesia histórica, a que los españoles olvidemos nuestra historia, supongo para obligarnos a repetirla. Y eso no parece preocupar al PSOE  que la propicio, ni al PP que, con mayoría absoluta en su momento, podía haberla derogado con un simple trámite, no para defender el franquismo. No. Para defender la realidad de la historia de España que a mí me gustaría que mis nietos conocieran tal y como fue, no manipulada o adulterada a conveniencia.

Estamos observando un cambio de ciclo. Hasta aquí llegó la Transición levantada sobre los escombros del franquismo.  Por primera vez en mucho tiempo la convivencia civil está amenazada: los consenso básicos se han resquebrajado, la sociedad se encuentra carente de respuesta, los partidos que protagonizaron este largo período de normalidad democrática están cayendo víctimas de una incapacidad progresiva para acoplare a la realidad y una gran mayoría de ciudadanos no se sienten por ellos representados. También la ausencia de tejido social y valores cívicos acaba pasando factura. Nadie está por encima de la ley, pero ahí tenemos el antiprincipio de la alcaldesa de Barcelona: “si una ley no me gusta, no la cumplo” ha encontrado tierra fértil en un país donde burlar las leyes no es delito. Los “Ayuntamientos del progreso” están paralizados y dedicados a rencillas sectarias.  Se sube a los altares a fugados de la justicia con distintivo amarillo, y un grupo organizado de supervivientes nostálgicos ofrecen homenaje al honorable que robó a los catalanes su dinero y su futuro, flanqueado en el acto por su mujer, sus hijos y al resto de la banda. Al mismo tiempo que el independentismo legitima sus desmanes, o le hacen homenajes de consolación, Jordi Puyol se pierde en la memoria a la misma velocidad con la que los catalanes olvidan su legado y condenan sus actos delictivos. ¡Qué tropa!

 Nuestra sociedad es impracticable sin la complicidad de una mayoría de españoles mostrando su orgullo de pertenecer a una cultura y a una misma historia. Y no lo digo yo, lo dicen los medios de comunicación en general,  los líderes de opinión en particular, y demás organizaciones sociales que en este último período se manifiestan con renovada insistencia.

En definitiva, la cosa está tan revuelta  que la intención de voto en unas hipotéticas elecciones (faltan 13 meses para las autonómicas, municipales y europeas), la tendencia escapa hacia Ciudadanos. Pero no porque la formación de Rivera haya desplegado un proyecto deslumbrante, sino por un trasvase motivado por el desgaste del marianismo cuyo proyecto parece agotado. Ciudadanos es un simple refugio de los votantes del descontento que proyectan sobre el partido naranja las expectativas que el PP ha defraudado. Es sabido que las elecciones no las gana la oposición, sino que las pierden los gobiernos. El de Rajoy empezó a perderlas desde que en el conflicto catalán  reaccionó con desgana y a destiempo, con un 155 aplicado sin convicción, carente de autoridad, apalancado en su menguante energía que, lejos de amedrentar con determinación ejemplarizante, les ha envalentonado en una espiral de despropósitos del que todavía no se vislumbra el resultado final. Cataluña continúa en rebelión, vive episodios de violencia creciente que obliga a llevar escolta a políticos y periodistas. Se habla de republica sin reparos, y se aceleran las campañas destinadas a catalanizar la Comunidad Valenciana, Baleares y Aragón, cada vez más frecuentes y violentas.

En este cúmulo de despropósitos, la situación marca una tendencia que podría ser significativa. Si se celebraran hoy elecciones en la Comunidad de Madrid, el partido de Rivera sería el triunfador según una encuesta de GAD3 para ABC, con el 27,6 por ciento de los votos, que supondría 39 escaños, frente a los 17 actuales. El Partido Popular pasaría a la tercera posición, con el 25,3 por ciento y 36 escaños, superado por el PSOE con un 25,5 por ciento y 36 escaños que supone casi un empate virtual. El que queda descolgado totalmente es Podemos que cada día  pierde más crédito en la Comunidad, con el  12,9 por ciento de los votos  y 18 escaños. Las cifras hablan por sí solas.

La formación naranja ganaría ahora mismo las elecciones autonómicas de Madrid, y tendría en su mano elegir entre un pacto con el Partido Popular o con el Partido Socialista para poder gobernar. Los escándalos del máster de Cristina Cifuentes y posterior vídeo del presunto hurto en un supermercado han terminado de hundir en el desánimo a los electores del PP que huyen en desbandada. También indica la encuesta un estancamiento del PSOE, pese a que supera mínimamente al PP la tendencia socialista refleja una bajada considerable de escaños. El electorado desencantado de los partidos tradicionales parece confiar en Ciudadanos para que ponga fin a esta farsa. Los de Rivera han hecho bandera de la defensa de España y crecen en las encuestas de forma imparable. Y si trasladamos todo esto a las generales, a través del último sondeo del CIS hecho público recientemente, el resultado es muy adverso para el PP (aunque se mantiene en un apretado primer puesto) y PSOE (sigue estancado), esperanzador para  Ciudadanos y decepcionante para Podemos. Nos encontramos, pues, ante un panorama indeciso en el que todo es posible. Existe una tendencia pero con las elecciones lejanas resulta pronto para establecer un cambio de ciclo.

elblogdepacobanegas 10 de mayo de 2018

 

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