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NO HAY DOS SIN TRES

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NO HAY DOS SIN  TRES

“Estamos  ante una Tercera guerra mundial  por fases”, predice el Papa Francisco. Se palpa  de forma subliminal en el ambiente pero nadie  quiere aceptarlo de forma práctica. Una nebulosa de conflictos engendrados por caudillos y sus mercenarios cuyo supremo objetivo es la conquista del poder para explotar poblaciones y recursos naturales: los crímenes de guerra, el genocidio, la limpieza étnica, forman parte integrante de la nebulosa bélica.

La sordera institucional de la clase política mundial impide ver como se manifiesta con toda su fuerza la destrucción en las guerras, en las diversas formas de violencia y en el abuso de los más débiles. Los conflictos actuales derivan del empobrecimiento de la población, una política desarticulada, y dos extremos de derecha e izquierda. Francia se encuentra en estado permanente de alerta tras los ataques yihadistas que han provocado desde 2015 un total de 238 muertos, en un momento de tenso clima preelectoral en que  Le Pen y Melenchón apuntan a disputarse la Presidencia, posibilidad caótica para el futuro de una Europa desestabilizada, inerme, bloqueada.  Turquía, punto estratégico entre Europa y Oriente Medio, avanza entre sombras de pucherazo hacia una dictadura poco propicia y de oscuros presagios. Venezuela se encuentra al borde de la insurrección, las milicias de Maduro recorren motorizadas las ciudades como escuadras de terror disparando a quemarropa o reprimiendo con gases lacrimógenos: varios muertos y centenares de heridos.

La confrontación es planetaria. La exhibición de potencias por aparentar ser el más fuerte, la provocación para intimidar al contrario, el pulso permanente convertido en amenaza, y la ambición de poder que conduce al desafío en cadena de socios y aliados de forma irresponsable a los que se ha impuesto como dogma incuestionable argumentos ideológicos: islamismo, cristianofobia, radicalismo y otras.

 No es cierto que nadie quiere las guerras, si lo fuera no las habría: Irak, Libia, Yemen.  La incomprensible matanza del ejército de Al Assad en Siria convertida en escenario de horror y de muerte (más de 500.000 muertos, casi cinco millones de refugiados y 6 millones de niños que requieren asistencia sanitaria); el terrorismo yihadista que se esconde en Afganistán, la lucha contra el mal llamado Estado Islámico y su amenaza criminal presente en todos los países, los bombardeos de Rusia y Estados Unidos y sus efectos colaterales con el consenso y participación de sus socios de la OTAN que apoyan a un lado y al contrario según conviene; Bombardean Siria, dirigen portaaviones a Corea, lanzan en Afganistán la bomba más potente de la historia (cuesta más de 300 millones de dólares y arrasa  estructuras de hasta 60 metros de profundidad)   con evidente provocación a Rusia donde el presidente Putin declara  la guerra fría a Tramp, reitera su apoyo a Al Assad y anuncia  una respuesta conjunta de Rusia, Siria e Irán a EEUU. Una cosa conduce a la otra. Corea del Norte alerta con pruebas nucleares, Japón avisa que podría cargar gas sarín en sus misiles y China desplaza hombres a la frontera. Todos preparados para la guerra alardean de “músculo militar” sin pensar, ni de pasada, en las consecuencias para el ciudadano de a pie: miles de millones de personas al borde de la hambruna, de la inanición.

La crueldad de la guerra política psicológica, que es parte de una guerra total,  se ha apoderado del mundo, con intensidad en América latina. El terrorismo psicológico que  ha  obligado al ciudadano a modificar su estilo de vida por culpa de la amenaza islamista ya que este es, precisamente, uno de sus principales objetivos, sembrar el terror de forma sencilla, inesperada e imprevisible. Lo hemos visto en Paris, Estocolmo, Niza, Berlín, Londres..., en cualquier lugar, no hay límites para quien está dispuesto a morir matando y este es el mayor reto al que se enfrenta la civilización occidental. Y algo tendrá que ver el descontento, la desigualdad social, la miseria. Nada tiene que perder quien todo lo tiene perdido, con el añadido del efecto contagioso del odio de fanáticos y perturbados.  Se trata de plantear un camino practicable y no un sendero de monstruos. Las victimas de estas guerras se merecen un plan coordinado y estable, no meros gestos para la galería. Lo demás es cortoplacista y más contraproducente que eficaz.

Alguna vez dijo Einstein: “No sé si habrá Tercera guerra mundial, pero si la hay, seguro que la Cuarta será a garrotazos”. Suponiendo que la amenaza nuclear y su onda expansiva no destruyan el Planeta y toda forma de vida.

21 abril 2917

 

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