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EL BREXIT

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EL BREXIT

 

LA SALIDA DE LA UNIÓN EUROPEA HUNDIRÁ LA ECONOMÍA BRITÁNICA. PESE A LA FALTA DE ACUERDO EN ASUNTOS DESTACADOS, EL BREXIT EMPIEZA A TOMAR FORMA. LONDRES PODRÁ SEGUIR EN EL MERCADO ÚNICO HASTA 2020, RESPETANDO LAS NORMAS Y SIN VOTO. ESPAÑA UNO DE LOS PAISES MÁS AFECTADOS.

La UE tiene una situación muy complicada: no quiere romper todos los lazos con el Reino Unido, pero tampoco puede conceder un trato a favor, porque podría hacer la Unión insostenible. Poco más de un año queda para que los británicos  comiencen a sentir en sus carnes las consecuencias económicas de aquel arrebato, que en forma de referéndum, les sirvió en bandeja David Cameron. Supuso salir del paraguas de la Unión Europea y esto tiene sus consecuencias. Después de un año de negociaciones el Brexit dibuja un escenario de catástrofe -apenas queda tiempo para pactar- al estar previsto que el Reino Unido esté fuera del club comunitario en 2019. Podrá seguir en el mercado único hasta 2020, respetando las normas y sin voto.

 El peor negocio de la historia Británica comienza a mostrar sus hechuras económicas pese a la falta de acuerdo en asuntos destacados. Aventados por una ola de nacionalismo y sacudidos por la torpeza política de sus mandatarios, los sueños de independencia de los partidarios del Brexit se proyecta ya anunciando sus desastrosas consecuencias.

 La cuestión más peliaguda es la relación futura. La premier británica, Theresa May no quiere una negociación blanda que prorrogue la pertenencia al mercado interior y la unión aduanera a cambio de quedar sujetos a unos derechos que ya no elaborarán. Y por supuesto, la UE empeñada en mantener su fuerza y su autoridad. También está sobre la mesa la factura de divorcio, que supone nada menos que 60.000 millones de euros que en la práctica no es una cantidad concreta, sino una metodología. Se negocia el método de cálculo del pago que tendrá que hacer el Reino Unido por los programas europeos que firmó hasta 2021 y los  que se mantengan tras el Brexit. La cifra no estará clara hasta que no se haya elaborado la fórmula para el pago de los compromisos británicos, aunque en Londres la cifra sea todo un mito para los impulsores del Brexit.

Los equipos de negociación siguen manteniendo  consultas y discusiones. Todo apunta  a que la falta de acuerdo se centra en dos de las tres cuestiones clave: que la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte siga siendo inexistente; el problema está en que una frontera abierta implica también homologación de las reglas del mercado único. Y los derechos de los ciudadanos europeos, en concreto que se les asegure el derecho a la reunificación familiar y los beneficios sociales, solo se han dado algunos pasos para elaborar un derecho universal del trabajo, no solo en lo económico, sino salvaguardando  la dignidad de los trabajadores. Otra de las cuestiones se  refiere a que Bruselas quiere que los ciudadanos comunitarios de la isla sigan protegidos por el tribunal de Justicia dela UE.

Ninguna de las partes  quiere forzar la máquina, pero tampoco ceder. Los líderes continentales han suavizado su pretensión de hacer pagar un precio alto  sin el peligro de que cunda el ejemplo, y los representantes británicos negocian sin un mandato claro. Los problemas internos de los dos grandes partidos -los desacuerdos entre laborista y conservadores-,  ante la imposibilidad de cuadrar el círculo, dejan los problemas sin resolver, con el handicap de que en función del grado de acuerdo con las autoridades de Bruselas, el Reino Unido reducirá su crecimiento económico entre un 8 y un 2 por ciento durante los próximos quince años.

La ruptura económica y comercial con la Unión Europea  constituye un mal negocio para el pueblo británico, el portazo es la opción más cara y traumática. Sin ganar nada a cambio, el Reino Unido pierde los derechos y ventajas de su participación en la integración europea: el Brexit interrumpe doscientos años de política exterior, orientada a formar parte de los más influyentes.

Esa es la cuestión, pretender  una cosa y la contraria: no les interesa estar pero tampoco quieren salir. A medio camino se sitúa el plan elegido por Theresa  May para guardar las formas con unos y otros, votantes y socios europeos, pretende un acuerdo comercial y financiero cuyo coste rebajaría el crecimiento en un 5 por ciento.  Aspiran a un pacto comercial como el de Canadá- Unión Europea pero con un potente aditivo, la libre prestación de servicios financieros a cambio de seguir siendo aliado imprescindible en cuestiones de seguridad y defensa.  

Frente a la inicial histeria del Brexit, ahora todo el mundo se enfrenta al reto de mantener la calma y perseverar  para llegar a un divorcio de mutuo acuerdo. En cualquier caso habrá platos rotos. No es lo mismo pertenecer a este mercado que tener acceso a parte del mismo. Ni siquiera la posibilidad de nuevos acuerdos comerciales con Estados Unidos o China lograría compensar las pérdidas derivadas de la salida de la Unión Europea.

No obstante, y con el fin de cubrirse antes de la negociación, Theresa May continúa en la búsqueda de aliados comerciales para cuando el Reino Unido esté fuera de la UE, y China podría convertirse en el mejor socio tras el Brexit forzando varios acuerdos comerciales por valor de más de 9.000 millones de libras, buscando además invertir en varias empresas chinas con la intención de establecer un fuerte vínculo.

Otro de los problemas es la negativa a un acuerdo de libre comercio para servicios financieros, la UE rechaza que las empresas de la ciudad de Londres   conserven su estatus especial. Los altos cargos de Bruselas han comunicado ya a los empresarios británicos que no se permitirá a las compañías de la City operar en los distintos países comunitarios sin barreras, un jarro de agua fría para el Ejecutivo que tendrá que buscar otro plan para mantener el estatus de centro financiero que actualmente tiene la ciudad. En el mercado global la economía se disocia de la política, así de rotundo. Las grandes compañías ya han anunciado sus planes de buscar una sede alterativa. Entre ellas figuran gigantes como Citi, Nomura o Morgan Stanley, que han adelantado su intención de trasladarse a la ciudad alemana de Fráncfort. Y los grandes bancos estadounidenses o asiáticos que operan en la capital, podrían trasladarse Paris, Luxemburgo o Madrid,  si las cosas se ponen mal, como es previsible.  Y esta es la gran cuestión, la lucha entre lo económico y las conveniencias políticas. Los datos se imponen. El volumen de negocio de la ciudad de Londres asciende a 48.000 millones de libras. La actividad que genera supone un 3% del PIB británico. Solo en la llamada “Square Mile”, el sector financiero de la City emplea a 415.000 personas. Cuando las dosis de equilibrio no se respetan vienen los conflictos  y el fracaso del sistema. No es el Estado el que controla al mercado, sino los mercados los que controlan las decisiones del Estado. Y más, si tenemos en cuenta que las multinacionales de nuestro tiempo, verdaderos protagonistas de la globalización, se mueven en un espacio habitado solo por la economía, no por la política.

Y aquí viene la cuestión clave. Aquel camino de rosas hacia ninguna parte conocido como  Brexit  muestra toda su capacidad autodestructiva en un documento elaborado por el Gobierno británico,  filtrado ¿voluntariamente? desde el propio departamento que gestiona la salida de la UE. Un secreto a voces que evidencia el engaño que ha sufrido una buena parte de la población, ha provocado sorpresa y frustración a partes iguales. De los tres posibles escenarios económicos a los que se enfrenta el Gobierno británico tras la desconexión comunitaria, ninguno es bueno, con cualquiera de ellos habrá una caída del crecimiento ya que sus previsiones no son halagüeñas para los partidarios de una salida decidida de la UE. Ninguna región se salvaría de las pérdidas. Sobre todo el Noreste del país, Irlanda del Norte y la zona inglesa de West Midiand. Estas son las consecuencias de tanta mentira, como suele suceder en todas las aventuras de corte nacionalista.

El actual pasaporte financiero será muy difícil de mantener, pero sí caben soluciones pragmáticas intermedias. Sea cual sea el resultado de las negociaciones, el Brexit implicará una costosa factura para el conjunto de los británicos. De hecho, la mera incertidumbre ya se ha traducido en un menor crecimiento que se prolongará a los próximos quince años, suponiendo que de alguna manera siga vinculada al mercado único y, en el peor de los casos, se hundirá  si abandona el bloque europeo sin un acuerdo con sus antiguos socios.

España es uno de los países más afectados por el Brexit dado el gran número de británicos residentes, además de que el Reino Unido constituya uno de los principales destinos de las exportaciones españolas y, sobre todo, el contencioso pendiente sobre Gibraltar y la negociación sobre su soberanía. Después de los años transcurridos sin  el avance del traspaso, a pesar de las facilidades  y contemplaciones realizadas por el Estado Español sin ningún resultado, por lo que la  única solución es apretar la presión sobre Gibraltar.

En las negociaciones para la salida del Reino Unido de la UE, el Consejo dejo en manos del Estado español el futuro de la Colonia que solo puede ser fruto de un acuerdo bilateral entre España y el Reino Unido, con el consiguiente disgusto de los gibraltareños y el resto de los ingleses. España no debe olvidar que en cuantas conversaciones sobre la soberanía de Gibraltar, todas las promesas al respecto por parte del Reino Unido nunca se cumplieron y siempre fueron motivo de excusa para prolongar eternamente el problema. Está demostrado históricamente que el planteamiento debe ser más contundente. España no debió entrar en la OTAN sin haber solucionado antes el problema sobre Gibraltar y que se continúe considerando la Roca como un símbolo del antiguo imperio británico. Es incomprensible y ultrajoso  que entre dos países que pertenecen a la UE  y a la OTAN haya una colonia, como lo es Gibraltar, por tanto, el Estado español debe ejercer el derecho de retorno y no de autodeterminación de los gibraltareños. Estamos en una situación de privilegio y sería un error histórico no aprovechar esta oportunidad única. España ya hizo suficiente ofreciendo la cosoberanía para resolver el problema y solucionar las cuestiones de las aguas territoriales, las de los españoles que trabajan en Gibraltar o las cuestiones que pueden afectar a los gibraltareños, nunca se llegó a un acuerdo, más bien una humillación tras otra, a pesar de ser conversaciones recomendadas por  Naciones Unidas (acuerdo de Lisboa entre España y Gran Bretaña del año 1984) entre ambas partes  que nunca llegaron a buen término. La respuesta de la primera ministra británica a la resolución de la Unión Europea:  el Gobierno británico protegerá a Gibraltar hasta sus últimas consecuencias,  contrasta con  las desafortunadas declaraciones del ministro español de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, que descartaba que España bloquease el acuerdo  para la salida del Reino Unido  de la Unión Europea, por desavenencias sobre Gibraltar. Ni Puigdemont sería capaz de superar al ministro en semejante ocurrencia. ¿No es de mala educación hablar con la cabeza vacía? La dignidad política y patriótica de nuestros representantes solo es equiparable a una parodia del inimitable  Gila, o al planteamiento de un chiste del genial Máximo, como la viñeta publicada por ABC (24 de julio 2009), un dibujo del Peñón y dos personas contemplándolo, y manifestando uno de ellos: “Yo les daría la nacionalidad española sin pedir nada a cambio  y esperaría sin prisas...”

Me repito. España necesita un sheritt, yo propongo a  Clin Easwood.

elblogdepacobanegas 10 de febrero 2019

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